Alfonso Naveda Faure, buen amigo

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Alfonso Naveda Faure, buen amigo

Domingo, 22 Septiembre 2019 00:10 Escrito por 

Historias de Familia

Hoy hablaremos de un buen amigo oriundo de Toluca, con una trayectoria distinguida y reconocida por los toluqueños: Alfonso Naveda Faure.

Nació el 26 de agosto de 1953, en la calle de Matamoros 111, en el corazón de nuestra querida ciudad.

Se ha caracterizado por ser una persona muy emprendedora y entusiasta en todo lo que realiza, sobre todo en la asistencia privada.

Es hijo del distinguido señor don Raúl Naveda Enríquez (qepd) y Blanca Faure de Naveda, quienes toda la vida se encargaron de dar lo mejor de sí para la estabilidad familiar en la que vivían.

Mi estimado amigo fue un niño que vivió una infancia entre juegos y felicidad, siendo hijo de un emprendedor que se desempeñó básicamente en la zona de los Portales de Toluca, porque toda su vida rondó en ese lugar y el centro que, por cierto, llegaba hasta Instituto Científico y Literario.

Su padre don Raúl Naveda Enríquez, fue un reconocido señor que toda su vida la dedicó prácticamente al comercio; tenía un negoció en Portal Madero, lo que ahora es “La Parisina”, donde estaba la distribución de calzados “Canadá”. Quién no recuerda, de la generación de un servidor, esos zapatos para dama; la primera joyería oficial de los relojes “Omega” en Toluca, que se llamó “Artículos Importados”, esa tienda era la única de ropa para caballero y algo para la mujer; asimismo, se vendían perfumes y calzado para dama “Canadá”.

Después de que su padre crece como comerciante, haciéndose dueño de una de la cafeterías más famosas y nombradas de la ciudad, “La cafetería Picolino” y dueño también de la primera discoteca “La Luciérnaga”, además sobre todo del primer restaurante que se llamó el famoso “Napoleón”, mi estimado Alex, con alrededor de 14 años, ahí estuvo trabajando.

El señor Raúl Naveda fue tan exitoso en los negocios que muy pronto tuvo una sucursal de ropa tipo inglés a un lado de la iglesia de la Santa Veracruz, donde vendía cortes de estilo inglés, corbatas y distribuía los zapatos “Canadá”; ahí, mi amigo Alejandro desde muy pequeño, en su bicicleta, se iba de una tienda a otra llevando zapatos de diferentes números.

Para Alejandro su estancia en Los Portales, por los negocios que tenía su padre, fue una vida muy agradable; recuerda mucho a su papá parado en uno de los arcos del mismo portal con muchos amigos, que eran parte de la esencia de Toluca, cuando todos se conocían.

En aquella época los niños paseaban en sus bicicletas; en lo personal, Alex iba con mucha frecuencia a ver a su abuela, que vivía en la segunda de Matamoros. Recuerda además que tomaba el camión para ir a la escuela, donde las calles, todavía antes de la remodelación que hizo en su momento como gobernador del estado, don Juan Fernández Albarrán, eran callecitas donde cabía el camión, muy reducidas.

Alex recuerda a Toluca como una ciudad caracterizada por la armonía que imperaba entre sus habitantes. El centro muy agradable y bonito (sabor provinciano), donde asegura que su papá fue de los primeros que se opuso a la remodelación del centro, pues eran callejones muy agradables, donde solía salir la gente por el pan; era gente amable, donde casi todas las familias se conocían, además de existir los grandes clubes sociales como el de Los Leones, Rotarios y Caballeros de Colón, realizando grandes eventos como la coronación de sus reinas.

El ambiente en esa época permitía que la gente socializara, pues las familias eran realmente conocidas, tanto, que se sabía quién era el mueblero, papelero, banquero, político etc.

Alfonso Alejandro pasó su infancia en el portal, donde había pocas escuelas. Asistió al Instituto México, ubicado en aquel entonces lejos del centro de Toluca, ubicado en Rafael M. Hidalgo esquina con Pino Suárez (ahí estudio su servidor parte de la primaria) y luego tuvo que irse al Distrito Federal, hoy CDMX, a estudiar la secundaria y la universidad para poder titularse.

Entre uno de los relatos de su infancia, que marcaron su vida y que sigue presente, está el recuerdo de un gran personaje toluqueño, que era amigo de su papa, el profesor Filiberto Navas, “Ánimo”, un hombre fuerte y que practicaba cotidianamente ejercicio. Un día lo invitó a su casa, siendo niño, a conocer el museo que tenía y algo que le gustó mucho es que le prestó una escoba que le llamaba “la campeona”; era una escoba normal, pero el tubo, el palo de la escoba, era de acero; pesaba tanto que no la pudo cargar y le aprendió que diariamente salía de su casa a barrer toda la calle con ella, motivo que provocó que el mismo Alex todos los días ayudara a su mamá a barrer la calle, porque además en esos tiempos se multaba a quien no lo hiciera.

Recuerda a sus padres con un gran cariño y afecto, pues su papá era un hombre trabajador, sociable, que sabía de su negocio, salía muy bien vestido, su vida era muy tranquila con su familia. Era un hombre que quería mucho a sus hijos, sus actividades cotidianas consistían en salir de su casa al cuarto para las nueve de la mañana; se dedicaba atender a sus clientes y los negocios los cerraba a las 2:00 pm de la tarde porque tenía que ir a casa a comer y regresaba a abrirlos a las 4:00 pm para cerrarlos a las 8:00 pm.

Por otra parte, su madre, doña Blanca Faure de Naveda, siempre estuvo dedicada a su casa y la cocina; una mujer que siempre mostró gusto por los platillos y cocina maravillosamente, además de que le gustaban los pájaros, pues hasta la fecha tiene canarios; anteriormente tenía cenzontles, jilgueros y se oían hasta el portal porque los tenía en la terraza de su casa.

Alejandro comenta que tenían un patio posterior en su casa donde, con bicicletas y con triciclos, aprendió a manejar; además era el espacio donde hacia su tienda, tenía un puestecito de perfumes y corbatas, de todo lo que se iba trayendo de las tiendas de su papá, así como también los llaveros de zapatos “Canadá”.

Acudir a la tienda de “Evita” también formaba parte de la rutina de este personaje, pues después de comer y hacer tarea iba por dulces, gomitas y chocolates.

El jueves tenía el rezo del Rosario, porque además vivió y pertenece a una familia católica; después del rezo, parte de la tarde se la pasaba patinando en Los Portales donde, por cierto, recuerda que todavía eran de granito rojo y blanco; ahí podía percibir que la gente disfrutaba la vida, la gente salía, platicaba, iba al café, salía a lugares muy simbólicos como lo fueron el Hotel San Carlos (de don Jaime Pons) o Las Ramblas (de Emilio Alcázar).

Además se percibía un ambiente muy agradable; no había la inseguridad que se presenta hoy en día, los niños eran libres y felices, se paseaba en bicicleta en la Alameda, lugar que se prestaba para tomar el tradicional helado del adiós tu “La Presumida”, y en la noche por supuesto su papá mandaba traer los famosos tacos de Rosita de “El Sol” (5 de Febrero), e ir de vez en cuando a merendar a la Poblanita, de la famosa familia Villanueva, ubicada enfrente de la Iglesia de la Merced.

Los fines no eran tan acelerados como los actuales, eran particularmente en familia, salían a dar el clásico paseo a la Alameda donde se conocía quién había comprado coche nuevo, qué muchachita había llegado a Toluca, tanto que si quería uno buscar novia ahí la encontraba.

El domingo se acostumbraba, después de misa, ir a tomar un helado y las familias se reunían a comer. Por la tarde alguna iba de vez en cuando a las vías del tren (estación), donde su papá lo llevaba con el único propósito de poner en la vía los 20 centavos de cobre, donde el tren llegaba antes de las 6:00 pm; además, no podía faltar ir al zócalo que todavía tenía sus fuentes, kiosco y sus jardines que estaban antes de la remodelación.

Le tocó conocer el trenecito que entraba a la tienda del señor Gasca (hoy Wolwoorth); también otro de los recuerdos que tiene el buen Alex es la decencia de su gente, sobre todo lo bien vestidos que andaban, además, la gente humilde andaba muy limpia. Asegura que hoy todos andan con mucha prisa, acelerados, no tienen tiempo para las cosas, voltean los ojos y se les va la vida y eso es muy triste, pues, con mucho orgullo Alejandro asegura que, a la fecha, le gusta darse vueltas al portal porque lo trae en la sangre, porque fue ahí donde creció.

Fue testigo de sus amistades, pues conoció a los señores Ávila de la papelería ABC, a los señores Gasca, los Larregui, los Vendrell, los Arochi, y los Canul, etc.

