Han pasado cuatro años en los que el aumento de la inseguridad le envía un recordatorio crudo al presidente Andrés López Obrador, quien prometió (una de tantas promesas) que, al momento de asumir el cargo de presidente, como por arte de magia, se acabaría con la violencia en el país.
La entonces secretaria de gobernación Olga Sánchez Cordero, poco conocedora de temas políticos, aseguró en una entrevista de banqueta, que “ellos” estaban cansados de la violencia y dispuestos a encontrar la paz, manifestando que se haría todo lo posible para lograr serenar al país.
El propio presidente Andrés López Obrador había ofrecido que haría lo que fuera necesario para alcanzar la tan anhelada paz para los mexicanos, con su eslogan de “no mentir, no robar y no traicionar” emprendió el vuelo esperanzador para millones de seres humanos que habitan esta nación.
El tiempo poco a poco fue cobrando facturas, las cosas no se pueden solucionar con el solo hecho de desearlas, o de dedicar horas y horas para hablar del tema, o, continuar con la cómoda posición de echarle la culpa a gobiernos anteriores, eso ya no resulta, porque siempre llega un punto de inflexión en el que los ciudadanos se dan cuenta que por mucha paciencia que ofrezcan, no hay avances en la materia; a mitad de la presente administración, el problema ha empeorado.
Y no importa cuántas veces se le cuestione al presidente, o, cuantas veces se le enfrente con la realidad, no va a cambiar respecto de su supuesta estrategia, “abrazos y no balazos”; son muchas las voces que advierten que más que estrategia, representa una descarada entrega de vasto territorio a los delincuentes.
Lo anterior no hay por el momento, como comprobarlo, todo se reduce a la sospecha, pero esa misma, encuentra razón, cuando al ver el reciente conflicto que representó el secuestro de cuatro estadounidenses en Tamaulipas, dos de ellos, desafortunadamente se reportaron muertos. Fueron los propios delincuentes quienes entregaron a los supuestos culpables, tan es así, que esos mismos, al día de hoy se encuentran procesados por los lamentables hechos.
Entonces, ¿quién en verdad manda en ese y otros territorios en México? En Estados Unidos, son varios los políticos que han manifestado que el gobierno mexicano permite que la delincuencia haga lo que quiera, y ¿qué hace el presidente? ¿Desmiente? o ¿confirma la visión norteamericana? Nada de eso, la respuesta es la acostumbrada.
Todos estos desencuentros no abonan para mejorar la seguridad del país, es, quiera o no reconocerlo López Obrador, el sexenio más violento de la época moderna, el número de víctimas de homicidio ya rebasó cualquier pronóstico, y ha superado con creces los gobiernos que han sido tan atacados por el tabasqueño, de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, porque, no puede aceptarse inocentemente que García Luna es tan poderoso, como para que su influencia haya podido recorrer tantos sexenios, ¿en verdad fue colosal?
Es, cuando mucho, el tema Genaro García Luna, solo una cortina de humo más, le sirve al presidente, en especial para mantener el discurso en contra de su archienemigo Felipe Calderón, y así, con la venganza de por medio, el país no avanza en el fortalecimiento de la seguridad; las reuniones de seguridad son una chunga, no resuelven el problema, por lo que no son pocos los que presumen que esas reuniones son para tomar el café y comentar la popularidad del presidente.
Sin embargo, el mandatario está convocando a una sesión urgente del Consejo Nacional de Seguridad Pública en Oaxaca, como oportunamente lo informó este medio. Estarán las y los gobernadores de las 32 entidades, acudirán además, los secretarios de Gobernación, Seguridad, Defensa Nacional, Marina, el titular de la CNSP, la secretaria ejecutiva de Seguridad Pública, el fiscal general, es decir, la crema y nata del aparato de seguridad del país. Habrá que esperar para saber la urgencia y el resultado de la sesión.
La crisis del problema de seguridad ya enfrentó seriamente al gobierno de López Obrador con algunos importantes personajes estadounidenses, los mensajes cada vez son más ríspidos, las acusaciones y señalamientos no encuentran cordura, al contrario, se intensifican. Nada bueno para el país puede esperarse de esos desencuentros.
Por lo tanto, se puede esperar cualquier cosa, el mensaje constante del presidente respecto a la soberanía nacional coloca al país en una condición vulnerable frente al poder que representa la potencia mundial que es Estados Unidos, el diálogo diplomático será puesto a prueba, inevitablemente.
No obstante, hay una verdad que le pesa demasiado a los mexicanos, la seguridad brilla por su ausencia, la angustia de poblaciones enteras enfrenta a formidables bandas delincuenciales, y no hay quien le ofrezca ayuda a esa gente, el gobierno está ausente y el lugar del poder lo ocupan aquellos.
Y de esta forma, el gobierno de López Obrador, no se ve en un futuro próximo que las cosas puedan mejorar, o que se pueda guardar alguna esperanza que algo bueno salga de la dichosa reunión con gobernadores, fuerzas militares y de seguridad, porque el golpe de timón se encuentra muy lejano como para observar algún cambio substancial.
Lo peor de todo, es no saber si al finalizar el encuentro se informe a la opinión pública respecto de los temas que se trataron, o como siempre, nos iremos enterando de a poco, con el claro riesgo de conocer información manoseada.
Lo anterior es así, porque en estos tiempos, los mexicanos se han acostumbrado a únicamente escuchar lo que dice el presidente desde el púlpito presidencial, en una arrogante presunción de pensar que los ciudadanos aún no alcanzan la mayoría de edad, como para enterarse de la realidad del país.
