Esa noche lloré hasta quedarme hueca.
No sabía si era tristeza, cansancio o simplemente el alma pidiendo aire.
El cuerpo se rindió antes que la mente, y entonces el sueño me tomó como si me absorbiera hacia adentro.
Ahí empezó todo.
Primero vino el zumbido.
Un sonido grave, envolvente, como si mi cabeza estuviera bajo el agua o dentro de una campana invisible.
Después, el calor. No un ardor físico, sino un fuego que nacía desde adentro, expandiéndose como una ola viva.
Y luego, el instante que lo cambió todo: me vi a mí misma.
Estaba ahí, acostada, inmóvil.
Y yo —la que observaba— estaba sentada, mirándome.
Ningún sueño tiene esa precisión. Ninguna alucinación tiene ese tipo de silencio.
Era real, pero de otro modo.
Ni luces celestiales ni túneles, solo una calma que parecía contenerlo todo.
Y el miedo, claro: ese miedo de saberse viva fuera del cuerpo.
En cuanto pensé “quiero volver”, lo hice.
Sentí el golpe seco del peso, el corazón desbocado, el zumbido alejándose.
Y supe algo que no he podido olvidar:
morir no es desaparecer.
Solo es salir del cuerpo… por un instante más largo.
Qué es realmente un viaje astral
Un viaje astral, o desdoblamiento, es la expansión de la conciencia más allá del cuerpo físico.
No es un acto de magia, ni un delirio, ni un sueño.
Es el alma recordando su naturaleza multidimensional.
Sucede cuando la vibración del sistema nervioso se eleva tanto
que el campo energético se desacopla, por unos instantes, de la materia.
La conciencia, intacta, se proyecta hacia otro plano sin perder conexión con el cuerpo.
Ahí no se camina, se flota.
No se habla, se transmite.
No hay distancia, solo intención.
Y la realidad se comporta como un espejo líquido de tu propia frecuencia.
Esto no es nuevo.
Los egipcios lo llamaban el vuelo del Ka.
Los hindúes, el viaje del cuerpo sutil.
Los chamanes simplemente decían: “salir a ver”.
Todos se referían a lo mismo: la capacidad de la conciencia para viajar, observar y aprender en otros planos del ser.
Similitudes con las experiencias cercanas a la muerte
Personas que han estado clínicamente muertas por segundos o minutos lo describen igual:
el desprendimiento, la visión del propio cuerpo, la paz, la luz.
No es casualidad.
El viaje astral es una versión “suave” de ese tránsito:
una forma de morir sin morir,
de entender la frontera entre los mundos sin tener que cruzarla del todo.
En ambos casos, la conciencia se abre a su verdadera extensión: infinita, lúcida, sin miedo.
Precauciones y verdad energética
El alma no corre peligro.
El cuerpo tampoco.
Pero la mente… ah, la mente sí puede perder el eje si entra en territorios que no comprende.
El riesgo está en el ego, en la curiosidad vacía o en la falta de equilibrio emocional.
Nadie debería jugar con los planos sutiles sin haber aprendido a sostener su propia energía.
No se trata de escapar de la realidad, sino de ampliarla.
Un viaje astral consciente nace del respeto, no del impulso.
Por eso, si alguien desea explorarlo, que lo haga desde la coherencia:
cuerpo limpio, mente centrada, alma en propósito.
Porque lo invisible responde a la vibración, no al deseo.
Maestros y fuentes
Algunos pioneros del estudio moderno del desdoblamiento fueron Robert Monroe,
autor de Viajes fuera del cuerpo;
William Buhlman, con Aventuras fuera del cuerpo;
y Dolores Cannon, quien exploró la conciencia “entre vidas”.
Ellos abrieron mapas donde la ciencia y el espíritu empiezan a tocarse.
Pero hay algo que ningún libro enseña:
la experiencia real ocurre cuando la conciencia está lista.
No hay método infalible, ni curso de tres días, ni truco de respiración.
Solo hay presencia, vibración y entrega.
Epílogo dorado
He tenido muchos viajes desde aquel primer desdoblamiento adolescente.
Cada uno me ha mostrado una pieza del gran misterio.
He sentido cómo el alma se expande hasta tocar lo divino,
y cómo regresa trayendo fragmentos de sabiduría, geometrías, lenguajes de luz.
De ahí nació mi medicina energética, Lux Áurea Signature,
una alquimia que une cuerpo, frecuencia y conciencia en una sola danza.
Todo lo que soy hoy —terapeuta, escritora, mujer en transformación—
nació de esa primera noche,
de ese fuego que vino del otro lado del sueño.
El desdoblamiento no es un escape del mundo,
es un recordatorio:
somos luz aprendiendo a habitar la materia.
Y cuando el alma sale, no huye: se reconoce.
Marcela Hernández Montiel
Terapeuta, escritora y creadora de Lux Áurea Signature.
Más de 20 años dedicada a la alquimia del cuerpo, la energía y la conciencia.
Creadora de una medicina vibracional viva, nacida de experiencias multisensoriales,
danza trance, geometría sagrada y activación del alma.

