Un México sin reprobados

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Publicado en Opinión

Un México sin reprobados

Martes, 23 Abril 2019 00:08 Escrito por 
Un México sin reprobados Periodismo y democracia

El mes de marzo pasado la Secretaría de Educación Pública, la SEP, emitió un acuerdo mediante el cual se modificaron los criterios para que un alumno pueda acreditar su educación preescolar, primaria y secundaria; es decir, la base de toda la educación.

Destaca que para aprobar los grados de preescolar y primero y segundo de primaria, bastará que el alumno haya cursado el grado correspondiente, es decir, que haya asistido a clases, sin necesidad de evaluación alguna.

Es de notar que, como parte de la reforma educativa del sexenio anterior, para acreditar preescolar y primero de primaria se requería al menos 80 por ciento de asistencia, mientras que para segundo grado, se exigían calificaciones aprobatorias (6 o más) en lengua materna y matemáticas, así como nivel de desempeño mínimo de 2, sobre un máximo de cuatro, en las áreas de desarrollo personal, social y en dos clubes de autonomía curricular.

Como reporta el periódico Reforma, el acuerdo de 2018 preveía la repetición de grado de los alumnos desde el segundo de primaria, por una sola vez, si no lograban los niveles requeridos para lenguaje y matemáticas, y se contemplaba la reprobación en los siguientes grados hasta el sexto.

Ahora, en razón del nuevo acuerdo, prácticamente desaparecen las posibilidades de repetir cursos en los cinco primeros grados de primaria.

Por su parte, en la secundaria ahora será más difícil reprobar; sí, leyó usted bien, será más difícil reprobar, no aprobar.

Antes, se reprobaba al estudiante que no pasaba en cuatro materias; sin embargo, el nuevo documento cambia el tope y lo eleva a cinco. Pero veamos.

Tal vez haya oído usted hablar de la prueba PISA de la OCDE. Le comento que el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria, han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber. Las pruebas de PISA son aplicadas cada tres años. Examinan el rendimiento de alumnos de 15 años en áreas temáticas clave; y los estudiantes son seleccionados a partir de una muestra aleatoria de escuelas públicas y privadas.

Pues algunos de los resultados publicados en 2016 para México fueron los siguientes.

Para las habilidades en ciencia, México se ubicó con 416 puntos, mientras que el promedio de la OCDE fue de 493 (el más alto fue Singapur, con 556 puntos). En comprensión de la lectura, nuestro país obtuvo 423 puntos, mientras que el promedio de la OCDE fue de 493; el más alto fue otra vez Singapur, con 535 puntos. Y en lo que respecta a habilidades en matemáticas, México obtuvo 408 puntos, el promedio de la OCDE fue de 490 y el primer lugar, de seguro ya sabe usted qué país, Singapur, tuvo 564 puntos.

En habilidades científicas, y comparándolo con América Latina, México se ubicó por debajo de Chile, Uruguay, Trinidad y Tobago y Costa Rica. En comprensión de lectura, nos superaron Chile, Uruguay, Costa Rica y Colombia. Y en matemáticas, nos encontramos por debajo de Chile, Uruguay y Trinidad y Tobago.

El desempeño de México fue tan malo, que el periódico español El País cabeceó su nota con el título “México reprueba todos los exámenes de PISA”, y señalaba que ‘la educación mexicana se mantiene, como desde hace 15 años, a la cola de los miembros de la OCDE. Sobre una escala en la que la media es de 500 puntos, los alumnos mexicanos no han aprobado un solo examen: ni ciencias, lectura o matemáticas’.

¿Qué futuro le espera entonces a nuestra juventud y a México con estos criterios de prácticamente aprobar con solo la presencia de los alumnos?

Lo primero que se me ocurre es que la estrategia educativa pública del actual gobierno se parece mucho en sus objetivos a la estrategia del anterior gobierno neoliberal; esto es así, pues con estos criterios de pase automático, los padres de familia van a preferir la educación privada a la pública (¿usted no lo haría si tiene los medios?), pues los planteles privados siguen siendo más exigentes en sus criterios de aprobación de grado, por no decir de ingreso. ¿Consecuencia? A futuro, los mejores lugares en la educación media y superior serán ocupados por los egresados de escuelas privadas y, por lo tanto, los mejores posgrados y los puestos de trabajo mejor remunerados serán otorgados a los que hayan estudiado en escuelas privadas (justo lo que quiere el esquema neoliberal, dirán algunos).

Lo segundo es que, para las necesidades de las empresas, sobre todo las transnacionales, ellos preferirán invertir en países como Singapur u otros de América Latina, donde la mano de obra estará mucho más calificada y por lo tanto serán capaces de atraer más inversión extranjera directa, sobre todo en los sectores relacionados con la tecnología, donde se usan conocimientos científicos, tecnológicos y matemáticos.

En otras palabras, perderemos competitividad internacional (pues además al mismo tiempo la política gubernamental quiere aumentar los salarios) y la productividad tenderá a disminuir (con lo que los aumentos de los salarios se verán frenados: si los productos no son buenos o salen defectuosos, caen las ventas y por tanto no hay riqueza para distribuir).

A lo anterior se suma el que los actuales programas de estudio no ponen interés en temas como analizar la Constitución y lo que conocíamos como civismo, con la consecuente pérdida del tejido social; es decir, se pierde el respeto a las leyes y a los derechos de los otros.

Los que trabajamos en las universidades públicas hemos notado un cierto decaimiento en la calidad de los alumnos que nos llegan de las escuelas públicas. Se han tenido que instituir clases de precálculo, no solo en las áreas de ciencias básicas, sino en las de ciencias sociales, pues los alumnos no dominan los elementos básicos que se supone les fueron enseñados a nivel bachillerato o antes, como lo es el álgebra. Otro problema que enfrentamos es en la comprensión de lectura y la elaboración de trabajos: a los alumnos no les gusta leer y hacer resúmenes; prefieren la vía rápida del ‘edit-copy-paste’ para sus resúmenes.

Si no corregimos estos elementos, nuestros alumnos de universidades públicas enfrentarán en el futuro más problemas para encontrar un buen trabajo, además de que no tendremos excelentes analistas.

Otro reto para algunas escuelas públicas de economía, como las que se han autoimpuesto como objetivo el formar economistas para el sector público, es que sus egresados deben estar capacitados en los últimos avances econométricos (sin que queramos decir, para nada, que la econometría nos va a decir siempre que hacer). ¿Qué va a hacer el país, por ejemplo, si nuestros economistas gubernamentales, que también deberían tener la posibilidad laboral en organizaciones internacionales, no saben construir un simple modelo para calcular el crecimiento del país o de las exportaciones, por no decir de hacer manejos de big data?

Por otro lado, debe ampliarse ese objetivo departamental para que estos economistas puedan emplearse también en el sector privado, en las áreas de negocios de los bancos o de finanzas en general, donde seguramente enfrentarán una fuerte competencia por un puesto laboral por parte de los egresados de las universidades privadas.

Y hablando de universidades públicas, la UAM cumple más de 70 días en huelga, con el trimestre prácticamente perdido ¿es así como se quiere formar estudiantes competitivos?

1.- Doctor en Economía por Sciences Po París; profesor en el Departamento de Economía de la UAM.


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Dr. Vidal Ibarra Puig

Articulista invitado