Desastres más frecuentes y severos
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Publicado en Opinión

Desastres más frecuentes y severos

Lunes, 14 Julio 2025 00:15 Escrito por 
Sin Riesgos Sin Riesgos Hugo Antonio Espinosa

Las montañas del Estado de Guerrero, las más próximas a la costa, han sido golpeadas frecuentemente por ciclones tropicales en los últimos cincuenta años. La memoria de su población, en su mayoría en condición de pobreza, guarda recuerdos de devastación, impotencia y desamparo tras las calamidades hidrometeorológicas que la han golpeado, dos o tres veces por década.

Una de las más recientes fue cuando el huracán Paulina, entre el 6 y el 10 de octubre de 1997, devastó casi 5,000 hogares y dejó sin vida a casi 400 personas en diversas poblaciones aledañas al puerto de Acapulco; inundaciones súbitas y deslizamientos de tierra fueron los agentes destructivos principales. La inmensa cantidad de agua que cayó el 9 de octubre de ese año (411 mm de lluvia en 60 minutos) rompió el récord histórico en la zona. Ese día, en cinco horas, cayó la tercera parte de la lluvia promedio anual, según datos de la Conagua.

Paulina trajo consigo más agua que el huracán Dolores, en 1974 (384 mm), y Gilberto, en 1988, en Yucatán (350 mm). Como puede apreciarse, los fenómenos climáticos extremos y atípicos no son nuevos. Sin embargo, la periodicidad de su ocurrencia solía ser más extendida en el siglo pasado. Hoy el periodo entre un fenómeno y otro se ha venido reduciendo en la misma zona: en 2013, la tormenta tropical Ingrid entró por el Golfo de México y el huracán Manuel por Manzanillo, en el Pacífico; los efectos de ambos fenómenos se juntaron y generaron severos daños en Guerrero, donde el acúmulo de agua afectó y dejó un saldo de 157 fallecidos y 400 municipios afectados.

Apenas 10 años después de Ingrid y Manuel, en octubre de 2023, pegó Otis. El primer huracán que tocó las costas con categoría 5 —su paso de categoría 3 a 5 en pocas horas sorprendió al mundo— dejó 47 fallecidos y 60 desaparecidos. Los daños fueron muy cuantiosos en el sector turístico y, como siempre, a pie de las montañas, en zonas pobres y marginadas.

Otis inauguró una nueva época en la gestión de riesgos de desastre, a la que podríamos llamar de Repliegue, es decir, que ante los fenómenos climáticos cada vez más extremos y súbitos, el repliegue hacia el centro, ampliando la distancia entre las edificaciones y la zona de playa, considerando que en un periodo aproximado de 50 años la marea subirá considerablemente, modificará el paradigma actual de convivencia y desarrollo económico que conocemos hoy en las costas.

Los estándares constructivos serán diferentes. Ventanas anticiclónicas, estructuras reforzadas, respaldos energéticos de mayor alcance, sistemas de distribución de espacios adaptados... son cambios que la transgresión de la naturaleza, la sobreexplotación de los recursos y el desarrollo caótico que hasta hoy hemos generado nos forzará a repensar todos nuestros hábitos.

Lo sucedido en Texas, Estados Unidos, el 4 de julio reciente, fue inaudito: en menos de 45 minutos el río Guadalupe se desbordó y se elevó más de 8 metros de su nivel normal, dejando más de 100 fallecidos, entre estos, un grupo de niñas que disfrutaban de un campamento y, cuando todo esto ocurrió, estaban dormidas y no tuvieron oportunidad de salvarse. El río Guadalupe sufre de inundaciones aproximadamente cada 10 años, según un reporte reciente. ¿Cómo saber cuándo va a volver a suceder?

Los cambios de la naturaleza y su descomunal fuerza son ahora tan repentinos que las medidas preventivas deben ser más extremas y la capacidad de respuesta más inmediata por parte de los cuerpos de emergencia. Todo ello implica inversión, planeación e inteligencia, pero no artificial, sino humana. Esto es Protección Civil. ¡Que su semana sea de éxito!

Hugo Antonio Espinosa

Funcionario, académico y asesor en gestión de riesgos de desastre
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