¿Un feminicidio más?

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Publicado en Opinión

¿Un feminicidio más?

Lunes, 17 Septiembre 2018 00:16 Escrito por 
¿Un feminicidio más? Foto: Especial

La vida de todo ser humano es un valor en sí mismo; un imperativo que debemos mantener para bien de cada individualidad, así como de la especie. Nuestra existencia como humus en el planeta, tiene principios de cooperación, convivencia, inteligencia, tecnología, concordia y una paz imperfecta que se ha de perseguir tenazmente para alcanzar tanto el desarrollo como el progreso a escala planetaria.

Cada día, tales premisas son amenazadas o destrozadas por grupos e individuos que muestran tal ferocidad e inquina que provocan desolación a escala mundial, nacional, estatal, comunitaria y familiar. Las causales de la violencia y de una parte de los asesinatos son múltiples. Se sabe que la gente mata por factores estructurales, histórico-sociales, económicos, territoriales, religiosos, étnicos, patriarcales, machistas e idiosincráticos. Inexcusablemente se ligan otros vectores a escala familiar, hasta llegar a la cavidad psíquica de sus oscuros victimarios. Este lamentable fenómeno social siempre será un nudo gordiano. La respuesta al ¿por qué de un asesinato? indefectiblemente legará filamentos que nunca conoceremos plenamente.

La semana pasada nos enteramos de un lamentable deceso más. A Deni Aurora Hernández Jiménez, una joven que cursaba Ciencias de la Información Documental en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) alguien le ha cegado su existencia. Que las autoridades correspondientes hallen al culpable o a los criminales, se ha convertido en un vibrante reclamo público tanto en la ciudad de Toluca –camino hacia la Fiscalía General de Justicia del Estado de México—así como allende nuestras fronteras, a través de las redes sociales.

Estudiantes, docentes y algunos directivos, pacífica y solidariamente, se manifestaron pasado lunes en las avenidas, haciendo un llamado a las autoridades para que cumplan con su trabajo de manera pronta, eficiente, diáfana y escrupulosa –jurídica y pericialmente hablando— para que, con la aplicación de la ley, se haga justicia. A voz en cuello, espetaron que debe mejorar la protección y seguridad de toda la población; que las autoridades y el personal perfeccionen tanto los protocolos como su respuesta efectiva en torno a las desapariciones, violaciones, acoso sexual y feminicidios.

La muerte de una hija o de un hijo, sin tener en cuenta las causas, es un tormento inefable que siempre dejará un profundo dolor en el corazón y en nuestra memoria. Se torna tal ese martirio desgarrador que nunca se apagará; despedaza, tritura y rompe salvajemente el esperado curso de nuestra existencia. ¡Todo pierde sentido! Ello se debe a un insondable motivo legado de nuestra condición reproductiva: Los padres y las madres debemos irnos antes que nuestros hijos e hijas y, muchísimo más temprano que nuestras nietas y nietos, cuando tales bendiciones llegan a nuestra vida. Si esa secuencia es destrozada y se invierte, el cauce colapsa existencialmente; se paraliza ante un dolor inesperado, indeseado, incandescente, inexplicable, fuera de toda expectativa o esperanza. Ante ello, quedamos atónitos sin ninguna respuesta; con un extravió que nos deja congelada el alma para siempre.

Si ante ese sufrimiento cruel, lóbrego, inexplicable, lo único que emerge a manera de titulares o notas en prensa es que un cierto número de estudiantes salieron a manifestarse, entonces no estamos hablando de la vida y de su correlato la muerte, sino de la estupidez o de la miopía social. Por eso, como ha dicho José Luis Trueba: «La farsa ya es una realidad cotidiana; la estupidez marca los días de la mayoría de la población» (Trueba, 2008: 209) ¡Cuánta lastimera razón tiene este pensador!

En general, la muerte arroja de bruces contra uno de nuestros miedos más ancestrales, más temblados: esa recelada finitud. Lo dijo, no hace mucho, el gran novelista japonés Ryūnosuke Akutagawa: «Nosotros, los humanos, por ser animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte» (Akutagawa, 2003: 196). Ante una muerte como la de Deni Aurora, la tristeza, la rabia, la desesperanza y el sufrido llanto que envuelve a la familia de la joven asesinada, devastan, tergiversan el sentido de la existencia individual y social. Si la causa no será un feminicidio sino otro origen, es irrelevante para la narrativa de esa familia. Pero si el dictamen de la autoridad concluye que se trató de un feminicidio, significa mucho en la social porque seguimos en la podredumbre, pero el dolor de ellos y de ellas (los familiares) nunca terminará.

