El famoso tostador y molino "Café Elvira"

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El famoso tostador y molino "Café Elvira"

Domingo, 13 Octubre 2019 00:14 Escrito por 

Historias de Familia:

Hoy hablaremos de un hombre probo en trabajo y honestidad; fundador junto con sus hermanos del famoso tostador y molino Café Elvira, don Emilio Montes de Oca Hidalgo.

Hijo de don José Montes de Oca Velasco y de Margarita Hidalgo Fuentes, nació en Lerma el 14 de Diciembre de 1911; sus hermanos fueron: Elvira, Carmela, José, Lolita, Policarpo y Margarita.

Emilio, desde joven se distinguió por su vocación al trabajo, a tal grado que su padre en ocasiones casi lo tenía que obligar a que tomara un descanso. Una de sus actividades, siendo soltero, fue la de lechero, una de las casas en las que repartía su producto era la de don Agustín Gasca Mireles, comerciante en abarrotes, ferretería y cerveza, que además había incursionado en la política figurando como diputado y Presidente Municipal de Toluca.

En la década de 1940 funda, junto con sus hermanos José y Policarpo, el famoso Tostador y Molino de Café Elvira, empresa en la que fueron poco a poco abriendo rutas, inicialmente solo en el Estado de México, para posteriormente ampliar sus operaciones a los estados de Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Querétaro e Hidalgo.

Gracias al trabajo en equipo junto con sus hermanos, al celo en la selección del mejor café en verde, el cuidado en los diferentes procesos de elaboración y en el trato amistoso a su clientela, el negocio creció de tal manera que en sus mejores momentos tostaban hasta 50 toneladas al mes. La marca tenía tanto reconocimiento, que los estudios de mercado realizados por la famosa Nestlé antes de introducir el café soluble Nescafé determinaron que la competencia más fuerte que tendrían en la zona sería Café Elvira.

El estilo empresarial de los hermanos fue un tanto cuanto especial; la constante era el trabajo, en cuanto al reparto de responsabilidades no existía una estructura formal, cada quien hacia lo que sentía que le correspondía, y en cuanto al reparto de los beneficios sucedía algo parecido, cada uno tomaba del “agarramos” lo que sentía lo que le correspondía, siempre con medida y sin "sangrar" las finanzas del negocio.

Era una empresa con una filosofía como algo socialista, todo era de todos. Algunas veces si un hermano compraba una estufa o un refrigerador, compraba otros dos para los hermanos. Hubo ocasiones que si un hermano compraba un bien inmueble lo escrituraba a nombre de los otros hermanos.

Los buenos resultados de Café Elvira dieron origen al establecimiento de negocios de diferentes giros: compra-venta y reparación de maquinaria pesada, compra-venta de abarrotes.

Don Emilio en su faceta de empresario impulso el crecimiento comercial de algunos de sus clientes, lo anterior fue conocido porque estas personas amablemente lo comentaron, después del fallecimiento de don Emilio; él en vida nunca hizo comentario de las ayudas que brindó (ser humano bajo perfil y discreto).

También fue muy creativo; siempre le gustó hacer todo lo que él pudiera hacer; compró un lote de jeeps, como deshecho de guerra, y junto con sus hermanos los arreglaron así como también llegó a montar la caja sobre el chasis de uno de los camiones de reparto. Diseñó máquinas para soldar bolsas de polietileno. Para la loza de su casa se le ocurrió utilizar rieles, el piso de las bodegas de su negocio él personalmente las asfaltó; las goteras que de repente aparecían él mismo las reparaba con una mezcla de su creación. Compró una yegua para sus hijos, y les enseñó a como darle cuerda, o picadero a alimentarla para que su pelo se convirtiera brilloso y que sus ancas pasaran de pollo a partidas.

En 1985 se levantó una edificación de 10 metros de altura en dos plantas para albergar las instalaciones de la empresa “Abarrotes Selectos” y el intervino en todas las etapas de la construcción, lo mismo como carpintero armando cajones de madera para el colado de columnas y trabes, al igual que el fierro cortando alambre y alambrón y amarrando varillas para armar las columnas a 10 metros de altura; también de chalan acarreando grava y arena en botes, y como albañil aplanando pisos.

La mano que tenía para la jardinería era sensacional, prácticamente cualquier planta que sembraba sin importar sus condiciones, retoñaba. Diseñó un sistema muy simple para recuperar el agua de lluvia en su casa y en sus negocios.

