Hoy hablaremos de Pedro Cruz Saucedo

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Hoy hablaremos de Pedro Cruz Saucedo

Domingo, 02 Octubre 2022 02:27 Escrito por 

Hoy hablaremos de uno de los alumnos pioneros de la primera generación de sacerdotes egresados del Seminario Conciliar de Toluca, al cual se le conoce hoy en día como Seminario Diocesano; él es presbítero Pedro Cruz Saucedo.

Pedro Cruz Saucedo formó parte de la primera generación de sacerdotes egresados del Seminario Conciliar de Toluca, llevando más de 23 años como párroco de San José El Sagrario.

 

Pedro Cruz Saucedo

 

Referimos que este templo fue construido en el año de 1570, fecha en que se creó también la parroquia de San José; comenzando con una pequeña capilla que durante años fue atendida por los frailes franciscanos, quienes poco a poco comenzaron a realizar decoraciones y ampliaciones, para llegar en 1728 a las condiciones en que la conocemos actualmente y por el mismo crecimiento de nuestra ciudad quedó dentro de los emblemáticos Portales toluqueños.

Por lo anterior, precisamente, como se encontraban ahí los Franciscanos, la gente comentaba que era la iglesia del Tercer Orden, pero tiempo después los sacerdotes encargados buscaban inculcar que se denominará San José. Sin embargo, a partir del año de 1950, fecha en que se da el anuncio de la erección de la diócesis, se le comenzó a llamar El Sagrario, por la tradición de nombrar así al templo que obligatoriamente debe estar a un lado de la catedral de una diócesis, pero su nombre oficial sigue siendo parroquia de San José.

El presbítero Pedro relata sus vivencias que tuvo dentro del seminario comentando que el obispo don Arturo Vélez Martínez, no contaba con nada, pero dijo vamos a construir un seminario porque es la obligación de un obispo tener un seminario, entonces se lanzó a buscar el apoyo para crearlo, para ya no depender de sacerdotes de otros lugares.

Aun cuando ya se había hecho el anuncio de la Diócesis, no comenzó a tener operaciones aquí en Toluca, sino en Valle de Bravo (comentado en la crónica de la edificación del seminario conciliar de Toluca), en una casa prestada que pertenecía a un Seminario de México.

 

Seminario Menor de Valle de Bravo

 

El primer grupo que se conformó para estudiar el sacerdocio fue de 75 jóvenes, que tuvieron que ir a estudiar a aquel lugar, donde la disciplina no era ligera, sino más bien fuerte y estricta, ya que los profesores eran sacerdotes de la arquidiócesis de México caracterizados por ser muy muy exigentes.

Con esos 75 seminaristas se conformaron dos grupos, de los cuales solo se lograron ordenar 9 sacerdotes de un grupo y, del otro grupo solo perseveraron 6. De ellos todavía prestan sus servicios los presbíteros: Abel Cervantes, Feliciano Ayala, Ezequiel Mondragón y Pedro Cruz, pero él es el único que sirve a la diócesis de Toluca, porque los demás se quedaron en la diócesis de Tenancingo, que surgió al dividir la de Toluca.

Durante todo un año este grupo de seminaristas de Toluca, estudió en Valle de Bravo, que fue en 1952, donde llevaron una vida como la de todos los seminarios católicos; de disciplina, oración, estudio y de deporte.

Como los padres venían del seminario de México, los maestros traían la misma mentalidad del Seminario de México, entonces los fueron educando de esa forma, en todo el sentido, en la oración, en el estudio y la disciplina.

Para el año de 1953, ya habían comenzado su segundo año de estudios, y al obispo don Arturo ya le habían donado la Hacienda la Garceza, propiedad de don Santos López Rodríguez, hacienda que había pertenecido a la familia Pliego, siendo aquí donde se construye el nuevo Seminario y es donde se encuentra actualmente. Es entonces que los 75 seminaristas se trasladan a la ciudad de Toluca a estudiar en las condiciones precarias en las que se encontraba esta hacienda en un principio.

Pedro Cruz comenta que tuvieron que derribar paredes y cuartos viejos, empezar a estudiar en bodegas y dormir en ellas, porque no había nada nuevo, es así como se fue formando el Seminario, iniciando ese mismo año lo nuevo.

 

refectorio de los Seminaristas

 

 Los seminaristas no solo se dedicaban al estudio de la religión, sino que también trabajaban y apoyaban en las labores de los albañiles, carpinteros y de los chalanes en general.

Estudiaban y trabajaban en las horas de recreo, arrimando grava, arena, todo ello se les daba a los albañiles y el trabajo era mucho más rápido, siendo esta la labor de campo para los mismos seminaristas, de 3 a 4 horas diarias más las del estudio.

La jornada diaria era realmente pesada, porque además de la disciplina que se llevaba, de todo lo que se tenía que hacer como seminarista, se debía participar en la obra material de la construcción del Seminario.

Los albañiles terminaban su jornada a las 5:00 de la tarde, dejando la rueda de cemento y la revoltura ya lista para seguir trabajando y como no se podía quedar ya que se echaba a perder, entonces los seminaristas lo seguían haciendo hasta las 11:00 de la noche o bien hasta que se terminara de utilizar el último bote de cemento.

Solamente se quedaba un albañil para revisar que todo fuera quedando bien y que los seminaristas supieran aprovechar el material.

De hecho, el padre Pedro comenta que él terminó su carrera y todavía no se terminaba de construir el Seminario, ya que la diócesis se llevó más de 15 años en construirlo, porque dependía de la ayuda que daba la gente, ya fuera como limosna o como donativo.

El padre Pedro comenta que el obispo Arturo Vélez decía que lo ayudaba la providencia divina, pues platicaba que cuando estaba cerca el fin de semana, no tenía para pagar a los albañiles, pero no faltaba un donativo o dos personas que lo conocían y resolvía el problema. Lo conocía mucha gente porque él había sido párroco de San José, que durante años había sido la iglesia principal de Toluca, y también estuvo en Sultepec cuna de importantes mineros; estas relaciones le permitieron poder realizar y terminar la construcción del Seminario y de la Catedral, que casi fueron a la par, aunque la Catedral tardó más en terminar su edificación.

 

Santuario del Senor de Santa Maria

 

Por lo anterior, la jornada de los seminaristas no incluía solo el trabajo de albañilería, sino también cuidar a los animales, ya que se contaba con un establo de vacas y cerdos, sobre todo, de cerdos porque eran los que se vendían más, lo que generaba una entrada fuerte para el Seminario, pues llegaron a tener 300 crías de cerdos que a los tres meses se vendían. Más tarde se edificó una pequeña granja para pollos, que sirvió para lo mismo, no para el autoconsumo, porque se vendía tanto el huevo como las gallinas y los ingresos para los gastos propios.

El padre Pedro, insistió en que fue en un principio una época difícil para los seminaristas, sus habitaciones eran bodegas o salones improvisados, muy fríos ya que pegaba el frío directo del volcán, las clases casi siempre se daban al aire libre, no tenían agua corriente, menos regaderas, solo un lavamanos, por lo que si querían bañarse tenían que acarrear agua del pozo y usar una bomba manual, y hacer fila para esperar su turno.

En esa época el estudio del sacerdocio estaba establecido para un periodo de 11 años, pero el grupo del padre Pedro Cruz, que eran 9, se ordenó a los 10 años, por un permiso especial que solicitaron al Vaticano, ya que se hizo una celebración conmemorativa por el décimo aniversario del Seminario Conciliar de Toluca.


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Gerardo R. Ozuna

Toluca: Rescatando identidad