¿Cuál es la razón por la que varias personas nos empeñamos en dar nuestra opinión sobre algunos temas de la realidad? Teóricamente hablando, creo que es reflexionar sobre los errores que cometemos en la vida en común y con ello despertar la intención de cambiar a través del compromiso con uno mismo, para crear una realidad compartida que parta de verdaderos valores y no del culto a prácticas nocivas, que incluso tarde o temprano le afectarán a quien ha hecho de ellas parte de su vida diaria.
El asunto es que, durante los últimos 15 o hasta 20 años, hemos pasado de la corrupción discreta a la corrupción descarada, cada vez más normalizada dentro de una sociedad que está convencida de que siempre habrá una justificación a cualquier acto que, en una realidad ideal, sería reprochable socialmente hablando.
Con la normalización de la corrupción dentro de la sociedad, se vuelve muy complicado elegir un tema para tratar de cumplir con el objetivo que muchos nos trazamos con la actividad opinativa; lo mismo vemos la corrupción entre los históricamente malos, que en los que dicen ser el final de una era y el principio de algo verdaderamente bueno, realidad con la que se cierra la posibilidad de hacer contrastes que permitan a quienes nos leen convencerse de que el camino espinoso de los sueños, la constancia, el compromiso, la responsabilidad y la honradez es el único camino para que cada quien, y no los demás, alcancemos esa vida de ensueño.
Esta realidad es como un bucle que se reinicia y repite en periodos cada vez más cortos; es tan rápida que pareciera que, en su necesidad de rapidez, se ha descompuesto en varios subprocesos que se reinician sin la necesidad de hacerlo de forma sincronizada.
¿Cuáles son los temas de importancia para opinar? ¿El turismo mediático que hará Noroña los próximos días con su viaje a Palestina, el que seguramente espera le sirva como distractor en medio del huracán de críticas en el que su boca lo metió? ¿De qué serviría hablar del inexplicable enriquecimiento de “Alito” Moreno, cuando enfrente tenemos a un José Ramiro López Obrador que canta bastante bien las rancheras? Y ni hablar de los hijos del expresidente o del otro de los López de Tabasco, que más que alcahuete, parece ser el verdadero líder del grupo delictivo “La Barredora”.
Al parecer estamos acorralados; no hay espacio en el que nos podamos resguardar del poder corruptor y sus efectos, más cuando la clase política está convencida de que, en este juego, todo se vale, incluso hablar mal de algún personaje en un momento y después hasta palmearle la espalda, como en el caso del exdirector del FONDEN, que pasó de malo a bueno y nuevamente a malo en un brevísimo lapso de tiempo.
Otra cosa de la que están convencidos todos los políticos del país por igual, y tal vez hasta del mundo, es que nos deben convencer de que esta realidad es la mejor posible, y que, como ya lo dije, hasta son normales los episodios de corrupción que vemos todos los días en los medios de comunicación, en los que observamos a muchos personajes viviendo en una inocultable opulencia, sin importar que todos los días los señalen de ignorantes y rateros.
En un contexto tan catastrófico como el que presento, es muy complicado no entrar en el desinterés de la vida pública; la matrix presente en todos los momentos y lugares en que podamos fijar nuestra mirada o atención, parece que ha dejado fluir sin límite alguno lo peor de su programación.
Aunque soy partidario del bien colectivo, hay una realidad innegable: cualquier cambio comienza en lo individual. Lo digo sin hacer una apología sobre el individualismo enfermizo en el que también nos han metido; el individualismo que necesitamos para lograr ese cambio social que nos urge como nunca en este momento comienza con renunciar a cualquier camino que suene de entrada sencillo, y a renunciar a la idea o esperanza de que los sistemas de partidos son el único camino para el cambio. De hecho, de lo que nos deberíamos convencer es de que allí no hay nada que esperar, y que, como lo he dicho en muchos momentos, la deuda que se tiene con la sociedad, la tiene consigo misma.
ADDENDA
- LOS BURROS DE ORO
En los momentos cercanos al estallido y triunfo de la Revolución Industrial, se dio una crítica de la aristocracia en decadencia sobre la naciente burguesía: eran unos burros de oro, capaces de generar riqueza, pero con una ignorancia proporcional a esa capacidad.
La ideología encarnada en la burguesía, sobre la que la aristocracia prevenía a la sociedad de su época, hoy es sinónimo de la realidad misma; hoy quienes gobiernan son esos burros, pero no de oro, solo de chapa. Los burros de oro macizo son unos cuantos, que jalan sus hilos en el anonimato; hablar de ellos fácilmente nos lleva a los terrenos de las teorías de la conspiración, que a simple vista suenan bastante descabelladas, pero que son la única explicación posible al sinsentido en el que vivimos.
- LA LEY DE AMPARO Y LOS ABOGADOS POSTULANTES
En la práctica del abogado postulante, había siempre una luz al final del camino: el Juicio de Amparo. Muchos decíamos que postulábamos porque existía este juicio-recurso, con el que lográbamos que nuestros clientes fueran restituidos en sus derechos, cuando en muchos de los casos, en los juicios en primera instancia o los recursos de apelación, habían sido condenados injusta e ilegalmente.
Se ha aprobado ya la reforma a la Ley de Amparo, con la que el gobierno se vuelve casi omnipotente. A pesar de los excesos que cometerá la clase política en su faceta de esfera gubernamental, con el nuevo diseño del Juicio de Amparo, lejos de abandonar esta profesión, parece que hoy más que nunca necesitamos postular y evidenciar con nuestros argumentos los excesos que se están cometiendo desde ya en la impartición de justicia, en mucho por los jueces del bienestar. Ha llegado el momento de que, nuevamente, más por necesidad que por decisión, el abogado o la abogada vuelva a ser uno de los polos intelectuales de nuestro país.
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Abogado postulante y miembro de la Escuela para la Formación Política y Sindical A.C.