Los dos cuerpos del Presidente

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Los dos cuerpos del Presidente

Viernes, 31 Agosto 2018 00:07 Escrito por 

El prolífico escritor y periodista mexicano José Luis Trueba Lara, después de su revelador reportaje sobre Política y narcopoder en México (1995), y su participación en el interesante trabajo conjunto “Jaguares, zorros y chacales: los costos de la militarización policíaca” (donde también colaboró Guillermo Farber con su escrito ¨Esto es una guerra civil¨ y otras destacadas plumas), publicó inusitadamente a mediados del sexenio de Ernesto Zedillo, un extraordinario libro: Los dos cuerpos del presidente: poder y locura en el presidencialismo  mexicano.

Aunque Trueba cita a fuentes como La Rama Dorada, de Frazer, o el Marc Bloch de “Los reyes taumaturgos”, su escrito es más una estupenda crónica con importantes reflexiones sobre el Presidencialismo mexicano que un  trabajo académico  como el que en 1957 editó el polaco Ernst Kantorowicz -destacado académico de Princeton- intitulado ¨Los dos cuerpos del rey¨. 

La obra maestra de Kantorowicz es un estudio de teología política medieval que esboza el origen del cual nace el Estado moderno: la monarquía absoluta de Luis XIV, primero; un siglo después, la Revolución y la República. Su obra ilustra el problema histórico que plantea la figura del rey al asu­mir simultáneamente dos cuerpos: uno natural y mortal (privado y otro oficial), institucional (público). 

Los dos cuerpos del rey toma como punto de partida una fórmula que los juristas de la Inglaterra elizabethiana usaron para diferenciar en el soberano su cuerpo personal (perecedero) y un cuerpo político, cuyos miembros son sus súbditos y que no muere jamás. La teoría de las dos naturalezas de Cristo, de origen medieval, se convierte así en el molde que permite forjar en una teoría sobre el Monarca y después sobre el Estado (que en Hobbes pasa a ser un «dios mortal»).

«Según la Common Law inglesa ningún Acto que haga el rey puede ser invalidado por no provenir de antiguo. Pues el Rey tiene en sí dos Cuerpos, a saber, un Cuerpo natural y un Cuerpo político. Su Cuerpo natural, considerado en sí mismo, es un Cuerpo mortal, sujeto a todas las enfermedades que sobrevienen por Naturaleza o Accidente¨.

La idea de que los dos cuerpos «forman una unidad indivisible y cada uno se halla contenido en el otro» tiene tras de sí una larga historia: se origina de la concepción de Nicea y Calcedonia sobre las dos personas de Cristo (auténtico hombre y auténtico Dios), pasó a expresarse mediante la idea del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia, se la reapropió el Papado, (bajo la ‘pontificalis maiestas’ del Papa que se denomina a partir de comienzos del siglo XIII «Príncipe y verdadero emperador»), luego se encarnó en el Monarca absoluto y de ahí pasó a ser, en la modernidad, una característica definitoria del Estado. En tal sentido —y mediante tantas metamorfosis— puede hablarse de una ‘teología política’ en el origen del Estado y de su influencia sobre las formas modernas de las repúblicas, sobre todo las que tienen un acentuado Presidencialismo como es el caso mexicano. 

Trueba retoma el concepto en su interesante libro “Los dos cuerpos del Presidente: poder y locura en el presidencialismo  mexicano”. Y le agrega sus reflexiones ejemplificadas con sabrosas anécdotas de pasados Presidentes, que en el ejercicio del cargo que les otorga una ¨Presidencia Imperial¨ -que denunciaba Enrique Krauze-, han gozado durante los seis años de su mandato de un poder absoluto. 

Queda la pregunta para futuras reflexiones de si el cambio de régimen que propone el próximo Presidente para México incluye una presidencia verdaderamente auto-acotada, que respete los otros Poderes de la Unión, cosa que no ha sucedido plenamente hasta ahora en la historia del país. 

Ciertamente, hoy hay una docena de Órganos Constitucionales Autónomos, logro de la transición a la democracia, que han replanteado la división de poderes. En alguna medida pueden acotar al Poder Ejecutivo y han fortalecido al Poder Legislativo, al menos en la capacidad de nombramiento de los titulares.

Hay gestos personales del Presidente Electo que abonan al posible cambio en el ¨estilo personal de gobernar¨, pero hay propuestas de acciones políticas que no van en esa dirección, concretamente preocupa la centralización de la comunicación social gubernamental que planea la próxima administración y la cuestión del Fiscal Anticorrupción y del Sistema Anticorrupción en general.

Por eso hay que recordar siempre la frase de Lord Acton: El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. 


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Javier Ortiz de Montellano

Articulista invitado