En un país donde la violencia no cesa, donde el crimen organizado manda más que muchas instituciones, el gobierno de Morena ha decidido que su prioridad no es proteger a los ciudadanos, sino vigilar a sus adversarios. La Ley del Sistema Nacional de Inteligencia, promovida desde el Senado, es una pieza más del rompecabezas autoritario que el oficialismo ha ensamblado bajo el disfraz de una democracia participativa.
Este documento, redactado por las Comisiones Unidas de Gobernación y Defensa Nacional, no sólo reforma el concepto de inteligencia en México, sino que lo transforma en una herramienta peligrosa al servicio de un régimen que ha demostrado su inclinación por el control, la opacidad y la polarización. Tendremos una “inteligencia” para espiar, no para proteger. Así, el nuevo sistema permitirá a las agencias del Estado recabar, procesar y compartir información “para la preservación del orden y la seguridad nacional”. Sin embargo, los términos son tan amplios y ambiguos que abren la puerta al espionaje político. No se establecen límites claros para distinguir entre amenazas reales (como el crimen organizado o el terrorismo) y la disidencia política o social. ¿Quién garantiza que un activista, un periodista o un académico crítico no sean considerados una amenaza a la seguridad nacional bajo los criterios de un gobierno que ya ha etiquetado a los opositores como “conservadores”, “fifís” o “traidores a la patria”? Este sistema no es inteligencia: es vigilancia ideológica.
Lo más preocupante es el papel que se le da a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). La militarización extrema de la seguridad pública (y otras actividades civiles) ya ha mostrado sus consecuencias: opacidad, violaciones a derechos humanos y nula rendición de cuentas. Con esta ley, los militares no sólo patrullarán las calles, también podrían controlar la información sensible del país y ser candidatos a puestos de elección popular sin necesidad de pedir licencia definitiva a su encargo en la milicia.
Morena no quiere una democracia con contrapesos. Morena apuesta por el poder centralizado y lo quiere militarizado. Quiere un sistema donde el Ejército actúe como garante del orden político que ellos han instituido, no del bienestar ciudadano. Es un retroceso histórico, una traición al pacto civil que dio vida a la transición democrática.
Durante décadas, el CISEN fue criticado por su falta de transparencia y sus prácticas cuestionables. En lugar de desmantelar esa herencia autoritaria, Morena pretende perfeccionarla y ampliarla. El nuevo sistema de inteligencia se plantea como una red centralizada con facultades de coordinación nacional, sin supervisión ciudadana ni mecanismos eficaces de control legislativo o judicial. Morena quiere un súper Estado espía. Con la narrativa de la “cuarta transformación”, Morena no ha buscado fortalecer a las instituciones, sino subordinarlas a un solo poder. Lo que proponen ahora es institucionalizar el espionaje, legalizar la vigilancia política y legitimar la persecución ideológica bajo una fachada legal.
Esta ley es una amenaza directa a los derechos fundamentales. La información recabada puede ser usada para chantajear, estigmatizar o desmovilizar a cualquier actor incómodo para el régimen. Si hoy se persigue subrepticiamente a quienes marchan, critican o investigan al poder, mañana se podría hacer legalmente. No se trata sólo de un tema técnico o legislativo. Estamos hablando del tipo de país que queremos. Uno donde el gobierno sepa todo sobre ti, pero tú no sepas nada de lo que hace el gobierno. Uno donde la sospecha sea más poderosa que la ley. Uno donde pensar diferente sea considerado subversivo. ¿Es este el país que soñamos hace 25 años? ¿Estamos dispuestos a correr el riesgo de perder las libertades que nos dio la democracia? ¿A cambio de qué?
México no necesita más control, necesita más libertad. No necesita más vigilancia, sino más justicia. Esta ley debe ser denunciada, debatida y detenida. No podemos permitir que el miedo se convierta en política de Estado ni que la inteligencia se use para imponer un pensamiento único. Morena llegó al poder con la promesa de acabar con los abusos del pasado. Hoy, reproduce los peores vicios del autoritarismo, pero con una narrativa “progresista” que confunde a muchos. La ley que se ha aprobado no es para protegernos: es para controlarnos.
Es momento de decir basta. Es hora de que la sociedad civil, todos los medios de comunicación, la academia y la oposición alcen la voz. La democracia no muere de un golpe, muere de leyes como ésta.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por el ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
https://twitter.com/juancarlosMX17
https://www.facebook.com/juancarlosMX17