A nadie, menos a México le conviene un periodismo débil

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A nadie, menos a México le conviene un periodismo débil

Lunes, 27 Mayo 2019 00:08 Escrito por 
A nadie, menos a México le conviene un periodismo débil Bajo la Rosa

"En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)"

Desde hace muchos años, en México, el uso de recursos públicos para la “difusión” de las acciones de gobierno ha estado presente, en algunas ocasiones plagadas de excesos y en total opacidad, en otras, si bien con una mayor fiscalización, no exentas de discrecionalidad.

Cientos de dueños de empresas, editores, medios de comunicación e incluso portales informativos han recibido a lo largo del tiempo parte de esos recursos, algunos sólo para convertirse en replicadores, otros más para amasar fortunas y unos, menos, para generar periodismo de investigación.

La simbiosis del poder público y el periodismo en México se ha ido transformando nos guste o no, y si bien, los medios de comunicación tradicionales han pasado de ser los únicos generadores de opinión a ser hoy parte de una vorágine de información en redes sociales, sin duda hay algo que delimita la acción de unos y otros: la investigación y la veracidad.

mbas, si bien son herramientas importantes, no significan en ningún caso el éxito en el manejo de la información, y por ende de la agenda pública. Hoy por ejemplo, la enorme diversificación de contenido en la web, disminuye la calidad de la información por la inmediatez y sustituye peligrosamente la credibilidad por la veracidad.

En este momento la información puede ser creíble, pero no veraz.

Los medios de comunicación no están exentos a la crítica social, en gran medida, ganada a pulso por una parte de quienes se dedicaron a esta profesión como negocio, pero cientos, si no es que miles de periodistas en el país, ganan a penas un salario decoroso, y sufren para completar el pago de sus ediciones.

Simplificar entonces este ejercicio al descrédito si se recibe o no una partida presupuestal de cualquier gobierno, no conviene a nadie, pero menos, a quienes todos los días hacen del periodismo una forma de vida que pocos, muy pocos entenderían y sobre todo serían capaces de realizar.

En México, hace unos años, yo ponía el ejemplo de Brozo, que cuando inició la trasmisión del mañanero en televisión, usando una peluca, con un lenguaje florido y una forma sin precedentes, en ese momento, para conducir un noticiero, fue el parteaguas de la información mañanera de miles de mexicanos, y de manera literal, convirtió a un payaso en un líder de opinión pública.

Así las audiencias dejaron de conectar con aquellas grandes figuras empoderadas, y surgieron entonces los noticieros jocosos, aquellos que estaban llenos de lo que se llama soft news, con conductores sin miedo a alburear o salirse de la pulcritud que en ese entonces exigían los cánones televisivos y simplificaron el discurso y el manejo de la información.

Crecimos con figuras llenas de simbolismos que nos hacían conectar con aquél personaje que sufría, el pobre que lucha contra todo para salir adelante, que nos provoca simpatía y que al movernos un sentimiento, por ende bloqueaba nuestra razón para cuestionar.

Ejemplos sobran: crecimos con novelas dramáticas en donde la heroína era una pobre como María, la del barrio, un niño huérfano que vivió durante años en un barril en una vecindad cuyo mayor sueño era una torta de jamón; un personaje de las calles más pobres de México que siempre perdía todos los concursos y al cual siempre despedían con la frase “lástima Margarito, lástima”, y que decir de aquellas tragedias sobrehumanas que Pepe “el toro” tuvo que sortear para poder ser feliz.

Por eso, ver a un presidente con trajes que, pareciera no son suyos, con zapatos sin limpiar, desgastados, con una pose que trasmite cansancio y un discurso centrado en sus buenas intenciones, no, no puede ser una casualidad, quién podría no creerle a alguien que se asemeja más a nuestra realidad.

Hoy no hay un liderazgo real, pero si uno construido con una gran base de empatía social que se replica en la realidad virtual, pero sobre todo que crece y se proyecta ante la ausencia de una oposición que sea capaz de matizar la opinión pública.

El presidente basa su discurso y aprobación política en sus buenas intenciones, pero no permite que se juzguen sus acciones, un gran sector de la población orillada por el hartazgo de una clase gobernante cree y espera, escucha sus palabras y las hace propias.

Un presidente que incluso entiende, domina y juega con las coyunturas de acuerdo a su proyecto, pero lo mejor de todo, y ante la ausencia de contrapesos, que orienta la opinión pública con una simple frase.

Hace unos días por ejemplo, cuando se denunció en redes sociales la falta de recursos para los hospitales públicos del país, desde su tribuna diaria acusa a un aparte de la prensa de mentir y de afirmar que publicaban eso porque son una prensa vendida que perdió sus prebendas.

Qué mejor que hacerlo en este tiempo en el que la credibilidad de los medios tradicionales de comunicación no alcanza ni el 30 por ciento en la población, y que mejor que no contestar con cifras que desmientan, mejor, culpar a otros, señalar, y volver al mejor truco, polarizar.

Mientras más extrema se vuelva la arena pública, más adeptos se ganan y menos se razona, la gente tiende a alinearse más a su esfera de opinión, no se genera debate si no enfrentamiento, lo que sin duda debilita la conversación.

Podría parecer cosa menor, pero que alguien con la investidura de primer mandatario sea capaz de orientar y dirigir calificativos a quien lo cuestiona o no comparte su acción de gobierno con él, en otros tiempos sería imposible de dejar pasar, pero hoy se disfraza y se acepta como parte de esa persuasión.

Quien maneja la conversación, orienta la credibilidad, y crea la realidad en redes, genera palabras que trascienden y adquiere significado como “fifí”, que antes se usaba para referirse a alguien rico, pero que desde este gobierno se usa para denominar a la prensa que de acuerdo a la postura del presidente “es vendida o parte de la mafia del poder.”

Tratar de dividir el ejercicio de una vocación, profesión y carrera como el periodismo a la simpleza de fifís o no fifís es un digno ejemplo de lo que no puede pasar.

A nadie le conviene una prensa sometida o inanimada a la acción del gobierno, pero menos, un periodismo más débil de lo que ya está, no, a nadie le conviene que la figura de un periodista se simplifique de esa manera, porque a la larga matará la posibilidad de una prensa crítica, esa que nos ayuda y fortalece nuestro derecho a pensar diferente en un país como el nuestro.

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Twitter: @Jorge_RosasC


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Jorge Rosas

Bajo la Rosa