Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana

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Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana

Miércoles, 18 Abril 2018 00:10 Escrito por 

¿En qué piensa uno cuando piensa en alguien excepcional? Excepcional no sólo en tanto gran valía, sino sobre todo en el sentido de único, irrepetible, admirable, digno de ser “reconocido”:

A los tres años ya sabía leer, a los siete quería ir a la Universidad pero, como esa era una actividad reservada a los varones, propuso vestirse de hombre para poder ingresar –aunque ése fue un plan que nunca llevó a cabo.

A los ocho escribió una Loa para la fiesta de Corpus: la Loa al Santísimo Sacramento. En tan solo 20 lecciones aprendió latín, en su época, un idioma reservado para los hombres religiosos.

Antes de los diez años había leído ya a todos los autores clásicos romanos, griegos y españoles. Fue sometida a examen ante 40 letrados para demostrar competencia y lograr convertirse en la institutriz de la hija de los Virreyes de la Nueva España.

“Mujer, criolla y bastarda”, como ella misma se definió hace 300 años. Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, criada por su abuelo materno, Don Pedro Ramírez, de quien abrevó no su amor por los libros, sino la sed de sabiduría.

Astrónoma, matemática, filóloga, filósofa, historiadora, teóloga, pintora, cocinera, contadora y poeta. Admirable al punto de escandalizar con el “atrevimiento” de su lucidez, de otra forma no se explica que hubiera sido obligada a deshacerse de su biblioteca y de sus colecciones de instrumentos musicales y de medición matemática. De otra forma no se explica que años previos a su muerte hubiera sido obligada a llevar una vida conventual de recogimiento espiritual.

No. Han pasado ya más de 300 años y aún no alcanzamos a dimensionar quién, qué y cómo fue posible la existencia de alguien como Juana Inés.

Los más grandes escritores han dedicado estudios completos a su creación literaria, y ello ha dado lugar a los estudios sorjuanistas, al culto a su obra y a su persona. Sin lugar a dudas, no a la mujer, sino la persona más destacada de su época por la alta calidad de sus obras. Digo esto consciente de lo que implica, pues como ella misma afirmó “el intelecto no tiene sexo”.

De Juana Inés de Asbaje se dijo en su momento que su condición de mujer y religiosa era incompatible con el carácter profano de su obra. Hoy, tres siglos más tarde, estamos aquí para hacerle saber a ella y, sobre todo, para hacernos saber a nosotros que su legado nos importa, nos enorgullece y nos da identidad.

¿Ha cambiado México –y el mundo– en los últimos 300 años? Sí, sin duda. Hoy, por ejemplo, muchas mujeres pueden ingresar a la universidad, aun cuando todavía existen muchos techos de cristal que es preciso derribar.

Hoy, por ejemplo, muchas mujeres pueden decidir con mayor libertad su condición civil, aun cuando prevalecen condicionamientos morales, que pesan más porque son simbólicos.

Hoy, por ejemplo, muchas mujeres tienen mayor participación en la vida pública, aunque según el Foro Económico Mundial se requieren cerca de 200 años más para hablar de “igualdad” entre hombres y mujeres.

Hoy, por ejemplo, muchas mujeres se atreven a decidir con quién compartir sus emociones, aunque aún estamos lejos de formalizar legalmente esos derechos.

Juana de Asbaje hoy sigue siendo un referente de la convicción de sus sueños, de la convicción de sus ideales. Sigue siendo nuestra musa, nuestra Juana, la imagen de un ser humano extraordinario. Hoy, a 323 años de su partida sigue aquí, donde se escucha el eco de su voz diciendo: “El mundo iluminado, y yo despierta”.


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Ivett Tinoco García

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