Matices... Pongamos que hablo de Madrid

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Matices... Pongamos que hablo de Madrid

Miércoles, 14 Febrero 2018 00:14 Escrito por 

Madrid, Santiago y Moscú han sido parte de mis sueños desde niña. Muchas veces me imaginé frente en la Puerta de Alcalá, otras tantas perdía la mirada mientras en mi mente caminaba frente al palacio de La Moneda, más de una vez me he mirado paralizada frente a la belleza de la Plaza Roja de Moscú.

La vida aún no me ha permitido llegar a esta última. Santiago me quedó a deber, mis expectativas siempre fueron más altas. Pero Madrid… Madrid siempre estará anclado a mi sentir, justo al centro, donde dicen que está el corazón.

De la ciudad tenía como referencia tanto la Puerta de Alcalá, como la fuente de la Cibeles. Cuando pasé por primera vez frente a la Puerta de Alcalá, no podré negar que, mientras caminaba –en silencio– tarareaba en mi mente aquella famosa canción de Victor Manuel y Ana Belén que se hizo famosa en los años ochenta. Recordé también una postal que me regaló uno de mis hermanos cuando hizo su primera visita al viejo continente hace muchos, muchos años. Las flores parecían ser las mismas, las de siempre, tan coloridas, tan vivas. De La Cibeles el fútbol es mi asociación por ser el lugar de los festejos.

No recuerdo bien si de ahí fuimos al parque de El Retiro, pero lo que sí tengo en mi memoria de forma indeleble son sus jardines, su laguito, sus fuentes, su calzada de esculturas hechas a destajo –lo cual siempre genera cierto enfado entre los “verdaderos creadores”. Les observé un poco y hoy son mi punto de referencia para identificar la diferencia entre la creación artística y los objetos decorativos.

Me habría perdido en El Prado de no haber contado con una compañía que guiara mis pasos. Aprendí que uno no puede quedarse a mirar cada obra o cada objeto, que uno debe abrevar una perspectiva general del lugar y detenerse en aquello que representan los referentes universales. Después, si uno tiene otras oportunidades de volver al lugar, podrá entonces ahondar en los detalles.

Dentro de mis referentes guardo Las Meninas y El Cristo de Cuatro Clavos, ambos de Velázquez (éste segudo un poco más humano, a mi entender). Quien para ese momento era mi guía en España, en Madrid, en el Prado –y uno poco también en la vida– me sugirió poner atención en el reflejo del espejo, para observar la intención del artista. Si mi memoria no me falla, justo como homenaje a Velazquez, en la puerta principal del Museo se ubica una escultura en su honor. Me sentí dichosa de haber logrado observar la perspectiva de las formas, elemento indispensable que debe considerar todo artista, porque estas obras difícilmente se miran de frente, casi siempre a distancia y hacia arriba.

Tenía tantas ganas de ver a las Majas, mi preferida si duda es la vestida y no tiene que ver con ningún tabú, simplemente me parece más sensual. No conocía nada de las Pinturas Negras de Goya, aún me siguen impresionado, hay una en particular, aquella donde hay muchas personas –mujeres mayoritariamente todas con caras de bruja frente a un diablo negro. Pienso que quizá eran parte de los tormentos de Goya, que, al pintarlos, los lograba liberar.

Tengo que regresar en otro momento para saborear el Jardín de las Delicias de Bosco, sin preocuparme de los pecados capitales, ni del infierno; para perderme en lo colorido y humano de Rubens y conectarme con la contemporaneidad del Greco. Tengo que regresar para ensanchar el mapa de mis sentimientos y profundizar en ellos.

Pero sobre todo, tengo que regresar a Madrid con la compañía correcta, porque el momento siempre, siempre será el adecuado.


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Ivett Tinoco García

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