Por un Frente Revolucionario Fiscal

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Publicado en Opinión

Por un Frente Revolucionario Fiscal

Domingo, 19 Julio 2020 10:27 Escrito por 
Por un Frente Revolucionario Fiscal Los Sonámbulos

***A la memoria de Evelia Barrón Venegas, periodista y amiga,
y un fuerte abrazo solidario a sus familiares

Las cifras corresponderían a un “thriller fiscal” de no ser porque son parte de los resultados de auditorías por evasión de impuestos de “grandes contribuyentes” y del reciente Censo Económico difundido por el INEGI, donde la economía informal avanza imparable y constituye otro boquete para las ya menguadas arcas públicas.

Esto confirma la sospecha de que sólo financieros y corredores de bolsa han elevado plegarias constantes a su santo patrono, San Mateo, pues en cada crac especulador y estafa cargan la maleta merced a rescates oficiales, mientras los recaudadores de impuestos, caracterizados además por ser malos administradores de los mismos, parecen solicitar la intercesión de santos equivocados, particularmente la de san Ginés de Roma, protector de humoristas y actores.

Pues bien, el hecho es que durante el último sexenio neoliberal (2012-2018, con Enrique Peña), las autoridades estimaron, conservadoramente, que la evasión fiscal de la economía formal, con sus “grandes contribuyentes”, superó los 4.1 billones de pesos.

Tan sólo en el 2018, año de jaloneos electorales por cierto, la sangría al erario alcanzó Un billón 073 mil millones de pesos. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) detalló en un reporte el boquete: los “grandes contribuyentes” no pagaron 619 mil 622 millones en impuestos pero el Sistema de Administración Tributaria (SAT) les devolvió, todavía, 297 mil 629 millones de pesos a 11 mil 696 “grandes” y otros 906 recibieron beneficios por compensaciones por 156 mil 734 millones de pesos.

En otras palabras, no se aportó a la hacienda pública más de la quinta parte del presupuesto anual del gobierno federal (alrededor de más de 20 por ciento), que ese año fue de 5 billones 236 mil millones 400 mil pesos, según lo autorizado por el Poder Legislativo.

Por otro lado, en los resultados definitivos de los Censos Económicos 2019, difundidos por el INEGI en días recientes, se dio a conocer que con 6.3 millones de establecimientos, que ocupan a 36 millones de personas, el 62.6 por ciento son informales y 37.4 formales.

Ese poco más de 62 por ciento de economía informal genera el 22.5 por ciento del PIB, es decir, poco más de 5 billones de pesos (la mitad de la deuda pública del 2019, estimada en más de 10 billones 559 mil 678 millones de pesos), cantidad que sirve de referencia para colegir el tamaño del boquete fiscal.

Por ejemplo, nada mas por la tenebrosa aplicación del “outsourcing”, vía para evadir el fisco (ISR, principalmente) y no pagar prestaciones a los trabajadores, en el 2018 el agujero se estimó en unos 470 mil millones de pesos.

Si se suma la informalidad de cuello blanco y la informalidad a secas, tenemos entonces que no es un agujero, sino un enorme y profundo pozo fiscal que ha venido dejando sin maniobra al gobierno en materia de gasto público.

Por eso, eso que se conoce como “espacio fiscal”, es decir, los recursos de que dispone el gobierno (restados los gastos comprometidos -deuda, pensiones y otros- de los ingresos) para inversión pública (escuelas, carreteras, hospitales y otros servicios) se han reducidos en los últimos años hasta quedar en un miserable 2.4 por ciento del PIB para este 2020 (en el 2018 todavía representaban 4.2 de ese indicador).

En otras palabras, lo que queda de “espacio fiscal” es casi lo mismo que se canalizó al pago del servicio de la deuda púbica en relación con el PIB en el 2019: casi 2.7 por ciento (666 mil 478 millones de pesos).

¿Qué carajo de país puede hacer nada con esto? Ninguno.

Por eso la necesidad no de “reformitas estructurales”, austeridades mendicantes o incluso forzados “pases de charola” en la alta y mediana burocracia para atender contingencias, sino de un frente revolucionario fiscal que vaya contra la nociva dualidad: la informalidad a secas, eliminando el “exceso de gobierno” (trámites burocráticos no exentos de corrupción, donde los inversionistas terminan siendo socios de la autoridad local o estatal), y la “ausencia de gobierno” en la informalidad de cuello blanco, incluidos financieros y especuladores, esto con el establecimiento, al menos, de una tasa tipo “Tobin”, pequeña, para tranquilizar su constante y depredador nerviosismo.

“Hora” de organizar “frentes” para rescatar al país de reales calamidades y presuntas amenazas, el fiscal es un imperativo que demanda una verdadera revolución desde hace varios años, buscando eliminar también la comodina y convenenciera “pereza fiscal” de los gobiernos estatales y de los municipales, más dados a estirar la mano que a procurar sus respectivas haciendas públicas.


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Jesús Delgado

Los sonámbulos