Su apetito, y sobre todo el gusto con que comía era proverbial. No había invitado a su mesa que fuera capaz de negarse cuando don Emilio le servía una segunda ración.

Emilio padeció un infarto y le fue prohibido consumir una copa de tequila, o cualquier aperitivo a la hora de la comida, el mismo diseñó su propio programa de rehabilitación, después de seis meses regresó al trabajo y poco a poco empezó a desarrollar mayores esfuerzos físicos a tal grado que un fin de semana cambio 3 mil latas de chiles de 3 kilogramos cada una de una esquina a otra de la bodega. Un día dijo que el vino tinto no era licor, así que durante mas de 15 años consumió una botella diaria de vino, la mitad en la comida, una copa a media tarde y otra en la noche con la cena.

Fue una persona con un carácter fuerte, y de un temperamento en ocasiones muy explosivo. Aparte de trabajador don Emilio fue ahorrativo en extremo, guardaba de todo, para ocuparlo cuando fuera necesario, y normalmente encontraba en qué usar lo que guardaba. Sin embargo así como sabía ahorrar, cuando se le ocurría ser espléndido para con los suyos también lo sabía ser; en 1955 compró su primer auto, un impresionante Packard de 8 cilindros, casi una limosina. En 1968 realizó con 12 miembros de su familia un viaje de dos meses por Europa y Estados Unidos. Más de una vez compró terrenos y se los obsequió a sus hijos y sobrinos. Con el tiempo resultó claro que el dinero no le importaba, al fallecer no tenía bienes, 5 años antes de su partida, poco a poco los fue repartiendo.

Un día, a sus 87 años, decidió que ya era tiempo; dejó de ir al negocio, y se preparó para su partida; en una ocasión en que estaba siendo peinado por uno de sus hijos, este se dio cuenta que Don Emilio tenía nuevos cabellos y además negros, entonces le comentó: “oye Pa, voy a tomar nota de todo lo que estás comiendo y de todas las medicinas que estás tomando, para encontrar la fórmula y patentar un producto que haga crecer el cabello y además negro”, a lo que respondió don Emilio: “déjate de tarugadas, mejor patenta un producto para que mi socio pueda ponerse 'firmes' con solo pensarlo como cuando tenía 50 años”.

El ingenio le acompañó hasta el final.

Su funeral fue diferente, inusual. No hubo lágrimas. Fue una reunión agradable, relajada, casi se pudiera decir que hasta feliz, como a él le hubiera gustado. Sus nietos que salieron con talento para la guitarra y la bohemia, estuvieron amenizando el velorio con música y cantos. Hubo dos momentos de gran carga emocional, uno al final de la misa de cuerpo presente cuando su nieto Víctor Manuel cantó “Mi Viejo, Mi Amigo”, de Piero, y de Roberto Carlos; y el otro cuando sus nietos detuvieron la carroza fúnebre al llegar a Café Elvira, y abrazados todos entonaron una muy sentida porra para su ABUELO EMILIO. A los asistentes se les obsequio este bello cuento:

“Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas, una junto a la otra. Quienes saben oír lo que las tumbas dicen escuchan estas voces:

Yo viví muchos años, pero esos años no los supe vivir. Como viví tan solo para mi no viví bien. Nadie me quiso, a lo mejor porque a nadie quise yo. Fuí indiferente a todo, y por eso mi muerte no significó gran diferencia. Ahora estoy aquí muerto, muerto del todo. Me parece la mía mucha muerte para tan poca vida.

Yo viví como si cada día fuera toda una vida. Amé a mucha gente y algunas me amaron a mí. Gocé del pan y del vino. Acepté el sufrimiento igual que la alegría, pues ambas son parte de la vida. Al final tuve tantos recuerdos que no podía recordarlos todos.

Ahora estoy aquí, dicen que muerto. Y me parece la mía poca muerte para tanta vida.

Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas. Pero una es más tumba que la otra…….”

Pues bien el lechero que entregaba la leche en casa del Presidente Municipal de Toluca, don Agustín Gasca Mireles se casó con su hija Carmelita, con la que procreó a sus hijos Agustín, José Luis, Abraham, Alejandra, Emilio, Jorge y Luz María Montes de Oca Gasca, formados con el ejemplo de valores y principios que guiaron su vida de sus padres.


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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad