Samuel García (fosfo fosfo), se suma al selecto grupo

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Samuel García (fosfo fosfo), se suma al selecto grupo

Miércoles, 06 Diciembre 2023 01:00 Escrito por 
Alfredo Albiter González Alfredo Albiter González Lo bueno, lo malo y lo serio

Existe un grupo de políticos alineados al régimen obradorista que quisieron presentarse como irreverentes y terminaron por someterse como todos los demás; aunque hace no mucho gozaban de una imagen proporcional a su estatus, que podría decirse, era de buena a muy buena. Llegaron a ser, incluso, referencia en varios círculos sociales importantes; las dinámicas en esas cuestiones los apuntaban para seguir escalando en ambiciosas posiciones.

Normalmente, así es la política. Si logran alcanzar un cargo de elección popular, se dan cuenta de que "el sacrificio" para ofrecer sus servicios al pueblo es redituable. No solo rinde frutos en el aspecto personal con motivo de la entrega "desinteresada" a su encargo dictado por el electorado; es el poder lo que termina siendo lo más importante.

Sin embargo, la frase "un político pobre, sin duda alguna es un pobre político", acuñada por el profesor Carlos Hank González, no se encuentra alejada de la realidad ni pertenece a una dimensión desconocida, en términos prácticos; es una verdad tan aplastante como su vigencia.

La ambición natural de la clase política es como el aroma de la rosa, va impregnada al personaje en cuestión lo acepte o no, pues esa ya es una condición de estrategia. En la mayoría de los casos, prefieren presentarse como gente sencilla y sin otras ambiciones que las que les genera el impulso de servir a su comunidad.

Ante esta disyuntiva, es fácil descubrir que más tarda el encumbrado en presentarse como un humilde servidor del pueblo que en evidenciarse como un descarado y cínico ambicioso. Dentro del abanico de personajes, son pocos los que logran desmarcarse de la ventana que quieren colocar para ser vistos como moderados, alejados de las ambiciones mundanas.

Esto es, de acuerdo a la época y a quien sea el gobernante, pues es una práctica que se copia. Esa clase de políticos no ha dejado de querer parecerse al líder supremo para ser bien visto y calificar como un posible candidato responsable para continuar con un proyecto iniciado por aquel a quien admira y, por consiguiente, conquistar poder y dinero.

Poder y dinero. Sí, nunca se separan, siempre van de la mano. Por eso, deja de ser importante que se disfrace de austero o que descaradamente se presuma con recursos económicos suficientes; es un hecho, no es una variante, es, por lo mismo, la lucha para subir peldaños, la cual se convierte en intestina, del caiga, quien caiga.

Los incautos siempre comprarán la idea de que quien los representa vela por su bienestar, por su progreso, por su seguridad, por tener más y mejores caminos y puentes para trasladarse de un lugar a otro con su familia y en paz, contar con más y mejores hospitales, con medicamentos suficientes, interesado en atraer inversiones para proporcionar opciones a sus ciudadanos con empleos mejor pagados.

Pero una cosa es presentarse con esa imagen y otra muy distinta lo que ya traen debajo del brazo con un modelo alterno para seguir conquistando escalones; la ambición ni siquiera termina con el cargo más importante, porque aún después de él, existen otros que les prometen continuar con esos privilegios.

Nos encontramos en un terreno en el que se pelea la posición más importante para competir por la presidencia de la República. Ya que, quien la tiene, no quiere soltarla; que nadie, fuera de su grupo, logre obtenerla, y, quien no la tiene, hará lo imposible por arrebatar ese preciado y jugoso fruto.

Ante lo anterior, son tres personajes los que, por alguna ironía de la vida, han recorrido caminos similares; la ambición los colocó debajo de los reflectores por el tiempo de gloria que tuvieron, con las miradas de propios y extraños encima de ellos, se esperaba que la misma expectación que habían causado respondiera al logro de conservarla y reventar su lógica hacia aires más promisorios.

Ellos son: Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard y Samuel García (fosfo fosfo). Cada uno de ellos tuvo la decisión más importante de sus vidas entre sus manos, pero algo pasó, les faltaron lo que muchos mexicanos identifican desde las épocas de los antiguos abuelos.

Monreal, empoderado en el Senado, tuvo en un puño su gloria personal; en su momento, pudo haber sido cobijado incluso por la propia oposición. Su imagen inmejorable le daba la oportunidad de desprenderse del cordón umbilical del político líder del movimiento al que pertenece, pero se desinfló y penosamente salió a decir que prefería ser nada a quebrar con el régimen, y la vida le ha ido cumpliendo su deseo; ahora es otro más, en efecto, es nada.

Marcelo Ebrard Casaubón siempre ha soñado con ser candidato a la presidencia; se sometió, bajó los brazos y dejó pasar al presidente Andrés López Obrador, con la promesa de que a la siguiente le tocaría. Ese fue, para muchos, su gran error; no calculó bien el momento, pero para entonces, ya debería haber conocido a su mentor, ignoró las señales que se le presentaron y pagó el precio. "Tres veces te engañé", dice la canción de Chayito Valdez.

Y finalmente, se suma al selecto grupo el famoso gobernador de Nuevo León y candidato presidencial por unas cuantas horas, Samuel García, quien se montó en la pelea por la conquista por la silla del águila en contra de Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum y que, su inexperiencia, soberbia y sobrada actitud lo metieron en un callejón sin salida, hasta que renunció a la candidatura.

Podrá Samuel salir a decir lo que quiera; que iba en segundo lugar, que le tenían miedo, etcétera; la verdad es que su campaña sería impulsada principalmente por su esposa Mariana Rodríguez, la verdadera atracción de su partido siendo él el candidato, con su gracia y con una cuenta con miles de seguidores garantizaban la pelea, porque el agraciado gobernador, no tenía ni los alcances que presumía ni la habilidad

que quería demostrar. Otro zurrón más.

Así el selecto grupo irrelevante de personajes que pudieron ser más, y terminaron por ser lo menos, únicamente el tiempo y la historia determinarán qué lugar ocuparán cada uno en el tramo que les tocó recorrer.


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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio