El pensamiento crítico, la posición o la visión que pone en tela de juicio algo, aunque no sea del gusto de las personas encumbradas en el ejercicio del poder (y de la riqueza) ha permitido que las naciones, las culturas, las ciencias y los individuos mejoren. Si todo cuanto se expresa, está en el mismo cauce de quienes conducen el timón, las posibilidades de mejorar se reducen.
A los grupos o consorcios que llevan el navío no les gusta que se les corrija ni con la más tímida hebra; únicamente esperan siseos, cumplidos, adulaciones, loas, admiración, embelecos a granel --porque para eso están donde han llegado. Peligro si se opina desde un recodo distinto, porque ipso facto, el habla discordante será etiquetada como furtiva o enemiga. ¡Lo mismo se trate de ideologías de izquierda, centro o de derecha, eh!
En el plano de lo político-social, han sobrevivido arterias que han arropado de manera clara, escondida o veleidosamente la crítica en torno al statu quo. Se trata de la capacidad que tenemos para descubrir, deslucir, descobijar, destapar, desnudar, desencantar, desdecir, desesperar, desenredar, desentender (bella colección de prefijos “des”) aquello que con denuedo otros han pretendido cubrir, hacer, creer, lucir, cobijar, tapar, anudar, encubrir, urdir, decir, ocultarnos, postergar, enredar, obligar… ¡Qué mejor hacerlo a través de lo que nos prodiga el humor! Como recurso comunicativo, el humor se sabe nieto de la Verdad e Hijo del ingenio y de la alegría. Dedicaré más espacio a este tema en las siguientes partes de esta colaboración.
El pensamiento filosófico, las obras literarias de distinto género, así como el teatro, la prensa escrita, la pintura, el dibujo y, su correlato menor, la caricatura, la música (y sus cantautores), la televisión y, más recientemente, el arribo de internet, han multiplicado las opciones para que la crítica marche por el sendero de lo político-social, pero también sobre la ciencia.
Ni el reiterado patricio y Benemérito de las Américas, Benito Juárez (nada más estuvo 15 años en el poder) ni su sucesor Sebastián Lerdo de Tejada (con apenas 4 años como presidente, tuvo la tentación de reelegirse por un periodo más), y menos aún Don Porfirio Díaz (conocido como: San Perfidio o San Perpetuo, por sus más de 30 años disfrutando la Presidencia de México); habrían aguantado la acidez de lo que hoy se deja ver en los medios de comunicación y en internet. Las bartolinas, al estilo de la cárcel de Belén, estarían atestadas con muchísimos caricaturistas de esta época, si ellos existieran. A la hostia, hostia, y al vino, vino.
Juárez apenas padeció las embestidas del Semanario La Orquesta; publicación en su contra, pero recibió de ellos férreos apoyos contra el clero y de cara a la intervención francesa. No se podía esperar más. Lo cierto es que Juárez también almorzaba sus “aguacatitos” con las publicaciones del semanario San Baltazar, en tanto dicha impresión en papel se ilusionaba con que Porfirio Díaz fuese electo presidente de México. También el militar y presidente que murió en París se enfurecía por los cómics que circulaban en la edición de El padre Cobos. Sus críticos acérrimos eran Alejandro Casarín y Jesús T. Alamilla.
Hoy, a través de la publicación y circulación de: libros, reportajes, noticiarios, noticias, columnas, revistas, entrevistas, caricaturas, memes, series o videos, se critica o se manda al cadalso mediático a quienes gobiernan desde las altas o bajas esferas del poder político. Lo peor es que actualmente dichos materiales o contenidos siguen y se mantendrán vivos en la red de redes hasta el fin de los tiempos, con todos los dimes, diretes, secretos, groserías, estafas y dislates. Internet, como Gran Hermano orwelliano llegó para quedarse. Seguiré…
Red Internacional FAMECOM A.C.
