Cada 4 años, la inmensa mayoría de los aficionados al balompié ponen sus expectativas en quizás el evento deportivo con mayor audiencia en todo el mundo: la Copa Mundial de Fútbol. Y es que, en los casi 100 años de historia mundialista, la copa del mundo o simplemente “el mundial”, ha sido un torneo que ha cautivado a miles de millones de personas en los cinco continentes, quienes, reunidos frente a sus aparatos receptores, disfrutan ver a sus estrellas favoritas y su selección nacional; sin embargo, el mundial es un evento que, además de colorido y mediático, no ha estado exento de polémicas políticas, sociales y económicas.
Por tercera ocasión, nuestro país será sede, junto con Estados Unidos y Canadá, de la Copa del Mundo, un evento que paraliza a toda la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) y a los devotos de este deporte. De esta forma, México se convierte en el único país, hasta el momento, en albergar la copa del mundo en tres ocasiones. A tan sólo un año de distancia del mayor evento futbolístico en el mundo, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ofreció un mensaje optimista, asegurando que “el mayor espectáculo futbolístico del planeta cautivará al mundo como nunca antes lo ha hecho”.
Empero, si bien es innegable que en cada copa del mundo hay alegría, emoción, compañerismo y folclor, también los mundiales han sido grandes escenarios geopolíticos que no han estado libres de todo tipo de polémica. Un ejemplo es en 1978, cuando, entre gritos de júbilo y gol, la dictadura argentina torturaba y desaparecía a cientos de disidentes en las oscuras instalaciones de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, edificio que estaba a tan sólo 10 cuadras del Estadio Monumental de Buenos Aires. También recordemos el mundial de 1934 celebrado en Italia, usado por el dictador fascista Benito Mussolini como propaganda política durante su gobierno.
Los mundiales de México en 1970 y 1986 no fueron la excepción, y frente a las grandes hazañas y partidos, se desarrollaron ciertas tensiones que fueron más allá de lo deportivo: crisis económicas, problemas entre jugadores y directivos, desastres, malos manejos, corrupción y hasta un conflicto bélico entre dos países centroamericanos. A un año de la copa del mundo, conviene hacer este recorrido histórico para demostrar que la política y los problemas sociales no son ajenos al fútbol, y que el balompié es a veces cómplice de gente con bajos escrúpulos, quien usa el deporte para su beneficio, aunque también puede ser una oportunidad para fomentar relaciones de respeto y compañerismo entre naciones.
México obtuvo la sede del mundial de 1970 en un congreso celebrado en la ciudad de Tokio en el año de 1964. Los principales impulsores de esa candidatura fueron el dirigente deportivo Guillermo Cañedo y el empresario Emilio Azcárraga Milmo, quienes lograron convencer a los dirigentes de la FIFA con la maqueta del imponente Estadio Azteca. México tuvo en 1964 un período de relativa calma y estabilidad política bajo el gobierno de Adolfo López Mateos. Aunque había signos visibles de autoritarismo en el partido oficial, nadie imaginaba el turbulento y caótico panorama que se le presentaría años después a su sucesor, Gustavo Díaz Ordaz.
En 1968 ocurrió la tristemente célebre masacre de Tlatelolco, evento que atrajo una indignación internacional y una condena de varios organismos internacionales, entre ellos la Organización de las Naciones Unidas (ONU). También, a finales del sexenio, Díaz Ordaz enfrentó una crisis económica y una devaluación terrible, mientras que la represión y la censura se habían endurecido más a raíz del movimiento estudiantil de 1968. En el ámbito empresarial, la compañía de Azcárraga, Telesistema Mexicano, actual Televisa, vio en el mundial una jugosa oportunidad para obtener millones de dólares producto de las ganancias que dejaban los derechos de transmisión de los partidos. Mientras que millones de aficionados se preparaban para disfrutar su deporte favorito, un puñado de empresarios veía al balompié como una oportunidad de expandir sus negocios.
En la esfera internacional, las eliminatorias se vieron manchadas de sangre por el conflicto entre Honduras y El Salvador. Ambos países llevaban meses en una disputa de carácter político, migratorio y fronterizo. Desgraciadamente, la eliminatoria mundialista emparejó a las dos selecciones en un partido que decidió la clasificación a la Copa del Mundo. El encuentro lo ganó la selección salvadoreña, pero el odio entre los dos países crecería después del choque. Finalmente, el 14 de julio de 1969, el ejército salvadoreño penetró la frontera hondureña e inició un conflicto bélico, el cual fue llamado de manera irresponsable por la prensa de la época como “La Guerra del Fútbol”. Afortunadamente, el conflicto terminó días después por mediación de la OEA.
Pese a estas polémicas, la competición se inauguró un 31 de mayo de 1970. El encargado de hacer este acto protocolario fue el presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien tenía una imagen muy deteriorada a raíz de la feroz represión durante su gobierno. En su inauguración se escuchó más de una rechifla e insultos diversos. A raíz de este hecho, insólito en un campeonato mundial hasta el momento, el comité organizador recomendó que las apariciones del presidente fueran las mínimas posibles para sortear polémicas y confrontaciones, pero sobre todo, para evitar que esas reacciones se escucharan en todo el mundo. Díaz Ordaz solo se presentó a la clausura para entregar el trofeo mundialista al campeón.
En el ámbito deportivo, según expertos, el mundial de México 1970 fue uno de los más bellos y espectaculares de la historia, con partidos dinámicos, reñidos y muy entretenidos. De estos encuentros sobresalen el famoso “Partido del Siglo” entre Alemania Federal e Italia en la semifinal, y la final ganada por el Brasil de Pelé con un marcador aplastante de 4-1. La participación de México fue decente y rescatable. México pasó a los cuartos de final como segundo lugar de grupo, lo cual obligó al país a jugar su eliminatoria contra Italia en Toluca, la cual perdió por marcador de 4-1. Finalmente, el mundial concluyó con una selección brasileña memorable obteniendo por tercera vez, y por ende en propiedad, el trofeo Jules Rimet.
El mundial de México 70 fue un mundial impresionante en términos deportivos. En él se lograron consagrar grandes figuras como Pelé, Gordon Banks, Uwe Seeler, entre otros; a su vez, surgieron jóvenes promesas quienes en los próximos años se llevarían los reflectores deportivos, tales como Teófilo Cubillas, Gerd Müller y un muy joven Franz Beckenbauer. Sin embargo, el mundial de 1970 se vio empañado por varios eventos extracancha que afectaron directa e indirectamente el desarrollo de la justa. Fue también un evento en el cual los patrocinadores vieron un nicho de negocios y en donde la empresa de Azcárraga se consolidó como ama y controladora del fútbol nacional. Este fenómeno comercial sería replicado en años siguientes.
Continuará…
Por Juan Manuel Pedraza. Historiador por la UNAM