¿En dónde quedó la no intervención y autodeterminación de los pueblos?

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¿En dónde quedó la no intervención y autodeterminación de los pueblos?

Miércoles, 13 Noviembre 2019 00:08 Escrito por 
¿En dónde quedó la no intervención y autodeterminación de los pueblos? Lo bueno, lo malo y lo serio

Los acontecimientos que le han dado la vuelta al mundo tras la renuncia que presentó Evo Morales a la presidencia de Bolivia, han desatado diversas posiciones, unas, de reconocimiento al pueblo y otras en defensa del que renuncia, alegando un golpe de Estado.

Y ¿cuál es la posición de México? Bueno, cualquiera pensaría que al igual que lo hizo con el tema de Juan Guaidó y la crisis con Nicolás Maduro en Venezuela, saldría de nueva cuenta a enaltecer la Doctrina Estrada, pero fue todo lo contrario.

Salió el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores de México, o vicepresidente de facto, con el presidente Andrés Manuel López Obrador en el fondo, con la aseveración de que lo que sucedió en Bolivia fue un golpe de Estado, y que el gobierno mexicano reconoce aún la presidencia de Evo Morales, a pesar de que éste presentó su renuncia.

Y bien que le cae al ahora ex presidente Evo Morales la condición ofrecida por el gobierno de México para darle asilo político, porque la aceptó, faltaba más, haciendo a un lado el hecho de que en realidad el ex presidente boliviano es acusado de fraude electoral, y con ello se ignora deliberadamente al pueblo boliviano que lo reclama.

Entonces, ¿Se respeta o no la “no intervención y autodeterminación de los pueblos”?, o ¿sólo cuando conviene?, eso convierte al actual ente gobernante en hipócritas.

Por su parte, Ebrard se ha caracterizado por ser únicamente un mensajero, así se dio con Estados Unidos para decirle que México será guardián de su frontera sur, a cambio de evitar los aranceles a los productos mexicanos, aunque la 4T lo haya anunciado como un triunfo, o con su viaje a la cumbre del G20 que se realizó en Osaka, Japón, en donde gustoso pidió autógrafos y selfies a los mandatarios porque no podía hacer más, quien decide la política a seguir se encontraba detrás suyo, como viejo lobo, resguardando la posibilidad de no ser señalado.

Evo Morales, como la mayoría de líderes populistas, se victimizó al señalar que su pecado es ser indígena, dirigente sindical, cocalero, tras anunciar que había enviado su dimisión a la Asamblea Legislativa Plurinacional ante la actuación desestabilizadora de su oposición, pero no dijo cómo es que salieron sus simpatizantes a convertir todo en un caos.

Lo cierto es que después de casi tres semanas de protestas, que cerraron con una auditoría de la OEA, que dictaminó la existencia de irregularidades en el proceso electoral, y que recomendó uno nuevo, su origen indígena sale sobrando, no tiene nada que ver con la molestia manifestada por los ciudadanos bolivianos.

Evo Morales, como Nicolás Maduro, se reeligieron alegando que la Constitución que les corresponde así lo permite, claro, promovieron reformas para ajustarla a sus intereses, sin embargo, es más bien el pretexto para perpetuarse en el poder, como si fueran los únicos capaces de gobernar, es la megalomanía que envuelve a estos lideres, la misma que tiene el presidente mexicano.

Presumir que sólo con ellos se logrará progreso y respeto a la democracia, es un exceso de soberbia, aunque existen de hecho, grandes diferencias entre los países mencionados, Bolivia, Venezuela y México, porque mientras Bolivia logró avances importantes en diferentes rubros, Venezuela está sumido en una crisis económica, social y de derechos humanos innegable.

Por su parte, México con López Obrador tiene en su primer año un inicio catastrófico con la economía estancada y la inseguridad a niveles comparables sólo con países en guerra, con una política errática, de enfrentamiento, de señalamientos y acusaciones.

Esto nos lleva a la condición de observar que estos países y México van camino al mismo puerto, usar la democracia como base legítima de su ascenso al poder, para después prostituirla en su beneficio y maniatar a los demás para conservarlo, esa es la verdadera intención.

México va en camino a lograrlo, nadie puede negar el triunfo que obtuvo López Obrador en las elecciones del año pasado con 30 millones de votos que le dieron legitimidad, pero tampoco se puede negar que el mandatario lleva prisa por desmantelar instituciones autónomas, debilitar a la oposición a su mínima expresión, y deshacerse de los contrapesos que existían.

Colocar a incondicionales en los diversos organismos antes autónomos debilitan el ejercicio democrático, pasando por la Ley Bonilla, como prueba de fuego, así como la limitación de los opositores a los que considera moralmente derrotados y todo para llegar al ejercicio de lo que vendrá después, elecciones amañadas como se dieron con la cancelación del Aeropuerto de la Ciudad de México.

Eso debe considerarse como muestra de lo que pretende AMLO, muchos quieren voltear la cara hacia otro lado, presumiendo que en México no pasará lo que ya se vivió en otras latitudes, pero tampoco se ponen de acuerdo para que efectivamente no suceda, porque tendría que unirse lo que queda de la oposición, dejando a un lado ambiciones de partido y personales, para ponerse frente a López Obrador y su partido.

Mientras el pueblo se lamenta por la política exterior que sigue el gobierno mexicano, pocos se atreven a exigir coherencia al ejecutivo, y con la oposición dividida y pelando sus propios infiernos, nada podrá hacer, y en consecuencia, serán cómplices de lo que venga para los mexicanos en el futuro, mientras tanto, con Evo Morales, habrá tema de qué hablar para olvidar los problemas económicos y de seguridad que agobian a la nación.


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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio