El terremoto de Acambay en 1912. El sismo olvidado por la Historia.
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El terremoto de Acambay en 1912. El sismo olvidado por la Historia.

Viernes, 12 Diciembre 2025 00:05 Escrito por 
Ecos del pasado Ecos del pasado Juan Manuel Pedraza Velásquez

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Debido a su particular situación geográfica, nuestro país ha sido testigo de varios sismos a lo largo de la historia, siendo recientemente más devastadores los de 1985 y 2017, dejando miles de muertos y secuelas políticas, económicas y sociales que hasta la fecha se siguen resintiendo. Sin embargo, si hacemos un breve recorrido por la historia de nuestro país a través de sus fuentes y archivos, podemos notar que los terremotos han sido una constante en nuestra historia.

Fue precisamente en el municipio de Acambay, enclavado en el noreste del Estado de México, donde se presenció uno de los sismos más fuertes en nuestra historia reciente, el cual pasó desapercibido debido a los acontecimientos que se desarrollaron en torno a la Revolución Mexicana, aunado a que su cobertura no fue tan mediática como los movimientos telúricos más recientes.

Cabe mencionar que el municipio de Acambay cuenta con un pequeño sistema de fallas geológicas (conocido como Acambay-Tixmadejé) de poco más de 40 km de extensión. Esto genera microsismos en la región, la mayoría de ellos imperceptibles para las comunidades que habitan la zona; empero, esto continúa siendo un constante peligro, y el municipio ha experimentado ya un macrosismo que afectó a la inmensa mayoría de los habitantes de la región noreste y que hoy en día sigue permeando en la memoria colectiva del municipio de Acambay, así como de municipios cercanos como El Oro, Temascalcingo y Atlacomulco.

El suceso ocurrió un 19 de noviembre de 1912, posterior a las siete de la mañana, tiempo del centro de México, un día aparentemente tranquilo, donde el único peligro en aquel momento era el fantasma de la guerra y la muerte que ocasionaba la lucha por la Revolución Mexicana. De acuerdo con las crónicas de la época, el mismo fue muy fuerte (aproximadamente de una magnitud de 6.9° M_w —magnitud del momento—) y dejó severos daños en las viviendas de adobe y ladrillo de los habitantes, así como en los edificios coloniales.

Pese a que el gobierno maderista, sus revueltas, así como las batallas de la Revolución acaparaban las primeras páginas de los diarios, el sismo de Acambay no pasó desapercibido por la prensa de la época, que supo del desastre a través de corresponsales y del cable telegráfico. El periódico El Imparcial, que en su momento llegó a ser el diario oficial del porfirismo, reportó que “el movimiento fue fortísimo desde su iniciación y su duración, según datos oficiales, fue de ¡24 minutos!” (Imparcial, 20-11-1912, p. 1).

Los efectos del siniestro pudieron percibirse en la Ciudad de México, a poco más de 80 kilómetros de distancia. Algunos edificios que tuvieron daños y cuarteaduras fueron el Frontón Nacional, la parroquia de Santa María la Redonda y muchas calles del Centro Histórico. En un primer momento, los especialistas no sabían cuál era el epicentro, estableciendo como primera hipótesis el municipio de Acámbaro. Posteriormente, conforme avanzó el recuento de los daños, se descubrió el epicentro en Acambay y la falla que lo ocasionó.

El municipio de Acambay quedó prácticamente destruido; la inmensa mayoría de sus habitantes quedaron damnificados. El diario El Imparcial señaló que “solo quedaron ruinas del pueblo de Acambay… pues no quedó ni una sola casa en pie, habiendo derrumbado la iglesia en el momento que se celebraba una misa”. El número total de muertos es hasta el momento un misterio. Algunas fuentes conservadoras estiman 140, pero otros cálculos posteriores dan un número mayor a los mil decesos.

Cabe mencionar que, debido a la magnitud del desastre, el pueblo de Acambay quedó totalmente en ruinas y la inmensa mayoría de sus habitantes quedaron damnificados; la inestabilidad política y los conflictos sociales hicieron que la restauración no fuera inmediata. Por lo que el municipio inició un largo proceso que culminó hasta 1932, año en que fue inaugurada la actual parroquia de San Miguel Arcángel, misma que por su bellísima arquitectura es símbolo del municipio.

Con el paso del tiempo, el sismo poco a poco se fue diluyendo en la memoria histórica mexicana. En el siglo XX, los terremotos de 1957 y 1985 acapararon los diarios capitalinos y tuvieron una cobertura mayor gracias a nuevos medios de comunicación como la radio y la televisión, mientras que el sismo del noreste de la entidad se fue perdiendo entre el polvo de archivos, bibliotecas y hemerotecas, pero permanece latente, mostrándonos que debemos estar preparados para cuando algo similar ocurra.

A más de 113 años del suceso, expertos no descartan que vuelva a ocurrir otro temblor de la misma magnitud en la zona; sin embargo, predecirlo con certeza es un hecho prácticamente imposible. La cantidad de sismos y la geografía tan particular de nuestro país es un aviso de que siempre debemos estar prevenidos y preparados para mitigar los efectos de estos desastres naturales. Pese a que nuestro país tiene una amplia cultura de la prevención y simulacros, hace falta un largo camino que recorrer, un camino que la historia nos puede enseñar.

Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM.
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