“Cien Caras", el rudo que dejó huella en la lucha libre mexicana

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“Cien Caras", el rudo que dejó huella en la lucha libre mexicana

Domingo, 10 Noviembre 2024 11:11 Escrito por 
Considerado uno de los rudos más emblemáticos en el pancracio, hoy en día no hay quien se le compare al oriundo de Lagos de Moreno, Jalisco. Considerado uno de los rudos más emblemáticos en el pancracio, hoy en día no hay quien se le compare al oriundo de Lagos de Moreno, Jalisco. Foto: Especial

 Toluca/Estado de México

Una leyenda de la lucha libre mexicana es, sin duda, el “Capo de Capos”, mejor conocido como Carmelo Reyes, “Cien Caras”, uno de los rudos que marcó época en la lucha libre nacional y que será recordado por su gran técnica, su poderío físico y la rudeza con la que solía maltratar a sus contrincantes en el cuadrilátero.

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Considerado uno de los rudos más emblemáticos en el pancracio, hoy en día no hay quien se le compare al oriundo de Lagos de Moreno, Jalisco. Nadie infundía el terror en el ring como él, dejando una huella imborrable en el deporte de los costalazos.

El “Capo de Capos” imponía con su personalidad, no solo a sus rivales sino también al público. Sin duda, Cien Caras se metía de lleno en su personaje y lo disfrutaba.

“Cuando los aficionados me gritaban, yo los encaraba y, con solo mirarlos, los encendía. Además, les decía: ‘Aquí está su padre’ o ‘¡Arriba Lagos!’. Incluso, cuando las mujeres me gritaban, les respondía: ‘¡Gordas… feas!’, aunque estuvieran muy guapas”, afirmó.

Cien Caras recordó su infancia, donde nunca recibió un regalo de cumpleaños debido a que su familia era numerosa:

“Éramos 13 hermanos, pero se murieron cuatro; quedamos nueve. Yo era el tercero de arriba para abajo. Sabíamos cuándo cumplíamos años, pero nunca recibí un regalo. La vida era complicada en ese entonces; no había agua potable ni estufas en los ranchos. Con tantos hermanos, preparaban el atole, prendían el anafre y nos formábamos para recibir un taco de frijoles. Así era la vida en aquel tiempo”, relató.

Fue hasta los 19 años, cuando emigró a Estados Unidos, que conoció la lucha libre, deporte del cual se enamoró a primera vista. Un año después, Carmelo regresó a México y, durante dos años, pidió permiso a sus padres para que lo dejaran cumplir su sueño hasta que obtuvo el “sí”.

Entonces se fue a León, Guanajuato, donde estuvo 13 meses. Su entrenador, Panterita Negra, dejó de asistir, por lo que tuvo que buscar otra oportunidad. Regresó a Lagos de Moreno y se dirigió a la Arena Coliseo, donde conoció al Diablo Velázquez, con quien comenzó su carrera en la lucha libre.

El Diablo Velazco lo debutó sin máscara como Sansón, y dos meses después lo presentó con identidad cubierta, llamándolo “Cien Caras”.

cien caras

El 21 de septiembre de 1990 marcó la carrera del “Capo de Capos”: fue el día en que perdió su incógnita. Destacó dos de las maldades que hizo en el ring contra sus rivales:

“Una de las agresiones más despiadadas fue cuando recibí con un guitarrazo al Rayo de Jalisco Jr. durante el enfrentamiento de máscaras. Ese momento fue increíble, porque la Arena México explotó y me permitió ponerme en ventaja”, explicó. 

“Otro momento realmente rudo fue cuando le di un botellazo a Aníbal en un duelo de máscaras en el que mi hermano Máscara Año 2000 enfrentó. En la tercera caída vi el momento adecuado y se la estrellé en el cuello, casi en la parte posterior de la cabeza. Quedó semiinconsciente”, señaló. 

Finalmente, antes de ser luchador, Carmelo era amante del béisbol; jugaba de tercera base y se destacaba como un bombardero. Practicó este deporte hasta los 19 años y tenía gran fuerza en su brazo derecho, logrando conectar ‘home runs’.

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