Capitalismo Electrónico-Informático: Tecnología de la información y ruido social

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Capitalismo Electrónico-Informático: Tecnología de la información y ruido social

Domingo, 13 Octubre 2019 00:12 Escrito por 
Capitalismo Electrónico-Informático: Tecnología de la información y ruido social Capitalismo Electrónico-Informático: Tecnología de la información y ruido social

¨La evolución es información, son palabras, instrucciones. … Si queréis entender la vida, no penséis en sustancias gelatinosas y masas de materia palpitantes y vibrantes, pensad en la tecnología de la información¨.

Eso afirma James Gleick, en su interesante libro de 2011, La información: historia y realidad.

Efectivamente, si queremos entender lo que está sucediendo en el mundo es necesario considerar la acelerada evolución del importante papel ejercido por las tecnologías de la información y sus aplicaciones en los medios de comunicación electrónicos a nuestras vidas y sociedades en el mundo actual.

Como señala Gustavo Linz Ribeiro, académico de la UAM-Lerma en su interesante ensayo disponible en internet, ¨El precio de la palabra: la hegemonía del capitalismo electrónico-informático y el googleísmo¨, la mercantilización de las palabras, el mercado global virtual, la “economía de la carnada” y la “economía del me gusta y del clic” son formas de producir ganancias que resultan cruciales para comprender el rápido crecimiento de algunas de las principales compañías de nuestros tiempos y su impresionante crecimiento en los mercados financieros (algunas hasta intentan crear sus propias criptomonedas, como Libra que encabeza Facebook, mediante la participación y supervisión de más de 27 grandes compañías).

El conjunto de mensajes intercambiados por individuos de una sociedad mediante numerosas aplicaciones va en aumento en forma exponencial y, con ello, los medios de control y vigilancia se han multiplicado con la fantástica capacidad de las nuevas herramientas.

Baste un dato reciente sobre el consumo de datos en México en dispositivos móviles, que se duplicó durante el segundo trimestre de 2019. El consumo promedio por usuario en México fue de 2 mil 542 megabytes (MB) mensuales, 96.9 por ciento más que en el mismo periodo de 2018, cuando fue de mil 291 MB, reveló The Competitive Intelligence Unit.

El lado negativo de esta explosión informativa gira alrededor de la posibilidad de que la libertad individual sea limitada mediante la manipulación informativa que usan los nuevos medios para influenciar las decisiones de las personas y obtener, conservar y aumentar el poder de un grupo social o empresarial, o del mismo gobierno. Por supuesto, también la criminalidad cibernética que crea una nueva problemática al falsificar identidades, robar datos financieros, etc.

Asimismo, el orden de los resultados de búsqueda puede tener consecuencias políticas y se ha mostrado que los algoritmos de Google o Facebook pueden tener un cierto sesgo y las búsquedas pueden ser manipuladas con frecuencia por expertos en tecnología de cualquier tendencia o nacionalidad (recuérdese la intervención rusa en la elección presidencial pasada).

En 1948, el ingeniero Claude Shannon, padre de la teoría de la información, afirmaba que desde el punto de vista técnico lo fundamental de la comunicación es la reproducción exacta o aproximada en un determinado punto de un mensaje elegido a otro punto. Lo que impide que esta transmisión física sea perfecta es lo que se ha llamado ¨ruido¨, entropía o incertidumbre asociada a los mensajes, todo lo que perjudique la buena transmisión.

En este sentido, el exceso en la propaganda oficial y la publicidad privada son a la democracia lo que el garrote y las cachiporras en el estado totalitario.

Mucho se ha avanzado para mejorar la transmisión en las comunicaciones, pero debido a la creciente cantidad de mensajes de todo tipo que circulan en las redes electrónicas puede decirse que el principal problema de la comunicación ya no es la fidelidad de la transmisión sino, por un lado, la relevante selección de la abundante información y, por el otro, la veracidad de los mensajes.

El problema que queda es ¿Quién se encarga de seleccionar? Al momento son las grandes compañías encabezadas por el monstruo digital de varias cabezas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft).

Cuando alguien googlea una palabra y el resultado de la búsqueda aparece en la pantalla, quien buscó no sabe que la clasificación de lo que aparece está económicamente estructurada. El orden jerárquico se subasta y los ofertantes compran prioridad y visibilidad. En la actualidad, puede existir una expresión como word mining —literalmente, minería de palabras— porque hay un mercado de palabras clave y porque el precio y el poder clasificatorio de las palabras varía según su frecuencia y el poder económico que subyace en ellas.

De hecho, la minería de datos depende mucho de los algoritmos y aquí es donde los matemáticos se suman a los ingenieros y la ciencia se fusiona una vez más con la dinámica industrial. Nicholas Diakopoulos describe así el poder de los algoritmos en la vida actual (algoritmo: serie de pasos en computadora que se dan para resolver un problema particular o alcanzar un resultado definido):

¨Vivimos en un mundo donde los algoritmos, y los datos que los alimentan, son los árbitros en una gran cantidad de decisiones de nuestras vidas: no sólo los motores de búsqueda y los sistemas personalizados de noticias online, sino también las evaluaciones educativas, el funcionamiento de los mercados y de las campañas políticas, el diseño de espacios públicos urbanos, e incluso la forma en que se administran servicios sociales como la seguridad social y la seguridad pública. Pero los algoritmos pueden cometer errores y operar con sesgos. La opacidad de los algoritmos técnicamente complejos que operan a escala dificulta su escrutinio, y ello produce una falta de claridad para el público en lo que respecta a la forma en que ejercen su poder e influencia¨.