Agradece infinitamente los valores que sus padres le inculcaron y que heredaron de sus abuelos. Asistió a escuelas católicas y estuvo fundado en una familia llena de amor y cariño, nada que ver con la actualidad, pues hoy por hoy los matrimonios duran 10 o 15 años, y eso es mucho.

Por otro lado ve cómo hoy en día los jóvenes no se conforman con cualquier cosa; asegura que estamos viviendo el tiempo del cambio donde todo es desechable, ya que recuerda que su mamá remendaba la ropa y para comprarse unos zapatos era muy complicado, tanto que, cuando se tenían zapatos nuevos, se daba el remojo.

Actualmente ve una ciudad terrible, con problemas de tráfico y con una identidad perdida de muchos de sus habitantes. Aunque sabemos de su historia, hace falta identidad; en el centro hacen falta lugares donde convivir, donde pasar un rato agradable; asegura que la bella Toluca sigue existiendo, nada más hay que reconocerla, hay que ir a las torterías famosas, lugares reconocidos, restaurantes tradicionales, museos que ya son referente en nuestra bella ciudad.

Hoy en día, mi buen Alejandro es un hombre de 65 años que considera tiene una maravillosa vida, pues quiso siempre ser un empresario; vio a su padre ser un gran comerciante toda la vida, y lo único que quería era que sus hijos fueran a una universidad privada y posteriormente a una maestría al extranjero.

En 1992 se le presenta la oportunidad de integrarse a la Junta de Asistencia Privada, donde por medio de convocatorias salió seleccionado; por supuesto que él quería seguir con la tradición de su papá, pero debido a la selección, fue cuando incursiona en el DIF (DIFEM) como jefe de la Unidad de la Junta de Asistencia Privada, con oficinas en el Diforama.

Asegura que siempre le ha impactado la pobreza y con esta coincidencia tuvo la oportunidad de ver qué tanto podía hacer para abatirla; después de esa gran oportunidad de ingresar a la Junta de Asistencia Privada se ha sensibilizado mucho, ha tenido experiencias gratas, pues comenta que este trabajo deja puras alegrías y es gratificante que no tiene con qué agradecer.

Hoy en día cumple 25 años de pertenecer a la Junta, para él ha sido una experiencia gratísima, donde lo único que ha tratado de impregnar a todos es el sentido humanitario, pues diario conoce historias con la oportunidad de servir.

Comenta que la Junta de Asistencia ha sido de gente sensible, que apoya con todo el equipo con un servicio asistencial a niños, a personas de la tercera edad, a mujeres maltratadas, con historias impactantes, con gente que no tiene recursos para una operación, con gente que requiere de un prótesis, etc.

Actualmente la Junta de Asistencia está constituida por 261 instituciones que están funcionando, aunque se tiene registro de más de 360; además de que se cumple con la función de regular la labor de la asistencia privada; deben verificar que la voluntad de los particulares realmente se cumpla, porque hay buenas voluntades, pero mal encaminadas y luego se distorsionan en el camino y lucran con los que menos tienen.

Entre sus más grandes satisfacciones es ser padre, el ver nacer a sus hijos lo ha marcado el resto de su vida, y también es ser hoy por hoy secretario Ejecutivo de la Junta de Asistencia Privada, motivo que lo hace una persona feliz porque cree en Dios, porque sabe que todo viene de él, porque le ha permitido formar una familia, porque disfruta cada momento de la vida con todo, porque tiene amigos sinceros y porque sabe que su puesto le hace feliz.

Su compromiso ético es manejarse básicamente con valores, con compromisos con el mismo, basarse en la honestidad, pues en la asistencia privada no se puede vincular con cuestiones deshonestas, con cuestiones que tengan que ver con acciones más allá de lo humano.

Su permanencia en la instancia será hasta que sea útil y cumpla con las expectativas del consejo directivo de la Junta de Asistencia y aunque en algún tiempo salga, seguirá haciendo esto de una manera muy particular, pues tiene muchos planes de constituir una institución básicamente de desarrollo social para seguir.

Quiere ser recordado únicamente por sus hijos, esposa, familia y amigos como un buen padre, esposo y amigo, pues todo lo demás se dio y asegura no tiene por qué exigir que lo recuerden como tal, pues está cumpliendo con su misión en la vida y la encontró que es lo más importante.


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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad