Celebrar para vivir

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Publicado en Opinión

Celebrar para vivir

Martes, 21 Diciembre 2021 00:33 Escrito por 
Jorge Olvera García Jorge Olvera García Inventario

“¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, ¡y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar!”

Charles Dickens

Aún con los problemas de cada día o con los vividos durante el año, en muchos hogares la temporada navideña sigue siendo motivo de reencuentro, de abrazos largos y buenos deseos. La generosidad y la solidaridad se confirman entre familiares y amistades, requiriendo siempre una disposición especial del ánimo, pues como bien lo dijo el expresidente estadounidense Calvin Coolidge: “la Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente.”

Recuerdos de mi infancia me muestran aquellos días en que la costumbre era cerrar las calles para celebrar la Posada, hacíamos las piñatas de barro, con engrudo y “papel de China”. La algarabía de la niñez no sabía de las carencias o de las necesidades económicas, todo era feliz juego y una intuida devoción hacia lo que se nos inculcaba con la celebración misma.

Ahora mismo me llegan los aromas de las guayabas, las mandarinas y del ponche que preparaba mi madre con los ingredientes adquiridos en el Mercado Juárez; el olor a noche fría se colmaba con los sabores de los tejocotes, las cañas, las papas rojas, las naranjas… ah y el inigualable olor de los dulces de colación con su cacahuate adentro.

Qué felicidad al cantar “dale, dale, dale…”, a la piñata, junto a la luminaria encendida en la calle, era un conjuro contra el estremecedor frío invernal de Toluca, era el cántico de la pandilla de amigos, no sin antes recetarnos las letanías y los cantos de los Peregrinos al pedir Posada: “Eeen el nombre del cieeelo, ooos pido posada”, qué feliz infancia vivida en un momento que se esperaba todo el año.

Dijo Serrat: “…mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”, la mía, es esa memoria de lo vivido en las calles de la colonia Américas, donde todos nos uníamos y jugábamos entre las pelotas de fútbol y las piñatas, no sabíamos ni nos importaba qué familia tenía más o menos dinero, todo se sintetizaba en la fiesta, en la Posada que nos igualaba, en el abrazo y el jolgorio.

Recuerdo que los “grandes”, los adultos, espantaban también el frío con el sabor del ponche con “piquete”, los chicos corríamos con las luces de Bengala que iluminaban decenas de ojos sonrientes en las caras mugrosas; esa era la niñez de quienes vivíamos las fiestas bajo el amparo de la luz tenue del poste que fenecía por su desgaste, así como va muriendo la tarde para dar paso a la noche.

Las antiguas vecindades de la colonia, con olor a viejo y su pileta en el centro, lucían la ropa tendida que se unía a los papeles multicolores que hoy relaciono con nostalgia y me recuerdan la fiesta como la describe en su canción el catalán “… gloria a Dios en las alturas recogieron la basura de mi calle ayer a oscuras y hoy sembrada de bombillas…”

Esa nostalgia me aviva y me lleva a invitar a ustedes, amables lectores, a pasear una y otra vez en esta amada ciudad, donde el frío es parte de nuestro ser en Navidad; devolvamos a esta ciudad, cada vez más grande y a veces con menos rostro, ese gusto de dar espacio a la alegría, a la unión, a esos momentos en los que estaremos sembrando nuevos recuerdos para las niñas y niños de hoy, logremos que sus miradas se encuentren sin más preocupación ni ambición que la ilusión de cantar, de reír y, por supuesto, de quebrar ese barro envuelto en papel y llevarnos a casa una buena jícama ganada a ley entre esa inigualable algarabía de la fiesta popular.

Abramos la casa y el corazón al tiempo sagrado de la celebración, que celebrar es vivir. ¡Felices fiestas!


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