Doce años de hemorragia y de hipocresía asesina

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Doce años de hemorragia y de hipocresía asesina

Domingo, 29 Abril 2018 00:06 Escrito por 

Doce años de festín hematófago se cuentan y resumen rápido: más de 207 mil 442 cadáveres (cifras oficiales). A cada cual su parte, 102 mil 859 durante el sexenio de Felipe Calderon Hinojosa y 104 mil 583 en el de Enrique Peña Nieto, faltando ocho meses para la conclusión de éste, según las formalidades constitucionales.

La violencia como parte de la cultura, según el filósofo polaco Leszek Kolakowski (“Ensayos sobre la vida cotidiana”), y que en nuestro caso es “narco-cultura”, el dolor, el sufrimiento, se ocultan, se disfrazan o de plano son momentáneos, de modo que sólo se pasa de la indignación a la resignación de manera autómata, sin promover gran cosa para modificar de manera sustancial la situación.

Condenable, sí, lo sucedido a los estudiantes de Guadalajara. Más condenable el crimen masivo contra los estudiantes de Ayotzinapa y, vergonzante, que un niño de 13 años cargue una pistola calibre 9 milímetros en una secundaria (Tlalnepantla). Antes, los estudiantes del Tec de Monterrey fueron los “daños colaterales”, llamados así por la imbecilidad en busca de justificación.

Ante todo ello, como los viejos cronistas de la nota roja en su papel de aficionados a la sociología, los políticos y, especialmente, los aspirantes a ocupar Los Pinos, han reducido el fenómeno a la “pobretarización” del ciudadano como resorte de la violencia, a fallas en la estrategia o a estados rebasados, lo cual demanda una “reingeniería”.

Para la hilaridad, de las ordalías medievales (casi juicios de Dios) que proponen inocencias anticipadas para rescatar a la pobreza criminal, se salta, como en esa citada etapa irracional de la historia humana, a la pretendida mutilación de extremidades (tortura como castigo), todo un despropósito al que sólo le falta agregar pruebas de fierro candente o caldarias, previo pago al fisco.

Hay que remarcarlo: son ya casi doce años de hemorragia permanente, con y sin declaraciones bélicas.

Pero en todos los casos, las pretendidas propuestas (y aquí lo preocupante) dejan intocada la cadena de producción, distribución y venta de drogas, supuesta causa de declaraciones de guerra, origen en buena medida del baño de sangre cotidiano.

La simulación como estrategia de gobierno, en todos estos años se modificó la ley para despenalizar la portación de mínimas cantidades de drogas; esto es, que los consumidores no serían enviados a prisión, aunque los penales estén sobrepoblados gracias a supuestos “narcomenudistas”. Muy hipócritamente se reguló la demanda.

Pero el hecho es que en la oferta sigue igual, a pesar de que, obvio, es la parte dura del “mercado” porque ahí es donde todo se resuelve a punta de balazos, ejecuciones, cuerpos desmembrados, etc.

Como en el depredador evangelio de la economía neoliberal, si el rentismo especulador sin controles sale del país para ganar más con el alza en la tasa de interés de los bonos del Tesoro en Estados Unidos (cúlpese si se quiere a la “amenaza populista y sus departamentos”, al TLC, a “Ladylencería”, al resurgimiento de Jorge Hank o al triunfo de Las Chivas, pero el citado instrumento subió en 2.71 por ciento, su mayor nivel desde 21 de abril del 2014), y con ello provoca ataques especulativos contra el peso, los empresarios del crimen organizado actúan guiados también por su interés, así sea a punta de violentos episodios y respaldados ya sea por políticos cuya religión les impide despenalizar las drogas, o por la abierta complicidad de un negocio más jugoso en la clandestinidad que en las vitrinas.

A estas alturas ya debería haber quedado claro que los gobiernos, ni nadie, van a poder hacer nada para evitar que los grupos criminales dejen en las calles –o en fosas clandestinas– las pruebas sanguinarias de la disputa por el mercado.

También, que insistir que políticas prohibicionistas fracasadas sólo conducen, obvio, al fracaso, y que es preciso pasar de una “narcocultura”, con la violencia que esto implica, a una cultura sobre el narco, es decir, al diseño y ejecución de políticas de educación que informen y formen a las futuras generaciones respecto de los enervantes porque estos, guste o no, siempre van a estar.

Está identificado que el problema no son los que, por las causas que sean, se anestesian con ellas (que son poco más de 500 mil en el país, según estudios oficiales), sino quienes hace posible la cadena producción-distribución-venta (gobiernos y empresarios incluidos, farmacéuticos o no) y se la disputan al grado de la deshumanización.

En otros países la despenalización ha funcionado. Aquí al menos habría que intentarlo para evitar que aumente el número de víctimas “colaterales”. Lázaro Cárdenas lo intentó al final de su sexenio (1934-1940) pero lo frenó Estados Unidos, amagando con sabotajes comerciales de medicinas.

Hoy las amenazas no provendrían del país vecino donde, como buen mercado de consumidores, en varios estados modificaron la ley para la auto-producción y consumo en el caso de la mariguana, esto a pesar de su marcada religiosidad protestante y su famoso “Cinturón Bíblico”.


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Jesús Delgado

Los sonámbulos