La pasión no entiende razones, pero no justifica la violencia

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La pasión no entiende razones, pero no justifica la violencia

Miércoles, 30 Marzo 2022 00:55 Escrito por 
Jorge Olvera García Jorge Olvera García Inventario

Hace unos días, a las afueras de las instalaciones del Club Deportivo Toluca, una vez más ocurrió un desafortunado incidente de violencia, lo cual nos lleva a reflexionar sobre la persistencia y afectación de este tipo de hechos en el tejido social: “sabemos que quienes ejecutan la violencia (en los estadios) son más jóvenes que viejos, más hombres que mujeres, pero sobre todo más pobres que ricos. Quiero decir que el grado de violencia que el hombre de la calle lleva incorporado al fútbol depende siempre del grado de frustración”.

Esta afirmación de Jorge Valdano nos invita a pensar y a no perder de vista que la afición al fútbol debe ser motivo de cohesión, diversión y espectáculo, sin dejar de ser un reflejo de la vida en sociedad porque, al ser un acto humano, inevitablemente se muestran conductas, creencias, costumbres, etcétera, de quienes se involucran él: directivas, empresas, jugadores y jugadoras, profesionales y amateurs, espectadores y promotores, vigilantes y periodistas, familias y comunidades enteras.

Los actos violentos que ocurren en el contexto del futbol no pueden ni deben permitirse; más allá de justificarlos hay que denunciarlos y frenarlos con una postura de cero-tolerancia. La llamada “pasión” por el fútbol ha sido malinterpretada y mal empleada para dejar pasar la violencia, el furor, la injuria, los golpes y un odio que nada tiene que ver con el supuesto “amor por los colores”, detrás del cual suele agazaparse el agresor, el delincuente y una amplia serie de conductas violentas que no deben quedar impunes y mucho menos normalizarse.

La “pasión por el futbol” no puede amparar aviesas intenciones de lastimar e incluso matar, bajo el cobijo del anonimato que da el estar en medio de la multitud; el futbol como elemento de cohesión social, deporte y gusto de muchas personas, debe ser protegido incluso de quienes al comentarlo en los medios hacen a un lado el espíritu de la justa deportiva para dedicarse a la crítica cruel y la denostación.

Hay un elemento sociológico que conviene no perder de vista. Ser aficionado a un equipo de futbol se convirtió en una excusa para ser una persona conocida y reconocida, para asentar el sentido de pertenencia, pero también para pervertirlo: en este contexto, el acto violento, irrespetuoso y visceral se traduce en la atención del público.

Pareciera que para quienes participaron en la barbarie ocurrida en Querétaro y los que se agruparon en la puerta de las canchas de entrenamiento en Metepec, el verse en las redes sociales con piedras, palos, huevos o mantas, es una oportunidad para ser vistos y decirle al mundo “aquí estoy, mírame, existo”; una ocasión para “gozar” de esa extraña o enferma forma del prestigio.

“El fútbol es un deporte que conviene verlo participando, no como simple espectador que va a disfrutar la estética del juego, sino como un gran fenómeno, donde uno tiene que estar a favor o en contra de alguien para encontrar los resultados emotivos que busca” -vuelve a afirmar Valdano-. No perdamos de vista lo esencial: el futbol es entusiasmo bien entendido, es la vida misma en su sentido más racional sin olvidar que en lo fundamental es un gran deporte.

Líneas arriba comenté la necesidad de proteger al futbol y creo que sobre ese tema todas y todos debemos aprender más: las respuestas que debemos dar ante eventuales acontecimientos como los mencionados anteriormente, requieren capacitación, profesionalización y protocolos de actuación.

Las y los jugadores, quienes en cada declaración ante los medios sacuden las emociones entre la afición, deben tomar conciencia de su papel en la construcción y reconstrucción del tejido social, porque como decía el gran Omar Torrijos :“el rango se da por decreto, la jerarquía se conquista con actos ejemplares, la razón tiene rango, la necesidad tiene jerarquía… tiene rango quien dice vayan, tiene jerarquía quien dice síganme” y eso el futbolista lo debe entender, ya que su voz, su papel y jerarquía llegan a cientos, miles, quizás millones de personas.”

Asimismo, la profesionalización por parte de las directivas incluye la generación de protocolos de actuación frente a situaciones de violencia para salvaguardar la integridad de jugadores y empleados del Club, así como de los espectadores que incluye a familias completas y menores de edad. No permitamos que la violencia y el fanatismo se apropien de un deporte que es unión, compañerismo, respeto, emoción y pasión bien entendida.

El Club Deportivo Toluca es una institución que históricamente no ha competido con las grandes inversiones que realizan otros clubes de México e indiscutiblemente el futbol es una industria que te acerca o te aleja de la gloria deportiva en función de los vaivenes del recurso económico. Muy seguramente equipos como el Real Madrid, Manchester City, Paris Saint Germain o Juventus estarán más cerca de los objetivos deportivos que otros como Celta, Leeds United, Montpellier o Genoa -con sus gloriosas excepciones deportivas-; pero, no cabe duda en que el nivel del futbol mexicano es completamente proporcional al nivel de cultura y educación de su sociedad. La pasión no entiende de razones, pero no hay que defender lo indefendible, ni justificar lo injustificable.


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