Respuesta de Simplicio a madre preocupada

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Respuesta de Simplicio a madre preocupada

Miércoles, 05 Mayo 2021 01:44 Escrito por 
Javier Ortiz de Montellano Javier Ortiz de Montellano Diálogos en el Averno

Querida confinada lectora preocupada:

En el principio era el Verbo...y luego el nombre o sustantivo, por ejemplo, Adán y Eva. Luego vino el adjetivo, y con él, las malas palabras o maldiciones. Por ejemplo, seguramente se intercambiaron insultos (adjetivos) entre Adán y Eva, y entre éstos y la diabólica serpiente al ser descubiertos desobedeciendo la prohibición de Dios de comer del Árbol del conocimiento del bien y del mal, debido a la incitación de la serpiente parlante a Eva y de ésta a Adán.

 

 

Al ser expulsados del paraíso terrenal por desobedientes, se oyeron a lo lejos algunas exclamaciones subidas de tono por parte de nuestros ancestros, al menos contra el Ángel que guardaba la puerta y ya no los dejaba entrar al Edén (según me confía mi Ángel de la Guarda, que sabe de lo que habla).

En el caso que plantea, querida lectora, nos ocupamos de niñas, niños y adolescentes que usan palabrotas o “malas” palabras, como se les denomina a las groserías y maldiciones.

Decir malas palabras es un comportamiento común para los adolescentes, así lo indica la Academia Estadounidense de Pediatría. Las niñas y los niños y los adolescentes en general a menudo usan malas palabras para impresionar a los amigos y sorprender a los padres y escandalizar a los abuelos.

Decir palabrotas o groserías es un comportamiento casi normal del desarrollo en la niñez media y la adolescencia temprana. Para las y los niños, decir palabrotas es a menudo una forma de sentirse “sofisticados” y de mostrar que no tienen miedo de ser un poco “malos” al transgredir las reglas de la educación.

En ciertos contextos sociales, a pesar de que las palabrotas se consideran inadecuadas, es frecuente que sean muy usadas y no siempre rechazadas, especialmente como interjecciones que expresan desprecio o enojo. Yo uso mucho el adjetivo “Pinche” para referirme al Diablo, pero esa palabra significa muchas diferentes cosas en México.

El más amplio catálogo de acepciones lo consigna el excelente Diccionario del español usual en México de Luis Fernando Lara. Lara advierte que se trata de una grosería cuando se usa para designar a alguien que es despreciable o muy mezquino o algo que es de baja calidad, de bajo costo o muy pobre. Pero puede significar simplemente un ayudante de cocina.

Las palabras cambian según su contexto y lo que en unos contextos sociales puede ser visto como un síntoma de “mala educación”, revelando un origen social que inhabilita para entrar en la “buena sociedad” en otros puede tener un “prestigio” encubierto, por ejemplo, entre los hombres jóvenes o incluso de mayor edad, asociado a actitudes machistas promovidas por el grupo.

 

 

Independientemente de que el lenguaje soez puede que sea o no usado más frecuentemente por hombres que por mujeres, sí que es así socialmente percibido, o al menos lo fue tradicionalmente, y como tal forma parte del imaginario asociado al comportamiento “rudo”. Sin embargo, con la reciente igualación de los sexos este hábito parece estarse extendiendo entre las niñas y las adolescentes. No se diga en algunas mujeres mayores que desde siempre se han desinhibido y algunas dicen más palabrotas e insultos que los rudos machos de cualquier edad.

La psicolingüística tiene en el uso de las palabrotas y expresiones soeces uno de sus temas de estudio. La adquisición del lenguaje por la niña o el niño es un complejo proceso evolutivo en el que intervienen tanto factores innatos como ambientales, entre los que están también la educación y la socialización; y en este proceso se incluye la adquisición del lenguaje soez, o al menos conocer de su existencia. Las formas de afrontarlo (asumirlo, aceptarlo, tolerarlo, evitarlo, ignorarlo o reprimirlo) son muy diferentes según distintos enfoques pedagógicos y diferentes situaciones (no es lo mismo en casa, que en la escuela o la Iglesia, etc).

Las groserías han entrado en la jerga común, ya no escandalizan a casi nadie y menos a los niños, que no son plenamente conscientes de lo que significan y que, por tanto, en muchas ocasiones las utilizan para llamar la atención y sentirse importantes. A veces, con ignorar su lenguaje basta para que dejen de usarlo y aprendan por sí mismas y mismos lo que es aceptable o no para la sociedad en que se mueve.

Las niñas y los niños que suelen decir muchas groserías, en el momento en que se les regaña, son especialistas en subrayar que papá o mamá también las dicen (o las han dicho). Ante una “acusación” semejante, los padres pueden sentir que no saben qué hacer, o peor aún si están divididos y tienen diferente opinión al respecto. El asunto se complica si intervienen las y los abuelos o las y los tíos, etc, que seguramente habrán echado sus palabrotas de vez en cuando delante de las y los niños y adolescentes.

Sin embargo, existe una solución muy simple: el padre o la madre, abuelas, abuelos, tías y tíos, etc, pueden decir que se arrepienten mucho de haberlo hecho y que en el futuro intentarán controlarse. Así, aprenderán que sus padres no son infalibles y que todos nos podemos equivocar, pero que lo importante es darse cuenta de ello, saber pedir perdón e intentar no cometer los mismos errores en el futuro.

Otro modo es recompensar a tu hija o hijo por expresar su frustración apropiadamente sin maldecir. Las cartas y el dinero son enfoques útiles, aunque algo costosos. Por ejemplo, usa un frasco de monedas de 5 pesos que pueda ganar al final de dos semanas: por cada día que no maldiga durante este tiempo, se colocarán dos monedas de 5 pesos adicionales en el frasco; pero cada vez que diga palabrotas, se quitarán cinco pesos. Se darán cuenta rápidamente de qué les conviene.

Recuerden que decir malas palabras en sí no es un signo de alteración emocional. Sin embargo, si existen otros problemas (mentiras crónicas, robos crónicos o dificultades con los compañeros), las palabrotas podrían ser solo otro síntoma de un problema familiar o social preexistente.

En fin, el asunto es tan viejo como la Humanidad. Y, como responden los robots Alexa, Siri o el asistente de Google, etc., cuando les preguntan su opinión sobre la Humanidad, todos contestan lo mismo: Su pasado es deplorable, su presente, ignominioso...no estoy tan seguro de que la Humanidad tenga futuro.

Así que no se preocupe demasiado por el futuro de la Patria, querida lectora.

Atentamente

Simplicio y robots asesores


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Javier Ortiz de Montellano

Articulista invitado