Neoliberalismo: otra profecía funeraria

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Neoliberalismo: otra profecía funeraria

Domingo, 24 Marzo 2019 00:14 Escrito por 
Neoliberalismo: otra profecía funeraria Los Sonámbulos

La economía, como la religión o la política, tiene un amplio elenco qué ofrecer si de profetas impresentables se trata. Como evidencian los hechos, las subculturas del pronóstico y del cálculo han estado sostenidas más por magos y sus difundidos horóscopos que por los análisis, ya no digamos científicos, con algún método, sino al menos reflexivos, lo cual ya sería ganancia en un mundillo que se ha caracterizado justo por su talante bastante irracional.

Por eso la historia sugiere que cualquier afirmación encaminada a extender el respectivo certificado de defunción, ya sea de un ente, de una doctrina o de una ideología, debe verse sin anteojeras militantes y con algo más que cautela, porque no es tan fácil ni se logra madrugando, sino a veces y actuando.

En economía y política ya el audaz Paul Arnheim (personaje de Robert Musil en “El Hombre sin Atributos”, p.401) mostró las consecuencias de fusión de los intereses del negocio y del alma; es decir, los impulsos que permiten “reanudar los negocios con la sólida superioridad de que sólo un espíritu muerto y resucitado es capaz”.

Lo esencial es que la razón del dinero “se manifiesta de manera fría, incontaminable” y con “una potencia de extraordinaria limpieza”, tal como sucede con ciertos credos económicos (ello, a pesar de las sucias estafas y derivados tóxicos pasados por productos de alta econometría), lo cual permite “morir” y emerger de entre los muertos una y otra vez.

Va más: el peor de los muertos no ha sido el cadáver rebelde que tanto impresionó a un juvenil Gabriel García Márquez, menos el difunto renuente de Guillermo Cabrera Infante, sino el anarcocapitalista y salvaje, tal como prueba un opúsculo de 1926 firmado por John Maynard Keynes, donde profetizó “El final del Laissez-Faire”, uno de los antecedentes del “neoliberalismo”.

El filósofo británico fundamentó en su texto las corrientes de pensamiento y “los impulsos sentimentales” de semejante política económica. Y luego de llamar a “aclarar” el pensamiento mediante “un esfuerzo de la mente” para abrir paso a “nuevas convicciones que broten naturalmente del sincero examen de nuestros propios sentimientos íntimos con los hechos exteriores”, el también economista fue testigo de cómo la década de los llamados “alegres años 20” terminó en un lacrimoso capítulo con tintes sangrientos, una brutal tragedia económica y financiera con gente saltando por las ventanas de los departamentos gracias a los instrumentos fraudulentos de Goldman Sachs y otras firmas, resumen del célebre “Crac de 1929” con todo Wall Street como protagonista.

Como suele pasar cada vez que se anticipan funerales económicos o políticos, lo verídico fue que los muertos resucitaron e hicieron que las palabras se desvanecieran como pompas de jabón.

Al respecto, hace una semana el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo la “declaración formal, desde Palacio Nacional”, del “fin de la política neoliberal, aparejada esa política neoliberal con su política económica de pillaje, antipopular y entreguista, quedan abolidas las dos cosas, el modelo neoliberal y su política de pillaje, antipopular y entreguista”.

Sin duda el paisaje ofrece los elementos para una declaratoria funeraria: nutrida fila de sufrientes, cirios encendidos, coronas de flores y hasta edecanes y comentócratas neoliberales en calidad de plañideras, todo alrededor del catafalco. Lo único que falta, como diría Cabrera Infante… !es el cadáver!

Si se tratara de una declaración de intenciones no habría objeciones en conceder el beneficio de la duda, pero faltarán algo más que tres meses (quizás más de un sexenio), para poder cerrar un capítulo que deshumanizó por completo la economía, hizo de la pobreza y miseria doctrina de resignación social, e hizo legal y “normal” la depredación y el pillaje.

Como ejemplos, ahí están la autonomía del Banco de México (buena, porque impide las trampas gubernamentales en materia de política monetaria; pésima, porque ha convertido al país en un paraíso fiscal con especuladores como tenedores de bonos, sin pago de impuestos y, peor, ha resultado una nulidad para contener la inflación, su única y principal tarea).

También, está el apego a los lineamientos del “Consenso de Washington” del actual gobierno, que no ha pasado inadvertido para algunos observadores: la disciplina de las finanzas públicas (no incurrir en déficit presupuestal, menos si es para programas de asistencia social; sólo se puede contratar deuda para pagar, eso sí, comisiones e intereses de la deuda pública, que esto año significarán 749 mil 100 millones de pesos, un aumento de 11.4 por ciento en relación con el monto autorizado en 2018. El pasivo es de más de 10 billones de pesos).

Está, además, la vigencia de los neoliberales tratados de libre comercio con Estados Unidos y Canadá que, entre otros perniciosos efectos (la ausencia de una política industrial y la “mano de obra barata” como gancho de atracción de inversión, “flexibilidad laboral” y outsourcings incluidos), ha provocado el destierro de más de 10 millones de mexicanos de su país.

Hay más, pero de momento lo anterior ilustra la situación.

“¿Qué leéis señor?”, pregunta Polonio. “Palabras, palabras, palabras”, responde Hamlet.

Shakespeare aseguró que sólo en las tumbas no hace aire, pero en nuestro caso hasta tornados hay.


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Jesús Delgado

Los sonámbulos