Napoleón, un alma fuerte y decidida; Bonaparte, una mirada a la condición humana

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Napoleón, un alma fuerte y decidida; Bonaparte, una mirada a la condición humana

Miércoles, 06 Diciembre 2023 00:00 Escrito por 
Ivett Tinoco Ivett Tinoco Matices

Hace algunos años, me encontré ante el imponente mausoleo de Napoleón Bonaparte y me resultó inevitable reflexionar sobre la manera en que nos relacionamos con la grandeza y el legado histórico. Descubrí que frente a la magnificencia del gran emperador, nuestra postura física parece reflejar una verdad filosófica profunda: cuando estamos en la planta baja, nuestra mirada se alza hacia él, para recordarnos que su grandeza está por encima de nosotros; en cambio, cuando nos hallamos en la planta alta, surge naturalmente un gesto de reverencia, reconociendo su impacto y legado. Frente al emperador, no tenemos una posición de igualdad, su grandeza nos debe inspirar respeto y admiración.

Francia manifiesta claramente su reconocimiento simbólico hacia la figura del emperador. Como señala el periodista Marc Bassets: “No se entiende este país sin el hombre que encarnó el último verdadero momento de potencia francesa en el mundo, y construyó la arquitectura del estado moderno”. Quizá por esta razón, la película de Ridley Scott no ha logrado cautivarlos; ha suscitado reacciones encontradas entre los franceses, quienes arguyen que el filme refleja predominantemente una perspectiva anglosajona.

Afortunadamente, no soy francesa ni historiadora; mi pasión es el cine. Con un balde de palomitas en mano, ocupé mi asiento en la sala para sumergirme no en las batallas del emperador, sino en las del ser humano. Por primera vez, tuve la oportunidad de observarlo directamente, percibir los latidos de su corazón, explorar sus fuentes de inspiración, su sensibilidad y sus miedos. Su condición humana.

Admiré la audacia que Ridley Scott mostró al apartarse de la típica representación del líder central que surge de la Revolución Francesa, alejándose de la imagen del estratega militar supremo, del Emperador y del hombre de poder. Disfruté al descubrir a un Bonaparte humano, cálido y cercano, explorando los entresijos de su correspondencia con Josefina mientras él se encontraba en el campo de batalla.

Josefina: “No he pasado ni un día sin amarte, no he pasado una noche sin oprimirte entre mis brazos, no he bebido una taza de té sin maldecir a la gloria y a la ambición que me tienen alejado del alma de mi vida. En medio de mis trabajos, a la cabeza de mis tropas, recorriendo los campamentos, mi adorable Josefina está solo en mi corazón, ocupa mi espíritu y absorbe mi pensamiento… no te pido ni amor eterno ni fidelidad, sino solamente verdad, franqueza sin límites… la naturaleza ha hecho mi alma fuerte y decidida…”.

Aparte de las opiniones de los críticos especializados y los propios franceses, los seguidores fervientes de Napoleón también han expresado su insatisfacción con la película de Scott, argumentando que ésta no logra rendir un homenaje adecuado al emperador. Existe un sentimiento palpable de que esperaban una representación mucho más completa y fiel del héroe, del emperador, que capturara de manera más profunda y veraz su grandeza y complejidad histórica.

La película Bonaparte no es una lección de historia; quizá tenga una serie de imprecisiones discutibles, eso no le quita que sea una película que hay que ver, para desentrañar la complejidad del héroe histórico, permitiéndonos ver más allá de la narrativa estándar y descubrir las capas más profundas de la condición humana que subyacen en sus acciones. A pesar de las posibles inexactitudes históricas, su enfoque en la vulnerabilidad y el crecimiento personal del héroe invita a reflexionar sobre la naturaleza misma de la grandeza y la evolución humana en el contexto de los desafíos monumentales.

Escribo, y mientras escribo, me pregunto por qué en pleno siglo XXI nos afanamos en perpetuar la imagen típica del héroe; por qué nos resulta difícil aceptar que la esencia misma de la heroicidad está intrínsecamente impregnada de sensibilidad, fragilidad, incertidumbre y miedos. Seguimos idealizando la figura del héroe como un ser exento de debilidades y contradicciones, cuando en realidad la auténtica grandeza y valentía residen en la capacidad de reconocer y aceptar la complejidad humana.

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Ivett Tinoco García

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