El despertador suena temprano, antes que cualquiera en la casa. Mira el reloj mecánicamente, quizá con la ilusión de tener más tiempo para dormir. Sabe que no. Se levanta, va al baño y empieza a recorrer las habitaciones para despertar a sus hijos. Debe apresurarles porque los minutos corren y podrían llegar tarde.
Va a la cocina y empieza a preparar el desayuno, el lunch para la escuela. “Corretea” a los niños porque se acerca la hora límite para salir a tiempo. Se arregla rápido, porque ya no le da tiempo de volver. No le alcanzó el tiempo –como casi siempre- para desayunar, por ayudar a sus hijos, aún no son del todo independientes y tiene que ayudarles.
Agradece que pudo comprarse un pequeño auto, luego de batallar en el transporte público. Se acabaron los empujones y los “arrimones” de algunos pasajeros que, lamentablemente, nunca faltaban en el viaje.
Ahora ella –Laura- y sus hijos pueden viajar con un poco más de seguridad, aunque recordó que hace unas semanas a su vecina le robaron, a punta de pistola, su camioneta. Debe estar atenta.
Deja a sus hijos y se apresura para llegar al trabajo, y empieza la otra batalla: evadir el acoso de su jefe, que insiste en invitarla a salir. Incluso tuvo que cambiar su forma de vestir y ni así. Ya está valorando renunciar, porque sabe que si denuncia no le harán caso, pero necesita el trabajo, fueron muchos meses buscando sin encontrar un empleo que le permitiera atender a sus hijos.
Desea, en unos meses, obtener un mejor ingreso, porque a pesar de que hace más que sus compañeros en el mismo puesto, gana menos que los varones, pero sabe que no podrá aceptar un ascenso porque no tendría tiempo suficiente para cuidar de su familia.
Laura, es un caso de los millones que existen en este país. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en México solamente 45 por ciento de las mujeres que son madres tienen un empleo, por debajo de países como Chile, Colombia, Perú o Brasil, donde la tasa de ocupación de madres se ubica alrededor de 60 por ciento, que es el promedio que establece el organismo.
Cuando tienen hijos menores de tres años, solamente puede trabajar 33.4 por ciento de las mujeres y paulatinamente se incrementa ese porcentaje conforme crecen sus hijos, llegando hasta 50.8 por ciento, cuando alcanzan edades entre 6 y 14 años, de acuerdo con la información de la propia OCDE.
En nuestro país, 30 de cada 100 hogares son jefaturados por mujeres, es decir, casi 9 millones de hogares, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), lo que significa que deben cumplir otras tareas, además de las responsabilidades de su empleo.
Las condiciones son complejas para las mujeres. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en nuestro país siete mujeres son asesinadas diariamente. En el mundo cada año mueren 64 mil mujeres y niñas, con mayor incidencia en América Latina y el Caribe.
De acuerdo con el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Luis Raúl González Pérez, en 2015 se registraron mil 755 homicidios dolosos de mujeres y en 2017 la cifra se incrementó 47.29 %, al sumar 2 mil 585.
Es urgente insistir en el fortalecimiento de políticas públicas que generen condiciones de igualdad y oportunidades para las mujeres, así como ampliar la divulgación de contenidos para eliminar estereotipos que solamente acentúan diferencias que colocan en desventaja a las mujeres.
A pesar de ello, las mujeres ganan más espacios. Desde aquí un reconocimiento a todas las mujeres que desde su trinchera contribuyen al desarrollo de esta entidad y de todo el país, pero –sin duda- aún no hay motivo para celebrar.
