Valle de México
Doctrinalmente pulverizado e internamente desgarrado, el Partido Acción Nacional (PAN) en el Estado de México enfrentará los comicios para renovar 125 ayuntamientos y 75 diputaciones locales en condiciones casi de sobrevivencia política, con todo y que irá con candidaturas consensuadas con otras fuerzas políticas más dignas de compasión que de temor: el también descuartizado (por sus tribus) Partido de la Revolución Democrática (PRD) y la morralla electoral que significa Movimiento Ciudadano (MC).
En este escenario, hasta los números de pírricas victorias de las últimas dos elecciones locales son benevolentes con el instituto blanquiazul: en 2012 obtuvo Un millón 462 mil 936 sufragios y en el 2015, 992 mil 443.
El otrora “corredor azul”, que a principios de este siglo dio a AN el rango de “primera fuerza política” por primera vez en su historia, superando a la “formidable maquinaria del PRI” en el Estado de México, en menos de una década se redujo sustancialmente y a la fecha su presencia es poco menos que testimonial en los municipios de mayor relevancia económica y poblacional.
Le quedan las reservas como Naucalpan, Huixquilucan y Atizapán, luego de haber gobernado más de 22 municipios “grandes”, la ciudad de Toluca incluida. Hoy sólo tiene cuatro diputados locales de mayoría, de una fracción literalmente fraccionada.
Fuente de desbandadas producto de desplazamientos y luchas de facción, una gran cantidad de cuadros ahora buscan en otras opciones continuar en la palestra, como por ejemplo el ex alcalde de Toluca, Juan Rodolfo Sánchez, que va por Morena, igual la ex edil de Tlalnepantla, Ruth Olvera, quien buscará Atizapán por esa institución.
El de AN es un caso especial, no sólo de desbandada de cuadros locales, sino estatales y nacionales. Sus dos ex presidentes de la República, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa están apostando por otras opciones (Fox va con Meade, del PRI) y el otro de plano fuera, luego de que a su esposa Margarita Zavala le cerró el paso Ricardo Anaya, estampa del “nuevo PAN” que, igual a la del “nuevo PRI”, ha estado inmerso en escándalos de corrupción, saqueo del erario público y hasta ahora no ha explicado el origen de su fortuna.
Descartada la lucha de ideas, incluso de planes comunes de gobierno con sus fracturados aliados, AN llegará a la arena electoral de julio próximo en condiciones de “sobreviviente” en espera de algún oxigeno que le permita no caer más en las preferencias electorales, y en esa forma conservar al menos los gobiernos que actualmente encabeza, así como las votaciones no más altas que cuando era una “oposición testimonial”.
Sin liderazgos locales fuertes, colocados en medio de las disputas entre “calderonistas” y “anayistas”, y sin más lealtad de aquellos que hacia su propio interés, el panismo arrastra también el desánimo militante, luego de que Josefina Vázquez Mota fue enviada al cuarto lugar de la contienda por la gubernatura del Estado de México el año pasado.
Las últimas dos campañas para el gobierno de la entidad, con Luis Felipe Bravo Mena (2011) y Vázquez Mota, han mostrado la pendiente descendiente que AN no ha sido capaz de superar, padeciendo el “Mito de “Sísifo” con cada cambio de dirigentes, tanto nacionales como locales, más propensos a la “negociación” que a la acción política, cancelando con esto la renovación de cuadros y una vida democrática interna más plena, con debates y propuestas.
Según los dirigentes del PAN, ir con lo que queda del PRD y Movimiento Ciudadano ha dado resultados en otros estados, como en 2016, donde el PRI fue barrido en varios estados por esa alianza.
Pero el Estado de México es otra cosa y lo que se ha mostrado en los comicios locales es una declinación permanente de influencia, tanto del PAN como del PRD. En este caso, no es la oportunidad de éxito las que los está uniendo, sino la suma de fuerzas desesperadas para no caer un peldaño más.
