El que a Hierro mata, a Hierro muere

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El que a Hierro mata, a Hierro muere

Lunes, 24 Agosto 2020 00:12 Escrito por 
El que a Hierro mata, a Hierro muere Laberintos del Poder

Como anillo al dedo les calló a los opositores del presidente Andrés Manuel López Obrador el video en el que su hermano Pío recibe dinero del pueblo chiapaneco que ilegalmente le envió el entonces gobernador del estado, Manuel Velasco, que así cometía un delito y traicionaba también los acuerdos entre el partido Verde y el PRI.

Dicen que el pez por la boca muere y este pejelagarto solito se ensarta en los anzuelos que le lanzan o que él mismo se coloca, al decir con alegría que “qué bueno que los videos que prueben corrupción salgan a la luz pública porque eso transparenta y exhibe a ladrones, que aunque por la vía legal no tengan valor, por la vía moral son demoledores”.

Y sí, moralmente son lapidarios.

Lo que en 2015 hizo él a través de su hermano Pío con un funcionario del gobierno de Chiapas al aceptar desvío de recursos, fue un acto de total ilegalidad, indebido, reprobable, en suma, de clara corrupción.

López Obrador sabía que lo que el hoy senador le entregaba era dinero del pueblo que debía ser invertido en ellos, no en su movimiento o campaña pero no le importó que recursos financieros se dirigieran a su causa. ¿Y la honestidad valiente? ¿Nada al margen de la ley y nadie por encima de la misma?

Si como dice el Presidente, los dineros que recibió durante años provenían del pueblo bueno, entonces resultó un mantenido de los jodidos, de los que poco tienen para subsistir, pero el embustero prefirió estar bien él antes que esa gente humilde, buena y noble que creyó llegaba la salvación para un país carcomido por gobernantes pillos, insaciables.

El impoluto López Obrador cometió un delito al recibir dinero del erario de Chiapas, y otro, porque no existe registro ni constancia legal o fiscal alguna de esas aportaciones en efectivo a su movimiento político, en el organismo encargado de los procesos electorales.

En relación a esto, el Instituto Nacional Electoral (INE) dice muy claro lo siguiente:

“Bajo ninguna circunstancia los partidos políticos o candidatos podrán recibir aportaciones o donativos en dinero o en especie de dependencias públicas, otros partidos políticos, iglesias, organizaciones civiles ni mercantiles, tampoco de personas físicas con actividad mercantil, personas morales mexicanas o extranjeras; colectas públicas ni de personas no identificadas”.

Por lo anterior, dinero que se entrega a un partido políticos sin ser declarado y sin importar su origen o destino, es dinero ilegal. Entregarlo, aceptarlo y utilizarlo es un delito. López Obrador y su hermano Pío lo cometieron.

¿Entonces qué pasó?

Dice el tabasqueño que no es lo mismo saquear -perdón-, quitar o aceptar de un gobierno estatal dos millones de pesos para una campaña política, que recibir 200 millones de dólares en sobornos de la empresa Odebrecht.

Sea del tamaño que fuera, lo que hizo fue un delito y debe ser castigado.

En los tiempos en los que el generoso y embustero gobernador Manuel Velasco le regaló recursos en efectivo propiedad del estado, el partido Morena ya tenía registro electoral y ya había recibido del INE más de 120 millones de pesos como prerrogativas, y dos millones del Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana del estado de Chiapas. ¿Necesitaba López Obrador más dinero y de origen ilegal?

Lo dicho: El pez, por su boca muere; el que a hierro mata, a hierro muere. O bien, para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta, y el Presidente parece tenerla desde el zócalo de la capital del país hasta Macuspana.

López Obrador no entiende. No aprende. Es igual que panistas, priistas, perredistas, que se han servido del poder y del pueblo para llevarse dinero a sus bolsillos.

Y engaña al pueblo. Habla de humildad, de honorabilidad, de sencillez, de ser como los pobres, pero calza ya zapatos caros, viste trajes de primera, usa las más finas guayaberas y vive como los reyes de España, la reina de Inglaterra y los soberanos de Suecia, en un Palacio.

¿Pagará sus boleadas? ¿La luz de su departamento imperial acondicionado ahí? ¿La comida que le llevan de restaurantes como El Cardenal? ¿De su “modesto” salario -porque la compensación es muy abultada- saldrá el gasto de sus boletos de avión? ¿De la gasolina de su Jetta? ¿Él cubre los gastos de los empleados domésticos, meseros, jardineros, plomeros, electricistas y demás que dan mantenimiento a su ahora lujosa vivienda? ¿Cuándo se hospeda en un hotel, él paga ese gasto?

¿No que se habían acabado los privilegios?

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Twitter: @emtrizal61


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Emilio Trinidad Zaldívar

Laberintos del poder