Si echamos un ojo a los encabezados de los periódicos de los últimos años, de los últimos meses, de los últimos días, encontramos noticias cotidianas que, de tan cotidianas, las hemos normalizado:
La crisis de los refugiados. Milicias contra migrantes. El trabajo sucio en las elecciones. Desaparecidos. Desplazados por emergencias naturales, por guerras, por violencia. Atentados en ciudades. Feminicidios. Déficit económico. Deudas. Devaluaciones. Ganadores. Perdedores. Bloqueos. Asesinatos. Violencia. Violencia. Más violencia…
Y si bien se trata de un mundo donde la constante es la tragedia, el caos, la desazón y el sin sentido; también es cierto que –de forma casi paradójica– el mundo sigue, la vida sigue… con cicatrices, sí, pero sigue. La gente circula por las calles; los trenes y subterráneos continúan su rumbo. Obreros, niños, oficinistas, barrenderos, maestras, campesinos, artistas, escritores, gente, gente: “Gente que siempre está trabajando y su descanso lo ocupa pa´ soñar”.
Padres que llevan a sus hijos a la escuela, que miden el dinero y palpan lo gris de su economía. Creadores que tratan todos los días de convencer que también respiran, que comen, que sueñan y que tienen derecho a vivir de su trabajo. Investigadores que se afanan por estudiar la belleza de la naturaleza, del universo, de lo humano, de la vida. Colectivos que luchan cada día por extender los derechos, para ti, para mí, para todos.
Personas todas, todas ellas extraordinarias, que saben disfrutar de un sorbo de café, de un amanecer, de una lectura, de una noche de luna, de una tarde de lluvia. Transeúntes que intercambian sonrisas, que ceden el paso, que donan una moneda, que brindan una mano. Amigos que están siempre cuando los necesitas, que se olvidan del celular y charlan sin prisas. Compañeros de viaje con los que puedes deshojar una margarita, disfrutar la caída de las hojas del otoño o simplemente disfrutar del silencio de la noche.
Ese mundo paralelo también existe, y existe en medio del caos. Un mundo invadido de personas que realizan nimiedades que sostienen al mundo, sin siquiera proponérselo; ese mundo lleno de locos, de soñadores, de personas que trabajan, que se esfuerzan, ese mundo del que no hablan los diarios porque sus hazañas cotidianas no son notici, porque no son tragedia. Ese mundo es el que necesitamos ver cada vez más, para que lo visibilicemos, para que lo normalicemos y le demos otro sentido a la vida...
Eleanor Rooselvet decía que el futuro pertenece a los que creen en la belleza de sus sueños. Necesitamos construir belleza, sensibilidad, sentido. Necesitamos construirnos un futuro… que nunca será si no somos capaces de vivir en el presente.
