España es un ejemplo de democracia legislativa, un país que históricamente ha velado por salvaguardar la dignidad, integridad y libertades de una persona, una República que ha sabido entender, pero sobre todo aquilatar que sus leyes coordinan, guían y acompañan el progreso de una sociedad que no es la misma de ayer, que es dinámica y que observa en la voluntad un elemento determinante para configurar un estado de derecho progresista.
En días recientes el Congreso español aprobó una ley que autoriza la libre autodeterminación de género a partir de los 16 años, una iniciativa que causó mucha controversia en el seno legislativo español y que tuvo mucha repercusión en movimientos feministas con la ministra de Igualdad, Irene Montero encabezando de forma pública dichos esfuerzos.
La ley reconoce la voluntad de la persona como único requisito para cambiar de sexo en el registro con algunas consideraciones al respecto como encontrarse acompañados por sus padres o tutores al momento del registro.
Entre otras consideraciones, la nueva norma también atiende las terapias de conversión y garantiza a lesbianas, bisexuales y personas trans con capacidad de gestar el acceso a técnicas de reproducción asistida reconociendo la filiación de hijos de lesbianas y bisexuales sin necesidad de que estén casadas.
España nos está demostrando que un país democrático debe ser obligadamente un país solidario. Esta ley permitirá además a las menores abortar sin el permiso de sus padres a partir de los 16 años.
La base del núcleo social debe ser el entendimiento, de nada sirven miles de discursos si no se empieza por modificar la esfera jurídica en la que coexistimos. Los derechos humanos no merecen ser realidades del futuro, sino compromisos del presente.
Tal y como alguna vez lo afirmó la Ministra de Igualdad del gobierno Español, Irene Montero: “Las hijas e hijos de padres y madres machistas tienen el mismo derecho que cualquier niña o niño a ser educado en libertad, en el feminismo, en la igualdad y en los valores que ya hace mucho tiempo que la humanidad consideró que eran los valores que nos permiten a todos y a todas tener una vida digna de ser vivida”.
Una sociedad que no contemple como prioridad la causa de los Derechos Humanos, se convierte en enemigo de su propia existencia.
