Conclusión de una aproximación que alimenta las esperanzas zombis y, claro, el diseño de políticas económicas (capitalistas) de largo plazo: harían falta 120 años para cerrar la brecha de la desigualdad con su abultada carga de pobres y miserables en nuestro país, y unos cuantos en la abundancia.
“Tiembla capitalismo, que sólo te queda un siglo”, sugeriría no el cálculo de Oxfam en su reciente “Análisis de la desigualdad”, sino la advertencia monsivasiana al referirse a la lumpenización del porvenir, una forma de tranquilizar a las ”agitadas conciencias” de los actuales depredadores de la riqueza nacional, destacadamente apostadores del casino económico (llamados inversionistas y hasta “innovadores”), amén de saqueadores de la hacienda pública.
Digresión cortoplacera: para no contradecir a las políticas sexenales de “inclusión social” (asombradas de que haya muchos güeros donde pusieron pie Pedro de Alvarado, los exploradores de Hernán Cortés y otros aventureros de las finanzas en bancarrota) en ese grupo hay que incluir a magnates filantrocapitalistas (no es broma, así lo denominan), entre ellos a ganadores de premios debido a “perfiles humanitarios” (en pro de menesterosos y otros más extremadamente mendicantes, según la propaganda) y a varios inverecundos neoliberales más, todos propensos a la farándula humanitaria, vía fundaciones evasoras de impuestos, y a la apertura de comedores populares como entretenimiento burocrático.
“Los multimillonarios han hecho sus fortunas a partir de sectores privados, concesionados o regulados por el ámbito público; estas élites han capturado al Estado mexicano, ya sea por falta de regulación o por un exceso de privilegios fiscales”, descubrió el análisis de Oxfam. Bien.
En términos menos decentes o complacientes, impresos hace más de dos siglos, lo anterior quiere decir que “detrás de cada fortuna hay un gran crimen”, según Balzac en “La Posada Roja” (una comida entre banqueros, comerciantes y otros, donde los “avaros cuentan sus cuescos” en vez de comerlos, entre otras delicias de aquellos que de cuando en vez “esconden las uñas” para el disfrute de placeres mundanos y, sobre todo, hablar de sus últimas “hazañas” en los “negocios”, antecedente de lo que hoy se conoce como “Foro Económico Mundial”, que se celebra en Davos).
Tras el reporte de Oxfam, los neoliberales tendrán tiempo para buscar remplazo del pintoresquismo vigente de pueblos y zonas urbanas (invadida ahora hasta por pieles güeras y pobres), con esa larga tradición que da forma al paisaje nacional y que hoy, merced a la jerga estilizada de teólogos capitalistas, niega mezquinamente el rango de “innovador” o emprendedor” a quienes se dedican todos los días al comercio ambulante, al vendedor callejero de tortas, de tacos, de cigarrillos y de productos pirata y otros malabaristas de la vida cotidiana, colocándolos indebidamente a la par de los criminales personajes de Oxfam y de Balzac: en la informalidad.
También, los falsos demócratas podrán futurizar más, diseñando y vendiendo nuevas ilusiones en cada programa de gobierno, buscando clientela fresca, fuera ya de los padrones oficiales de la indigencia para uso exclusivamente electoral.
No obstante, como ha sucedido en otros tiempos, podría emerger algún desesperado que quiera adelantarse a las estimaciones optimistas y proceder al exterminio de la desigualdad antes de tiempo, apelando a la vieja sentencia: “hay un gran desorden bajo los cielos, la situación es excelente”, que, como se sabe, terminó en un capitalismo totalitario.