Iliemilada... Mictlán, sincrético

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Iliemilada... Mictlán, sincrético

Viernes, 03 Noviembre 2017 04:24 Escrito por 

Entre los Aztecas, Mayas, Totonacas, Zapotecas, Nahuas y Mixtecas el culto a sus muertos data de unos tres mil años; poco si se considera el calendario cósmico. A lo largo del mes de agosto se hacían festividades para recibir a quienes retornaban brevemente a sus hogares, para comer, beber y así reponer fuerzas y regresar a su viaje hacia Mictlán, lugar de los muertos. En el inframundo, la mayoría tenía que pasar por nueve niveles o ríos subterráneos, hasta llegar al Chiconahualoyán (lugar de las nueve aguas). El viaje duraba cuatro años. Después, a descansar y a dejar a los vivos en paz. Las mujeres que habían muerto en el parto o los guerreros caídos en batalla, no tenían que pasar por estos vericuetos ni quienes habían fenecido por asuntos relacionados con el agua, segundo alimento de la especie humana.

Con la conquista española sobrevendría otra imposición: profesar la religión católica, so pena de ser carbonizado o desmembrado o cercenado con artefactos de sobra demoniacos. A partir del siglo XVI comenzaría ese gradual sincretismo generado por el encuentro entre la concepción cristiano-católica de la Europa-hispánica y la cosmovisión pagana politeísta de las culturas que habían hecho florecer Mesoamérica. Con ello, el ritual de fallecidos pasó del mes de agosto al 1 y 2 de noviembre. ¿Por qué no? Para eso se conquista, válgame.

El primer día del onceavo mes, había sido heredado por mandato del Papa Gregorio IV, quien en el siglo IX había integrado al calendario romano la fiesta de todos los santos. En el siglo XI San Odilón (Abad de Cluny, en Francia) determinó que el día 2 de noviembre fuese dedicado a los fieles difuntos, es decir a los extintos que estaban cobijados por la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana. El resto, a viajar al otro mundo –si ello existe-- con sus propios medios y miedos. Así que cuando las órdenes religiosas llegaron a Nueva España en aquel siglo XVI, traían encargos de peso histórico y cultural que cumplieron a cabalidad.

Se equivocan quienes piensan que la “cultura mexicana” se burla de la muerte o que le da un tratamiento hilarante o festivo, pese a las “calaveras” escritas satíricamente dedicadas a los políticos. Apenas se asoman las últimas semanas del mes de octubre y descuella el mes de noviembre, los cráneos de azúcar o de chocolate, así como la presencia de la calavera garbancera de José Guadalupe Posada, o la rebautizada Catrina, pintada por Diego Rivera con esa sonrisa perpetua, nutren la sociedad consumista.

Como el resto de occidente, la mayor parte de nuestra población huye al tema de la muerte. Nos paraliza la finitud. La condición de seres efímeros que amamos mortales, nos aterroriza y desequilibra. Pensar en nuestra extinción o en el de las personas que amamos, angustia, desequilibra, a pesar de que cantemos: Si me han de matar mañana, que me maten de una vez. He aquí otro sincretismo, pero a medio camino: entre la imaginaria osadía y la imposibilidad.

Red Internacional FAMECOM A.C.


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Luis Alfonso Guadarrama

Iliemilada

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