La última pieza del rompecabezas: Del Moral

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La última pieza del rompecabezas: Del Moral

Lunes, 19 Diciembre 2022 02:40 Escrito por 
Omar Olvera Omar Olvera Articulista invitado

El año era el 2011. Con mi escasa experiencia como servidor público, fui transferido de la oriental región de Chimalhuacán, a la septentrional Cuautitlán Izcalli.

Recién cumplidos mis 22 años, en mi primera noche por aquellos rumbos, tomaba nota de una reunión entre representantes del Gobierno del Estado de México, y la Presidenta Municipal de Izcalli.

Mi expectativa era enorme. No sólo porque me encontraba frente a la alcaldesa más joven del país, sino porque el asunto que nos congregaba era un operativo de seguridad pública de altísimo riesgo. La opinión del Estado era abortarlo. La de la Presidenta era concretarlo a la brevedad posible.

Para la media noche no solo se había ejecutado con éxito, sino que la propia alcaldesa habría tenido una preponderante y activa participación en él.

«Qué huevos tiene» escuché decir entre dientes a un alto funcionario de aquél entonces.

Pocos meses tuve el honor de atestiguar el trabajo de aquella alcaldesa, pues su aguerrido carácter la llevó pronto a convertirse en candidata a diputada federal, y yo emigraría más tarde a la zona norte del Estado, San Felipe del Progreso, a donde por cierto la para entonces diputada federal, también tenía grandes y entrañables amigos.

Nunca olvidé la impresión que había dejado en mí y en mis compañeros aquella joven Presidenta.

Siete años más tarde, al otro lado de la mesa se encontraba frente a mí esa misma mujer.

Tras ser derrotada en elecciones generales — compitiendo por un escaño en el Senado —me hablaba con tranquilidad de su compaña, de lo que vivió en su recorrido por suelo mexiquense, y de cómo la gente daba por muerto al PRI.

Me hablaba del olvido y del maltrato que había sufrido la militancia — obra de unos cuantos que afortunadamente ya no están en el partido —. Me hablaba de lo que habría que hacer para recuperar el orgullo de ser priísta. Me contó del preponderante papel de las mujeres en esa misión, y del auténtico valor que habría que asignarle a la participación de los jóvenes. Con algo de coraje me dijo que deberían dejar de comportarse como políticos viejos, y permitirse ser más rebeldes. Me habló de la familia y del profundo amor que tenía por su tierra. Me habló del principio de Peter, y de lo convencida que estaba de que su destino era el servicio público.

— ¿Y qué piensas hacer?— le pregunté.

«Siento que he tenido poco tiempo, quiero terminar la tarea» me dijo con aplomo.

Seis meses después de esa charla, Alejandra del Moral se convirtió, por segunda vez, en Presidenta del PRI Mexiquense. Mi camino me llevó a encontrarme con ella en dicha encomienda. En cada reunión y acuerdo que tuve con La Presidenta — La Jefa, como le dicen con cariño y respeto sus colaboradores — fui testigo de cómo pieza tras pieza, como si se tratase de uno de los rompecabezas que tanto disfruta armar, fue logrando cada una de las cosas de las que me habló hace poco más de 50 meses, aquella determinada mujer de entonces 35 años.

Su espíritu es el mismo de aquella joven alcaldesa que vi imponer su voluntad contra todo pronóstico. Su mirada no ha cambiado, pero su experiencia ahora es avasalladora. Si usted amable lector, tiene un perfil de Facebook, puede someterse al extenuante escrutinio de las fotografías de Alejandra del Moral enfundada en chaleco rojo recorriendo el Estado de México. Si además usted es priista militante, es altamente probable que se encuentre en algunas de las miles de imágenes que dan fe del titánico esfuerzo, que a lo largo de los años ha hecho Alejandra del Moral en su trayectoria priísta.

Uno de mis maestros en la política suele decir que antes de hacer algo, hay que preguntarse el «¿para qué?», y hoy escribo estas líneas porque me parece justo dar voz a los miles de servidores públicos, militantes priístas, ciudadanos y mexiquenses que hemos tenido el honor de ver en acción a Alejandra del Moral, y que reconocemos en ella el ímpetu incansable de trabajar por aquello en lo que se cree. «No hay reto que aguante 20 horas de trabajo diario», ha dicho con insistencia.

Quienes han — o hemos — trabajado con ella, le guardan un respeto infranqueable, y una lealtad absoluta. Su jerarquía se impone más allá de un cargo, pues arrastra con el ejemplo como lo sentenciara Platón.

En el escritorio de su oficina, existe una pequeña placa orientada hacia quien la visita con la leyenda: «Si vienes a decir que no se puede, ni te sientes».

Alejandra del Moral está por colocar la última pieza en su rompecabezas, y no tengo duda de que vencerá.

Muchos tendrán su propia opinión sobre ella, sobre el PRI, sobre el Estado de México, y sobre la próxima elección del 2023. La mía es que no hay improvisación alguna en el trayecto de Alejandra del Moral, y tengo plena certeza de que será Gobernadora.

Para ella ser Gobernadora no es un capricho. Para ella ser Gobernadora no es una ambición. Para Alejandra del Moral ser Gobernadora es una misión de vida, es su pasión, su propósito, y su instrumento para hacer el bien.

No sólo será Gobernadora, será la mejor que tendremos en muchos años.

Les juego doble contra sencillo.


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Omar Olvera

Articulista invitado