I. EL SECRETO QUE NOS ESCONDIERON BAJO PAJITA Y REDOBLES DE TAMBORES
Cada diciembre se repite la escena:
luces, esferas, nacimientos en salas llenas de tías opinando, y un bebé plástico en un pesebre congelado en una historia que, si la miras bien… no tiene ni pies ni buey.
Porque Jesús —el Jesús histórico, el Jesús rebelde, el que no jugaba a las complacencias del Imperio— no nació el 25 de diciembre. Eso es un invento posterior, un rebranding imperial tan descarado que hoy cualquier mercadólogo se arrodillaría ante su precisión quirúrgica.
El pesebre…
La nieve…
Los reyes magos de safari…
La fecha…
Nada cuadra.
Pero nos lo dieron bonito, dulce, instagrammeable para la época.
Y detrás de esa postal navideña se escondía algo muchísimo más antiguo, muchísimo más poderoso y muchísimo más incendiario:
La fiesta del Sol Invictus.
El día en que la humanidad no celebraba un nacimiento humano…
sino el renacimiento del astro indomable, la luz que ninguna noche podía matar.
II. EL 25 DE DICIEMBRE: EL DÍA QUE EL SOL SE LEVANTA Y DICE “NO ME VAS A GANAR, OSCURIDAD”
Para los romanos, el 25 de diciembre no era un día cualquiera.
Era el solsticio espiritual: el punto en el que la noche ya había dado su último rugido y la luz empezaba a recuperar territorio.
Ese día —llámalo Sol Invictus, llámalo Mithra, llámalo Helios— el mensaje era simple, brutal, universal:
La luz siempre vuelve.
La oscuridad nunca gana en definitiva.
El ciclo continúa.
Ese era el verdadero espíritu del 25 de diciembre.
Y era tan poderoso, tan visceral, tan inscrito en los huesos humanos desde miles de años atrás, que cuando el Imperio decidió unificar el culto cristiano…
¿qué crees que hizo?
Lo montó sobre la fecha más sagrada del Sol.
Marketing divino versión siglo IV.
Porque mover la mente humana es fácil;
pero mover su memoria ancestral es imposible.
Por eso la Iglesia no inventó algo nuevo:
se colgó del Sol.
III. ¿Y JESÚS QUÉ?
— EL HOMBRE FUERA DEL CALENDARIO
El Jesús histórico, el maestro, el provocador, el sanador que caminó contra normas y poderes, ese Jesús jamás pidió velitas ni regalos envueltos en papel rojo.
El Jesús real habría dicho algo más o menos así:
“¿Por qué celebran mi cumpleaños el día del Sol?
Si quieren celebrar, celebren la luz que nace dentro de ustedes, no la fecha que puso un emperador”.
Jesús —y esto lo saben historiadores serios—
probablemente nació en primavera, cuando los pastores sí podían estar con rebaños al aire libre y cuando los registros coinciden con movimientos demográficos de la época.
Pero primavera no le servía al Imperio.
No era útil.
No era simbólicamente dominante.
El Sol Invictus sí.
Era perfecto.
Era la fiesta más grande del calendario pagano.
Y era la forma más eficiente de hacer que el pueblo aceptara una nueva narrativa sin quemar todo su sistema de creencias.
Y así, con la suavidad fría de un político brillante,
el Imperio ajustó el calendario.
No para honrar a Jesús…
sino para dominar a los pueblos a través de un arquetipo lumínico que ya veneraban desde hacía miles de años.
IV. ¿ENTONCES QUÉ CELEBRAMOS HOY?
No celebras a Jesús.
No celebras un nacimiento literal.
Celebras el renacer del fuego interno.
Celebras al Sol que no acepta derrota.
Celebras la luz que —como tú, como yo, como todo ser que ha cruzado sombras— vuelve a levantarse después de su noche más larga.
Y aquí está la parte que te va a quemar la mente un poquito:
El Sol Invictus no desapareció.
Sigue ahí, camuflado en villancicos, en luces LED, en brindis, en abrazos forzados y en cenas con romeritos.
Lo celebras sin saberlo.
Lo honras con cada renacer.
Y lo reactivas cuando decides que tu oscuridad tampoco te va a derrotar.
La Navidad es un ritual solar disfrazado de un cuento religioso.
Así de simple.
Así de contundente.
V. EL REGRESO DEL SOL — Y DE TI
La pregunta real no es “¿qué se celebra?”.
La pregunta es:
¿Qué haces tú con tu propio Sol Invictus?
Porque si algo nos enseña esta fecha,
si algo Jesús entendió,
si algo los antiguos sabían antes de templos, dogmas y emperadores…
es que la luz vuelve cuando tú decides volver.
El 25 de diciembre es un recordatorio universal:
— Que no estás vencida.
— Que tu vida puede renacer en un segundo.
— Que tu fuego sigue ahí, incluso cuando tu mundo parece apagado.
— Que la luz es tu naturaleza, no tu excepción.
Este día no es del Imperio.
No es de la Iglesia.
No es de un calendario impuesto.
Este día es del Sol.
Y el Sol eres tú cuando recuerdas quién eres.
Sobre la autora
Marcela Hernández Montiel
Terapeuta en transformación consciente | Escritora | Investigadora espiritual
Marcela Hernández Montiel acompaña procesos profundos de transformación personal desde una mirada integradora, crítica y libre de dogmas. Su trabajo se sitúa en el cruce entre psicología consciente, espiritualidad ancestral, simbología hermética y lectura energética, con más de 15 años de experiencia en acompañamiento terapéutico.
Es creadora de Lux Áurea Signature, una medicina vibracional que no replica fórmulas ni modas espirituales, sino que emerge de la experiencia directa, la multisensorialidad, el cuerpo como portal y la conciencia encarnada. Su enfoque honra lo antiguo sin romantizarlo y cuestiona el New Age superficial desde una visión profunda, soberana y responsable.
Como columnista de Visión Holística, Marcela escribe para quienes ya no se conforman con versiones edulcoradas de la espiritualidad y buscan comprender los símbolos, los arquetipos y la historia oculta detrás de las narrativas oficiales.
Su trabajo no busca convencer.
Busca recordar.
Brand: Lux Áurea Signature
Columna: Visión Holística
Marcela Hernández Montiel

