Vivir en la anormalidad

DigitalMex - Periodismo Confiable

Publicado en Opinión

Vivir en la anormalidad

Jueves, 27 Septiembre 2018 04:24 Escrito por 
Vivir en la anormalidad La Tribu Entera

Decidió tomar un taxi de sitio para trasladarse desde los límites de Toluca con Zinacantepec, para viajar al centro de la capital mexiquense. Generalmente se piensa que los taxis de ese tipo son seguros, más que aquellos se abordan en la calle. Lamentablemente no fue así.

El recorrido transcurría de manera normal, cuando se percató de que el conductor tomó un ruta distinta y se dirigía a Metepec. Inmediatamente envío mensajes a sus contactos para advertir lo que estaba ocurriendo. Pidió que la dejará descender del auto. La respuesta, obviamente, fue negativa.

Con apenas 20 años, empezó a imaginar –con mucho miedo- lo que podría suceder. Afortunadamente mantuvo la calma y activó la aplicación SOS UAEM, que se encuentra disponible para teléfonos móviles en plataforma IOS y Android. Su objetivo es salvaguardar la integridad de la comunidad universitaria: estudiantes, docentes, investigadores y trabajadores administrativos.

La aplicación, que se desarrolló por instrucción del rector, Alfredo Barrera Baca, está vinculada con la Secretaría de Seguridad del Estado de México, a través del Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo y Calidad (C5) y con la Dirección de Seguridad y Protección Universitaria, y opera las 24 horas los 365 días del año.

Afortunadamente la alerta roja –que se puede activar ante delitos como robo, asalto en transporte público, privación de la libertad, violencia de género (abuso sexual, violación sexual, agresión física)- funcionó y llegó el apoyo de una patrulla de la policía, y la joven quedó a salvo.

Lamentablemente, esos casos son cada vez más frecuentes. En un solo día (ayer) compartí tres fichas de identidad de personas desaparecidas, generadas por la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, para tratar de localizarlas a ellas o a sus familiares.

Estamos ante un escenario complicado y frente a condiciones que han roto la normalidad. Absurdo sería pensar –e insistir en afirmar- que vivimos circunstancias como las de hace 15, 20 o 30 años. Tristemente, no podemos negar que cada vez es más común conocer de algún caso de desaparición, próximo a nuestro círculo de amistades. No estamos en normalidad.

Eso nos obliga a generar otras dinámicas y prácticas de autoprotección. Sí, es correcto: no debería ser así, pero los hechos y la realidad nos obligan. Debemos aprender a observar nuestro entorno, a modificar nuestras rutinas, a desconfiar más y a generar redes de cuidado entre nosotros mismos.

Es necesario que nos enseñemos –y enseñemos a nuestros familiares- a tomar medidas diferentes: Avisar cuando se inicia un recorrido; informar cuando hemos llegado a nuestro destino; mantener nuestro teléfono con batería; evitar las pláticas prolongadas a bordo de un vehículo; acompañarnos con otros compañeros, amigos o conocidos cuando se camina por las calles; evitar sitios solitarios, y muchas medidas que podrían ofrecernos un poco más de tranquilidad.

También debe reconocerse que las autoridades no han tenido la capacidad para garantizar la seguridad de la población. El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, hace unas semanas –con motivo de su sexto y último informe de gobierno- emitió una serie de mensajes en la plataforma You Tube. En uno de ellos, expresó: “Lamentablemente, al cierre de este sexenio, nuevamente hubo un repunte en los índices de criminalidad. No hemos alcanzado el objetivo de darle a los mexicanos paz y tranquilidad, en cualquier parte de la geografía nacional”.

No podemos esperar a que las autoridades recuperen la normalidad de estas circunstancias. Debemos, nosotros mismos, enseñarnos a vivir y protegernos, pero eso no significa que nos resignemos a que las condiciones sigan en esa ruta o que empeoren.

Estamos obligados –como ciudadanos- a exigir, siempre exigir, que las desapariciones no ocurran. Las autoridades –ejecutivas, legislativas y judiciales- deben asumir el reto y hacer lo necesario para recuperar aquellos tiempos donde podíamos estar en la calle sin el temor de que nos ocurra algo o de que le suceda a nuestros seres queridos.

Esa joven, estudiante de danza, quedó a salvo sin que le hicieran daño, pero es solamente un reflejo del riesgo permanente que ronda. Si tenemos herramientas que nos pueden ayudar, utilicémoslas y enseñemos su aplicación para reducir -al menos reducir- las posibilidades de ser víctimas de algún delincuente.

PERCEPCIÓN

Aquella “verdad histórica” en torno a la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, no ha convencido a nadie. Ese hecho, que la noche de ayer cumplió 4 años de ocurrido, significó un golpe a la credibilidad y la confianza de la actual administración federal. Sin duda alguna, la operación fue equivocada.

Twitter: @RJoyaC


Visto 2202 veces
Valora este artículo
(3 votos)
Ricardo Joya

La tribu entera