Un hallazgo en mi vida

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Un hallazgo en mi vida

Lunes, 06 Abril 2020 00:08 Escrito por 
Un hallazgo en mi vida Con singular alegría

Sartori dice: El lenguaje no solo nos permite hablar sobre cosas, nos permite hacer que sucedan. Y esto es una verdad universal. En la Biblia, se desviven en comunicarlo mil y una veces. Y sí lo creo. Todo empieza por establecer una comunicación hacia quien nos pueda entender. Y eso empieza por nosotros mismos. Pienso lo que quiero que suceda. Y así, viajo en el tiempo. ¿Se llama lo que me pasa ‘serendipia’? ¿O viajes cuánticos? No lo sé. Pero me pasa. La observación genera datos: el cerebro tiende al orden. Me la paso hablando conmigo.

Dominio el soliloquio. Me sale más que perfecto. Y ésta que les cuento, es una historia de serendipia. Verán:

Dentro de las enfermedades del alma, la drogadicción es la más triste que el ser humano pueda conocer. El alcoholismo y la fármaco-dependencia igual. Pobres de los pobres que se enfrentan a alguna éstas tres. Juntas, son el acabose. Quienes las venden no son delincuentes, son homicidas. Quienes las consumen, suicidas. Cualquier dependencia de éstas, deshace familias completas.

Un día me levanté para saber de qué sería capaz, para lograr un objetivo: elaborar programas que en verdad pudiesen llevar a las personas a ‘entender’ qué hacer para abolir de raíz este problema nacional. Llamar la atención de gobernantes que en realidad lo pudiesen ‘agarrar por los cuernos’ y entrarle al problema. Toqué muchas puertas, y por milagro de Dios, me encontré a un ser humano de excelencia: el Pastor Reynaldo Rodríguez. Blanquito, estudioso, entendido, inteligente y digno…

Casado con Paty, tres hijos. Esto no sería algo excepcional, si él mismo, no hubiera pasado por una situación catastrófica, cuando era adolescente y vivía en el “Barrio bravo de Santa Ana”, en Toluca. Allí aprendió a andar con la banda y vivió situaciones extremas.

Reynaldo fue un hallazgo en mi vida. Con él aprendí que quien quiere, puede. Que quien tiene ganas, lo consigue. Que quien se ama, puede amar a otro. Y que quien tiene valor para arriesgarse, es un afortunado. Así que lo vi, lo aprendí y lo seguí. Así lo recuerdo siempre.

Un día hizo una Congregación Cristiana, y yo estaba allí. Luego me platicó que iba a predicar a los “Penales” de media seguridad, pero más que nada, les hablaba del amor que debe tener el ser humano para terminar con esta enfermedad. Ha seguido por años enteros en muchos, ahora enseñando el libro de Gerardo Paz: “México, País de Valores”.

Su madre me platicaba: “Oro a Dios y veo milagros. Hace muchos años, dice, y en situaciones verdaderamente extremas en donde veía a mi hijo muy mal, siempre dije: mi hijo es un Pastor valiente y esforzado que les habla a los más necesitados de las maravillas que hace el Creador”. Y sin lugar a dudas, Dios tiene promesas y las cumple. El lenguaje tiene poder: nos permite hacer que las cosas sucedan.

La petición a Dios para todos los mexicanos, en este momento de vida, es inminente. Para todos.


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Gilda Montaño

Con singular alegría