No sé si alguna vez le ha sucedido que al estar en un almacén deseando comprar, por ejemplo, unos zapatos, en la mayoría de los casos pedimos dos o tres pares; miramos muchos y de tanto mirar y probarnos, no nos decidimos por ninguno y comenzamos a ver los defectos del calzado. A veces, nos preguntarnos para qué nos pueden servir, si combinan, si son cómodos, pero, sobre todo, nos fijamos en el precio. En muchas ocasiones los vemos, nos gustan, nos quedan y los pagamos sin más; no nos interesa el precio, aun cuando este es exhorbitante, quizá, al salir nos sentimos felices. Más tarde un poco pensativos sobre sí hicimos bien o mal y en muchas veces, la mayoría diría yo, arrepentidos: no los necesito, no me gustan tanto, gaste muchísimo pero ya los use y no puedo devolverlos.
Me parece que a menor número de pares de zapatos, mayor facilidad para elegir; a mayor análisis de ¿para qué los quiero, por qué los quiero, en dónde los puedo usar, cuánto es el costo beneficio, los adquiero por mí o por los demás? Entre otros pensamientos, nos dará la oportunidad de elegir lo correcto, de tal suerte que visitaremos el centro comercial con calma, sin prisa, sin estar abrumados por la urgencia y sobre todo buscando lo que reflexivamente necesitamos.
Algo así nos pasa con las elecciones, vemos y escuchamos mucho; incluso, discutimos mucho y esto, aunado a la gran cantidad de candidatos, nos lleva al día de la jornada electoral a emitir nuestro voto por quien sea, por quien caiga. Total, es lo mismo, y luego el arrepentimiento y las consecuencias, igual que las que tenemos que enfrentar con un calzado mal elegido que nos aprieta, nos queda grande o simplemente no nos agrada.
El tiempo desde el registro de los candidatos hasta el día de la emisión del voto es precisamente como ese gran escaparate; ése que nos permite ver, escuchar y comentar con el firme propósito de reflexionar y decidir por aquella persona que esté más acorde con nuestros ideales y no con el ideal de las masas. Es el tiempo necesario que debemos utilizar para pensar nuestra elección y de esta manera responsabilizarnos por el voto que hemos de emitir.
Disculpe usted mi querido lector por tan burda comparación, la intención no es otra sino la de invitarle a ser una persona reflexiva, comprometida y decidida, con la firme convicción de hacer de México un extraordinario país. Nuestro voto representa la decisión más importante, porque con ello elegimos a quien nos ha de representar, dirigir y organizar. Basta de ser omisos en tan importante elección, basta de elegir sin cuidado, por movimiento de masas, por llevar la contra, por el menos peor, por quitar a quien está en el poder. Basta, México nos necesita y no sólo unidos para remover escombros sino unidos para decidir por nuestros representantes. Un representante que calce perfecto.
¿Y por qué no decirlo?... La obligación de cuidarnos es de todos.
¡Los abrazo de corazón!
