Noam Chomsky, filósofo y sociólogo estadounidense, vaticinó que la era de la estupidez estaba muy cerca de suceder. A partir del surgimiento de las redes sociales, nosotros en un afán de ser vistos hacemos cosas que quizá no nos atreveríamos, de no sentir la imperiosa necesidad de generar una reacción del otro, aunque sean un montón de desconocidos.
Chomsky lo llama la cultura de la exhibición, es decir, mostrar no solo las aventuras más épicas, sino los datos más insignificantes sobre nuestra vida. El café adornado, la foto en el gimnasio, cualquier dato que nos ponga en el mapa virtual.
Hoy en día, convertirse en tendencia es un sueño. Vivir de las cosas que te regalan por promocionar lugares, es uno de los objetivos. Al lado de la narcocultura, está la idealización de la vida de un influencer.
Me parece importante reflexionar sobre lo que estamos haciendo como sociedad, porque pareciera que vamos en retroceso. ¿En qué momento una herramienta para lograr el conocimiento se convirtió en el sustituto del ojo, el oído, la percepción, todo?
Ver a una mujer ser arrollada por un tren porque ella decidió sacarse una selfie es una tragedia. De un tirón, siglos de supervivencia se fueron al caño. ¿Cuándo perdimos el instinto de cuidarnos, de salvarnos?
¿Por qué es tan importante sacarnos fotos de que estamos en un lugar o de que estamos presenciando algo épico?
Creo que para decirle al mundo que somos diferentes, que tenemos valor, que somos interesantes. Estar en el momento justo donde ocurre un fenómeno meteorológico, observar el paso de un tren, mirar hacia abajo de un edificio alto. Son solo algunas de las maneras en que las personas han muerto, con el único objetivo de demostrar que le sucedió a ella o a él y no a otra persona.
¿Este tipo de muerte se considerará una tendencia? Lamentablemente sí. Algunos países, como España o Canadá, ya ponen letreros para alertar del peligro de no estar atentos cuando tomas una foto, piden incluso que revise si está parado al lado de un acantilado, que reflexione si puede caer.
A pesar de que un estudio de la Universidad de Toronto demostró que no nos volvemos más tontos por el uso de celular, sí hace hincapié que no es la herramienta, sino el uso que se le da. La sabiduría convencional nos dice que la dependencia excesiva de la tecnología puede reducir nuestra capacidad para recordar, prestar atención y ejercer el autocontrol.
Me queda claro que llevar celular hoy en día, además de permitirnos comunicarnos, también es una manera de conectarnos con lo que pasa a nuestro alrededor, pero ojo, también nos está quitando la mirada periférica para saber si estamos en peligro. Nos roba la reflexión, porque si lo vemos en internet, suponemos que es verdad y pocas veces verificamos si es real.
Es una herramienta manipuladora. ¿Cómo saber si esa cantidad de memes sobre Xóchitl fue la razón para que perdiera?
Estamos observando a través de un dispositivo con mil ojos y aunque pensemos que elegimos de manera libre nuestros libros, zapatos, lugares de vacaciones, escuelas, periódicos y por supuesto ideas, puede que estemos equivocados, puede que incluso nuestras decisiones estén enlazadas a lo que vemos en los dispositivos y al parecer también nuestras acciones. Caminar sobre una vía con audífonos, acercarnos a la orilla de una montaña parecen cosas que nadie en su sano juicio haría, a menos que estemos perdiendo la perspectiva total.