Como recuerda Arthur Schopenhauer, los seres humanos vivimos únicamente en el presente, pero invariablemente huimos hacia el pasado para hallar nuestro propio sentido, a pesar de que vayamos directamente hacia el abismo de la muerte. El presente de la familia de la joven asesinada se ha oscurecido y el pasado tendrá dos puntos de inflexión: uno lleno de alegría –cuando ella estaba viva— el otro, cargado de dolor, de un incurable sufrimiento.

Ante la irremediable catástrofe como la que se comenta aquí, somos tan pobres, tan desvalidos, que solamente anhelamos la aplicación de la ley para que se haga justicia. Deseo que los familiares y amigos de la joven Deni Aurora sean acompañados milagrosamente por la fuerza espiritual que nace de nuestra capacidad de resignación. Dicho mecanismo humano se posará en esa herida profunda que jamás sanará, hasta dejar un delicado consuelo que conduzca a Deni Aurora hacia el terso recuerdo de aquello que esta joven dejó en su existencia.

Este suceso forma parte de una cruel tendencia que se observa en el país. Según cifras oficiales, a partir de 2007, la tasa de defunciones femeninas en México, con presunción de homicidio, comenzó a ascender: pasó de 1.9 por cada 100 mil mujeres a 4.4 en 2016, es decir, se duplicó (Secretaría de Gobernación, INMUJERES, ONUMUJERES, 2017). Cuando se llega a letales casos como estos, se pierde de vista que derivan de la violencia de pareja y, en general, de la violencia contra las mujeres. Según otra fuente oficial, el Estado de México aparece en una lista de los cien municipios con más feminicidios: Nezahualcóyotl (en la 12va posición), Lerma (47), Zumpango (52), Nicolás Romero (58), Villa del Carbón (80) e Ixtlahuaca (100). Consultar el siguiente informe: SEGOB, Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2017).

¿Se trató de un feminicidio? Todavía no se sabe. Es pronto, aunque el dolor apremie una o más repuestas. La investigación judicial despejará esa incógnita; eso esperamos. Entrará en curso el análisis de las circunstancias descritas en el Capítulo V del Código Penal Federal, en su Artículo 325 para responder la principal interrogante. Veremos.

Seguridad, paz, tranquilidad, armonía, protección y convivencia pueden ser retos, propósitos, objetivos o metas, pero deben materializarse en el sedimento, así como en todo el follaje de la vida cotidiana a escala personalísima, familiar y colectiva. Una parte de ello le corresponde al gobierno, a sus instituciones, a los partidos políticos (¿dónde están?), a los tres poderes –en cada ámbito—federal, estatal y municipal; a ellos toca concurrir claramente para acreditar sus acciones y eficientes respuestas de cara a la sociedad a la que dicen servir. Ése ha sido el reclamo del pasado lunes.

Es cierto que también tanto los medios de comunicación, así como cada persona, familia, grupo, colonia y comunidad estamos llamados a ser generadores y promotores de una cultura de paz, de convivencia y de concordia, en la que los conflictos se diriman o se abracen a través del diálogo, siempre en clave de paz.

Estaremos atentos al cauce que tome la investigación correspondiente. Quienes tenemos espíritu universitario y somos personas de bien, expresamos nuestra solidaridad con la familia Hernández Jiménez y también entendemos que la investigación judicial tomará un tiempo razonable. Sí entendemos de ello.

Nuestra actividad académica, de investigación y otras funciones sustantivas, seguirán su propio sendero porque con ello estamos comprometidos diariamente; a ello dedicamos. Asumo que docentes, estudiantes y directivos estaremos en nuestras aulas, cubículos y oficinas, realizando aquello que identificamos como parte de una institución educativa como la UAEM. Por mi parte, deseo que la familia de Deni Aurora Hernández Jiménez y quienes le tienen en buen recuerdo, hallen en la resignación esa fuerza espiritual que se necesita para aceptar lo triste e irreparable.

Referencias consultadas

Akutagawa, Ryūnosuke (2003). Vida de un Loco. Buenos Aires: Emecé.

INEGI (2017). Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. México: INEGI.

SEGOB (2017). Información delictiva y de emergencia con perspectiva de género. Centro Nacional de Información. México: SEGOB y Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

SEGOB (2017). La Violencia Feminicida en México, aproximaciones y tendencias, 1985-2016. México: SEGOB, INMUJERES, ONUMUJERES.

Trueba, José Luis (2008). La tiranía de la estupidez. Los otros rostros del siglo XXI, México: Taurus.

* Rico Coordinador Red Internacional FAMECOM


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Luis Alfonso Guadarrama

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