Estas nuevas grandes compañías cuasi monopólicas en algunos casos son un ejemplo emblemático del capitalismo electrónico-informático y sus tecnologías. Estas innovaciones tecnológicas son mucho más que máquinas, aparatos o sistemas y se han convertido en formas de estar en el mundo, algunas conflictivas con modos anteriores de existencia, que están cambiando el curso de la historia humana. Véase un ejemplo reciente concreto en el México de hoy en la protesta de los taxistas tradicionales por la creciente participación de compañías que usan aplicaciones digitales como Uber, etc, para proporcionar servicios de transporte.

Estas innovaciones generan nuevas actividades y diferentes modelos de relaciones laborales, gerenciales y productivos, nuevos discursos y también nuevas visiones de la sociedad que requieren grandes ajustes en los modos de producción y de consumo, de almacenamiento (archivos) y de distribución de seres y cosas. Estos nuevos procedimientos se exportan a otras actividades económicas y se difunden como panaceas de la vida económica, social, política y cultural.

En esta era digital el número de usuarios conectados a internet se incrementa de manera exponencial. Google cuenta con más de 1,000 millones de usuarios en el mundo, un 14% de la población total mundial. Si a esto sumamos a Facebook, la cifra podría alcanzar hasta el 40% de la población ya que no sólo es la red social.

A Google y a la empresa de Zuckerberg hay que sumarle otras redes que han comprado recientemente. Google empezó en 1998 como un motor de búsqueda y de manera gradual fue incorporando otra serie de servicios: Gmail (2004), Google Maps (2004), Google Earth (2005), Google Chrome (2008) y otros productos, muchos comprados por la compañía, como Waze y YouTube. Google Street View, una extensión de Google Maps, pretende ser una cristalización virtual del mapa de Jorge Luis Borges, un mapa del Imperio cuyo tamaño es el tamaño del Imperio. Pretende ser un panóptico virtual global de fácil acceso.

Facebook adquirió Instagram, aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp y Facebook Messenger; así como su reciente incorporación a empresas que desarrollan tecnología de reconocimiento facial, compañías de fotografía, programación y de desarrollo de dispositivos. Algo similar sucede con Apple, Microsoft y otras que adquieren nuevas aplicaciones para mejorar sus servicios o eliminar posible competencia.

Esta economía digital se basa también en el descubrimiento de nuevos recursos económicos —como la mercantilización de la palabra por Google— y en la apropiación, global, del conocimiento y el trabajo gratuitos de sus usuarios (que ya no son meros consumidores sino que participan ofreciendo sus datos voluntariamente), de las acciones de sus usuarios que son la materia prima informativa transformadas en fuentes gratuitas de valor, lo que se llama la economía de la carnada, que se subdivide a su vez en la economía de los enlaces, los clics y el me gusta (no hay la opción de No me gusta).

Jeff Jarvis, un empresario de internet, en su éxito de ventas ¿Qué haría Google?, entre las reglas de la “nueva era” incluye la muerte del mercado de masas, ahora reemplazado por la masa de los nichos; la sustitución de la mercadotecnia tradicional por la conversación como la nueva habilidad de las organizaciones, y lo que es más interesante, afirma que permitir que los “clientes colaboren con usted —en la creación, distribución, mercadotecnia y soporte de los productos— es lo que crea una ventaja en el mercado actual” .

El término apertura se ha convertido en una palabra clave en el desarrollo de la economía digital. En México se estima que existen más de 70 millones de personas conectadas a la red y se espera que en los próximos años esta cifra cubra casi la totalidad de la población.

Con este aumento constante de la información disponible, de todo tipo, por todas partes lo verdadero se cruza con lo falso (la llamada posverdad). Ante este dilema moral a los individuos, los grupos y las sociedades no les queda otra opción que enfrentar la información mediante dos estrategias o actitudes simultáneas: 1) la APERTURA a mensajes deseados y, 2) el CIERRE como defensa contra la sobrecarga de información transformada en ¨ruido¨ social que perjudica la buena comunicación (aunque la negación o cierre del libre acceso a los servicios puede significar que se desperdicie algo de la creatividad que hay en la multitud virtual).

Mientras se discute si compañías como Google o Facebook explotan o no la información de sus usuarios, cada cual deberá decidir a cuál información se abre y a cuál se cierra, cuál es la información personal que quiere ofrecer abiertamente y cuál no.

Utilizando los avances disponibles hoy en día de las tecnologías de la información para filtrar y seleccionar la misma, a final de cuentas la decisión de cuál información le es útil y cuál no, es suya.

Como dice Ribeiro. ¨En el interior de lo que llamo la economía de la carnada, la publicidad y la recomendación personalizada que emergen de una red son las fuerzas que operan tras la seducción de los consumidores. El objetivo a largo plazo es prever los intereses de los consumidores. En resumen, una vez que uno está enganchado en una plataforma de redes sociales, cada uso de un botón social, comentario, foto o video publicado es trabajo gratis para estas corporaciones y significa que uno les está ayudando a convertirse en monopolios del capitalismo electrónico-informático. En la economía digital, el motor principal es el trabajo no remunerado de los usuarios. En este universo, el huésped ignora al parásito o no se preocupa por él¨.

De hecho, la noción de privacidad está cambiando de manera radical con las nuevas dinámicas creadas por el capitalismo electrónico- informático. Además, estas compañías tienen la capacidad de esconder la fuente de sus ingresos. También hay una cuestión política en juego por lo que se refiere a las relaciones que median entre estas empresas de recolección de información, la élite política y los aparatos de seguridad de los países que, para bien o para mal, excavan y acumulan nuestros datos para sus propios fines.

En sus manos está decidir qué hacer con la información, dentro de los límites que impone la economía digital. A su costa y riesgo, advertiríamos.


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Javier Ortiz de Montellano

Articulista invitado