“No podemos detener los desastres naturales, pero podemos armarnos de conocimiento: no se perderían tantas vidas si existiera suficiente preparación contra los desastres”. Petra Nemcova
El protocolo de la gran ciudad ante un sismo es, desde que se activa la alerta sísmica, la evacuación de edificios lenta y ordenadamente, sin correr, sin empujar; una vez que pasa el sismo, evaluar los daños y, finalmente, dentro de lo posible, continuar la vida si no hubo gran destrucción durante la catástrofe o, en su caso, reconstruir y esperar por el bien de todos que no haya réplicas tan severas como la del sismo.
Este martes, en medio de lo que ha quedado del encierro que ha generado la pandemia del Coronavirus en México, la naturaleza nos dio un recordatorio de 7.5 grados en la Escala de Richter, de que hay otros problemas pendientes en la agenda nacional, con un sismo que cimbró a la nación nuevamente y dejó hasta el momento seis personas muertas, varios edificios colapsados, fachadas dañadas y paredes agrietadas, sobre todo en el sur del país donde fue el epicentro, pero que tambien dejó en evidencia que no estamos al cien para una nueva normalidad, pues muchos vecinos, entre los cuales me encuentro desafortunadamente, salimos a la calle en la evacuación sin cubrebocas.
En México, querido lector, la alarma sonó hace muchísimo tiempo, con los primeros vestigios de autoritarismo de la presente administración federal, con una no venta del avión presidencial que tenerlo encerrado salió igual de caro que si el Presidente lo hubiera ocupado, con ver solo actos populistas para callar al pueblo disfrazándole los principios del cambio prometido.
Se empezaron a sentir los primeros movimientos telúricos, se canceló el aeropuerto, se atacó a instituciones, insignia del país, que ellos solo ven como las del viejo régimen y solo por eso están mal; se volvió a pactar con el narcotráfico y se le regresó a su líder a unas horas de haber sido capturado; se regresó al dedazo y a imponer a sus preferetis en lugares estratégicos como la SCJN o la CNDH.
Ese sismo que tuvo por epicentro el Estado, encabezado sin duda por el gobierno federal, ha dejado daños y perjuicios con grandes saldos: más de 30 mil muertos en el país, desmantelamiento de instituciones, el cese de funcionarios de alto calibre por miedo a persecuciones a la vieja usanza, el desmantelamiento de instituciones que les estorban y la creación de instituciones a modo.
Al mal entender y, por lo tanto, mal aplicar la austeridad, se ha debilitado al Estado, al gobierno, se desmanteló el aparato burocrático, se perdió el rumbo y el sentido de México a construir un Estado de Derecho y Bienestar; se agrietaron las finanzas públicas; se cayó la fachada de la salud pública por los recortes que parecen tijerazos de pollero.
Y lo más grave, es quizá, que las replicas de este sismo se están dando muy frecuente y cada vez más profundas por lo que la catástrofe será inevitable y reconstruir será arduo.
Por cierto: A ver que día informan que el Presidente dio positivo al COVID porque con la gran mentira que sostuvo durante poco más de ocho meses respecto a la liberación de Ovidio Guzmán, seguramente ni sus estampitas lo salvarán… pero tranquilos, pronto tendremos a un mártir a quien el pueblo bueno y sabio pedirá beatificar.
Y para variar: Nada más de pasadita le dejo de tarea que vaya ahorrando para la inflación que va a generar la nueva normalidad porque a mayor demanda de combustibles subirá el precio de la gasolina, esa que López Obrador aseguró decidir bajar en otra de sus mentiras, y en efecto domino vendrá el incremento de precios de bienes y servicios, la mayoría de la canasta básica, que se han venido incrementando en este tiempo por la escasez; y la razón es simple, si no hubo estrategia contra la pandemia, no la habrá ahora que ya se ha domado y que podemos retomar nuestras actividades; si no hubo control de precios en lo duro, por qué habría de haberlo en lo tupido.
* Enlace Administrativo de la Coordinación del Posgrado en Derecho de la UNAM. Profesor en la Facultad de Economía
