El verdadero origen del Halloween y del Día de Muertos
Hay momentos en el año donde el velo del mundo se adelgaza.
Donde el aire huele a misterio y las almas parecen caminar de nuevo entre los vivos.
Durante siglos hemos celebrado esa sensación sin saber realmente por qué.
Hoy lo llamamos Halloween o Día de Muertos,
pero el origen de todo está en un tiempo remoto,
cuando los antiguos celtas encendían fuegos en las colinas
y miraban al cielo con respeto sagrado.
Ese tiempo se llamaba Samhain —pronunciado “sóuin”—,
y era la fiesta más importante del mundo celta.
No era una “noche de brujas” ni un carnaval de miedo:
era un umbral cósmico, un momento fuera del tiempo.
El punto exacto donde el verano moría y la oscuridad renacía,
la frontera entre la vida y la muerte.
EL FIN DEL VERANO: LA MUERTE DE LA LUZ
En el antiguo calendario celta, el año se dividía solo en dos estaciones:
la clara y la oscura.
Samhain marcaba el final de la luz, el último respiro del sol antes del invierno.
Era el momento de cosechar, de guardar los frutos y reunirse en torno al fuego.
El nombre “Samhain” proviene de raíces que significan “fin del verano”,
y en el irlandés moderno designa aún el mes de noviembre.
La fiesta era un gran banquete: carne, cerveza, nueces, pan y leche batida.
Pero detrás de la celebración se escondía un ritual de profundo significado.
No solo se despedía al sol, sino también a los muertos.
El pueblo creía que, en esa noche, las puertas del “Síd” —el Otro Mundo— se abrían,
y las almas podían cruzar para visitar a los vivos.
No era un tiempo de miedo.
Era un tiempo de respeto.
Los hogares dejaban comida en la entrada, las hogueras se encendían para guiar el regreso de las almas,
y los druidas vigilaban las llamas como si custodiaran el pulso del universo.
LOS DIOSES TAMBIÉN CRUZABAN EL UMBRAL
En los mitos irlandeses, incluso los dioses celebraban Samhain.
Los Tuatha Dé Danann, dioses luminosos y antiguos,
se reunían en esas fechas para tratar los asuntos del mundo.
Y en uno de los relatos más antiguos —la Segunda Batalla de Mag Tuired—,
el poderoso Dagda, dios de la fertilidad y la magia,
se encuentra en Samhain con Morrigan, diosa de la guerra, los muertos y los cuervos.
En ese encuentro amoroso, los dos polos se funden:
la vida y la muerte, la luz y la oscuridad.
Dagda y Morrigan representan el equilibrio del universo.
El uno fecunda la tierra mientras la otra custodia el reino de las sombras.
Su unión en Samhain simboliza el matrimonio cósmico
entre la creación y la destrucción,
el eterno ciclo del renacimiento.
FUEGO, GUERREROS Y POESÍA SAGRADA
Pero Samhain no era solo mito.
Era también una reunión social, política y espiritual.
Los reyes celtas convocaban a sus guerreros para un gran banquete.
Se bebía, se cantaba, se debatía… y, a veces, se peleaba.
En medio del bullicio, los filid —poetas y filósofos druidas—
pedían silencio.
Entonces comenzaban a recitar versos sobre los ancestros,
sobre los héroes que habían muerto en batalla
y sobre los reinos invisibles del espíritu.
Su voz era sagrada.
El poder del verbo era magia pura.
La palabra no era entretenimiento: era invocación, memoria y hechizo.
Los cristianos, más tarde, despreciaron esas prácticas,
acusándolas de idolatría y superstición.
Pero lo que en realidad ocurría allí
era una conversación entre mundos.
Los hombres hablaban, los espíritus respondían,
y los druidas legislaban las nuevas leyes del reino bajo la mirada de las estrellas.
EL TIEMPO EN QUE LOS MUNDOS SE TOCAN
Samhain era —y sigue siendo— el punto de cruce entre los planos.
Los antiguos decían que los montículos, las encrucijadas y los túmulos
se convertían en portales hacia el Otro Mundo.
Desde allí emergían hadas, dioses y espectros.
Y también los humanos podían cruzar si estaban preparados.
Imagina la escena:
el viento soplando desde el oeste —la dirección del mundo de los muertos—,
las noches cada vez más largas,
las aldeas reunidas junto al fuego contando historias
mientras la oscuridad cubre la tierra.
El aire, cargado de presencias.
La frontera entre la razón y el misterio se disuelve.
Eso era Samhain: un tiempo fuera del tiempo.
DE LOS DRUIDAS A LAS CALAVERAS
Con la expansión del cristianismo, el poder de los druidas fue desapareciendo.
Pero el alma de Samhain sobrevivió.
Los nuevos sacerdotes cristianos superpusieron sobre él el Día de Todos los Santos (1 de noviembre)
y el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre).
El fuego se convirtió en vela,
los túmulos en altares,
las ofrendas en panes y flores.
Y cuando los celtas migraron a América siglos después,
sus tradiciones se mezclaron con las de los pueblos originarios de Mesoamérica.
Los mexicas, por ejemplo, ya creían que los muertos regresaban durante el noveno mes solar.
Ellos también encendían fuegos, ponían ofrendas, flores, copal.
Distintos lenguajes, mismo mensaje:
el alma no muere, solo cambia de forma.
Así, Samhain se convirtió en Halloween, y el Día de Muertos heredó su esencia.
Dos rostros del mismo arquetipo universal:
la comunión entre vivos y muertos.
DESPIERTA: ESTO NO ES UNA FIESTA, ES UN PORTAL
Cada año, entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre,
la humanidad entera se sincroniza con esa frecuencia ancestral.
Algunos lo hacen disfrazados.
Otros, con flores y copal.
Pero detrás de todo hay un llamado más profundo:
recordar quiénes somos realmente.
Samhain no te pide miedo ni nostalgia.
Te pide presencia y conciencia.
Te pide que enciendas tu fuego interior,
que honres tus sombras,
que liberes lo que debe morir
y permitas renacer lo que ya eres en potencia.
No es una celebración de muerte, sino de transformación.
Porque la verdadera oscuridad no destruye: revela.
LA ENSEÑANZA DEL UMBRAL
Samhain nos recuerda que el universo respira entre dos fuerzas: vida y muerte, expansión y contracción, luz y sombra.
Todo nace, florece, decae y vuelve a brotar.
Los antiguos lo sabían, y nosotros lo olvidamos.
Pero ese conocimiento sigue vivo en el fuego, en las leyendas, en nuestros huesos.
Así que la próxima vez que enciendas una vela,
no lo hagas solo por tradición.
Hazlo con la conciencia de que estás reactivando una memoria ancestral,
una chispa que cruzó océanos y siglos para despertarte.
Porque tú también eres parte del Samhain eterno:
una célula del universo que muere y renace en cada respiración.
Por Marcela Hernández Montiel
Terapeuta, escritora y fundadora de Lux Áurea Signature
Medicina vibracional · Activación multisensorial · Sanación áurea