De la filosofía del “realismo grotesco”

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De la filosofía del “realismo grotesco”

Domingo, 09 Septiembre 2018 00:10 Escrito por 

De no ser por el periodo postelectoral, que ha estado salpicado de capítulos políticos, económicos y sociales de lo más más grotescos, con toda seguridad el espíritu nacional habría entrado en una grave depresión. La transformación de los valores autóctonos, ese carácter nacional dibujado y/o esbozado por Samuel Ramos, Vasconcelos, Leopoldo Zea, Octavio Paz y otros, ha logrado superar su propio “sentimiento de inferioridad” hasta la degradación.

Ya sin Cantinflas como el prototipo del “alma nacional” (ese “peladito” de gran verbo que sabía que “hay momentos en la vida… que son momentáneos”), los actores políticos y económicos han entrado en liza para despuntar como el modelo a seguir en esta que, se ha dicho, será una nueva etapa de la vida pública.

Por eso no debe extrañar a nadie que una profesora rural haya heredado una gran fortuna a su hija, mártir vitalicia del magisterio años después, recluida en misteriosa mazmorra hogareña, fotografiada tras las rejas sin el maquillaje de la modernidad educativa (en esos momentos en desgracia), y luego rebosante (ya con el suficiente Ángel Face, del cubre-arrugas y del que encubre toda clase de trastupijes), atribuyéndose la caída de la “reforma educativa”.

Tampoco lo es el hecho de que el Poder Judicial (un juez para decir mejor) haya prohibido indefinidamente detener a Emilio Lozoya Austin por el caso de los sobornos de la empresa Odebretch, eso mientras en otros países han caído hasta presidentes.

Mejor todavía: el expediente del junior no podrá ser llevado a los tribunales por el presunto financiamiento a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. (Frente a esta determinación, resulta de gente remigolsa no ceder a las pretensiones de archivar el caso, tal como solicitó el ex titular de Pemex, el mismo que utilizaba helicóptero para trasladarse ¡13 kilómetros! en la Ciudad de México).

Luego está el caso del permanente auto-desmentidero en torno del Nuevo Aeropuerto, donde la política al estilo “Capulina" (“no lo sé, pueder ser, a lo mejor, quién sabe”) se alterna con los estudios de agrupaciones de ingenieros, cuyos representantes saltan de la estufa cartesiana al vulgar horno de microondas: es viable pero deben resolverse temas ambientales, ecológicos, hidráulicos y realizarse un mayor análisis en el tema geológico y geotérmico, esto amén del alto costo del mantenimiento, la infraestructura de transporte (faltó decir: también los patos de Pedro Cerisola, que son los mismos de Carlos Slim, ya dijeron que sí, y no son científicos).

No resulta misterioso que nadie haya solicitado resolver el tema de la especulación con terrenos en esa zona del NAIM (es parte de la viabilidad), ni de los alrededores del Tren Interurbano México-Toluca, en el Valle de Toluca, porque está programada una explosión en la construcción de viviendas, realmente a lo bestia: más de 400 mil, repartidas entre ambos proyectos, y ya con las iniciativas oficiales para el respectivo cambio de uso de suelo.
Casi como colofón de este peculiar período, no faltó el mensaje que como último informe de gobierno ofreció Enrique Peña Nieto: estamos mejor que hace seis años.

Los efectos lacrimógenos no se hicieron esperar entre la misma asistencia pues !sólo 18 de cada 100 mexicanos lo aprueban!, según sondeos al parecer patrocinados con dinero de los antiguos “moches” del nuevo Poder Legislativo, esa flamante hegemonía morenista que, sólo para refutar a Daniel Cosío Villegas, está probando (como el caso del gobernador de Chiapas e interino de sí mismo, Manuel Velasco) que hay algo peor que constituir lo más espeso de la miseria humana.

“¡Lo que son los cambios de los tiempos! ¡En mi tiempo, los muertos eran como más alegres que ahora, y se les hacía más formales!”, decía en su “Cuadros de Costumbres”, ese liberal del Siglo XIX que llevó por nombre Guillermo Prieto. Eran tiempos ”de moralidad, verdaderamente cristianos”, en los que, aseguraba, la sola estampa de San Camilo hacía que el Diablo pusiera pies en polvorosa.

Ya desde entonces los “alegres funerales” estaban en decadencia, qué decir hoy que, a pesar de la abundancia y la generosidad criminal por batirse a tiros en calles y avenidas, desplazando al gobierno como dueño del monopolio de la violencia, fosas comunes y demás descuartizamientos sólo dan para frías estadísticas y, peor, están totalmente carentes de música de acompañamiento.

En el “realismo grotesco” de Francois Rabelais, denominado así por el pensador ruso Mijail Bajtin (La Cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento”), una de sus características es la degradación mediante la parodia: se mata y se da a luz algo nuevo, superior. Se niega y se afirma.

Pero como bien observó Bajtin, “la parodia moderna también degrada, pero con un carácter exclusivamente negativo, carente de ambivalencia regeneradora”.
Lo único que afirma es, pues, su propia negación transformadora (igual que el “alma nacional”).


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Jesús Delgado

Los sonámbulos