¡1, 2, 3 por aquéllos que disfrutaron su infancia!

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¡1, 2, 3 por aquéllos que disfrutaron su infancia!

Jueves, 02 Mayo 2019 00:10 Escrito por 
¡1, 2, 3 por aquéllos que disfrutaron su infancia! Matices

"Agranda la puerta, padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas las puertas, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar: Miguel de Unamuno"

 Cierro los ojos y me veo corriendo en el campo, jugando, haciendo travesuras y feliz. Sí, muy feliz. Crecí en una comunidad rural, rodeada de hermanos, primos y vecinos; en realidad no me preocupaba por casi nada, no había que cuidarse de los autos, todos nos conocíamos. Si teníamos sed podíamos tomar agua del río o cortar una caña; si teníamos hambre podíamos cortar una pera, comer ciruelos o capulines.

La ventaja de ser la menor de siete hermanos es que cada uno de ellos –a su manera– algo me enseñó. Así aprendí, por ejemplo, que siempre hay tiempo para todo, pues las tareas de casa repartidas entre tantos si no son menos, si son más divertidas: a unos les tocaba ir por el pan, a otros hacer el desayuno, había a quien le correspondía lavar trastes, tender camas, fregar pisos; aunque, sobre todo, había tiempo para jugar a la tiendita, jugar en el columpio, a los encantados, a las ollitas, juntar pipioles, subir y bajar el cerro, ir a misa, cortar fruta. Para lo que nunca había tiempo, era para aburrirse, ni siquiera en vacaciones, porque justo ese era el momento de juntarnos con más primos, con más amigos, con más vecinos.

Antes de que me inscribieran a la primaria solía pasar las mañanas en la cocina, sentada al lado mi abuelo. Él solía tocar la armónica mientras Mamá preparaba la comida y contaba historias. Disfruté mucho de las sobremesas, en las que –de manera reiterada– se hablaba de los problemas de nuestro país y del mundo.

La lejanía de mi pueblo con la ciudad impedía que la señal de televisión llegará adecuadamente así que, además de los juegos, lo que más me interesaba era hojear, una y otra vez, las revistas Contenido, Selecciones y La URSS. En ellas descubrí el mundo: la Muralla China, el Monte

Fuji, el Palacio de la Moneda y la Plaza Roja.
Madrid, Santiago y Moscú fueron parte de mis sueños de niña. Muchas veces me imaginé en la Puerta de Alcalá o frente al Palacio de la Moneda, incluso me veía a mí misma paralizada ante a la belleza de la Plaza Roja de Moscú. La vida aún no me ha permitido llegar ésta última. Santiago, me quedó a deber y Madrid, Madrid siempre estará anclada a mí corazón.

La música también ha formado parte de mi vida desde pequeña, escuchaba toda, excepto la que se consideraba propia para mi edad. El gusto musical de mis hermanos configuró mis actuales preferencias eclécticas que van desde la popular, pasando por la clásica, el pop, el rock, hasta la música de protesta.

Desde siempre me ha gustado el cine, así que no perdía oportunidad de llegar temprano al salón de usos múltiples de la Escuela Primaria que había en mi comunidad, donde una vez al mes se proyectaba alguna película. Ahí me estremeció la historia de los supervivientes de los Andes, tanto como la del Doctor Zhivago y Lo que el viento se llevó.

Estoy convencida que lo que uno tiene oportunidad de ver y sentir en su niñez, determina en buena medida la forma de ver y leer el mundo. Y tu mundo ¿de qué lo construiste en la niñez?

 


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Ivett Tinoco García

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