Al adquirir un producto o servicio, las expectativas del consumidor se basan entre otras cosas, en la marca, reputación, marketing generado, costo-beneficio y algunas otras cualidades del bien o servicio que adquieren. Sin embargo, tras el uso del bien en casos como los teléfonos, muchos usuarios notan ciertas inconsistencias a la adquisición o con el paso del tiempo.
Este fue el caso de Apple, quien en recientes fechas enfrentó una demanda millonaria por ralentizar u omitir información a los usuarios que adquirieron algunos de sus equipos años atrás y que tras descargar la actualización que resulta necesaria para el buen funcionamiento del equipo, descubrieron que la empresa había buscado hacer más lentos los antiguos equipos con la búsqueda de adquisición de nuevos productos.
Es decir, lo que podemos observar es una desincorporación tecnológica de los productos de Apple por el simple paso del tiempo cuando lo que hay detrás de esto es la falta de verdad ofrecida por la compañía, quien puede decidir cuanto tiempo dura ese bien en el mercado, y elegir la desincorporación material por falta de vigencia a la tecnología que se requiere para su funcionamiento.
Ante la omisión de proveer de verdad a los usuarios o consumidores de Apple, la empresa se ha visto envuelta en la falta de credibilidad y este último concepto resulta fundamental si entendemos como la definición de creencia de Alexander Bain, que alcanzar la verdad en el lenguaje implica ajustarse a la realidad social, entendiendo el concepto de Bain, como el elemento a partir de lo cual un hombre está dispuesto a generar una acción.
Desde luego, la compra de un producto como los comercializados por Apple, buscan la verdad en cuanto al funcionamiento, durabilidad, precio y otras características que se compran cuando se requiere el producto, sin bastar únicamente con el análisis de mercado que realiza la empresa previa a su venta.
Esto deja claro que muchas empresas como Apple se basan en actos del habla perlocutivos cuya intención es causar en el consumidor la creencia de que adquieren un producto cuya vigencia no terminará unilateralmente, sino por la propia vida útil del bien; y, por el contrario, ante la nueva generación de productos de la misma empresa, esta perlocución pierde sentido cuando un nuevo producto sale al mercado.
Entonces la venta en realidad se basa en un acto del habla perlocutivo cuya finalidad es convencer al consumidor de características o utilidad que en la practicidad no tienen los productos o que teniéndola está sujeta a ser modificada unilateralmente por el proveedor o la empresa cuando esta requiere que un producto entre en desuso y otro sea el que ocupe los primeros lugares en los mercados.
Conforme a lo anterior, autoridades internas o en otros países que tengan como objetivo la protección final del consumidor, deben revisar casos como el de Apple para determinar si es la empresa quien con sus actualizaciones elige cuanto tiempo será la vida útil del bien adquirido y si en su caso esto es lo que provoca que algunos productos antiguos para el mercado actual sean desincorporados de la tecnología por sus características materiales y si esta falacia perlocutiva permite a las empresas un disimulo corporativo.