Mientras la algarabía del mundo católico y los medios informativos mostraban en Roma, en México y el mundo la elección de León XIV, el nuevo Papa, en México se seguía cocinando a todo vapor la elección espuria del Poder Judicial del 1° de junio.
La gran base de Morena, coincidente con un buen número de católicos mexicanos, recibirá el llamado para asistir a votar el 1° de junio y así obtener una votación increíble, producto de un procedimiento en el mismo sentido. Sin sentido y sin saber lo que se hace.
Se hace campaña para los diversos cargos del Poder Judicial, de juzgadores y, desde luego, de los ministros de la Corte, a sabiendas de quién ganará. Así, ¿a dónde vamos, Dra. Sheinbaum? La mayoría de los abogados constitucionalistas no están de acuerdo. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se convierte en una pieza de museo y en “ejemplo de lo que no deben hacer los países democráticos”, víctima de sus propios hijos.
Militantes de Morena, católicos o no, y todos los mexicanos, quizás, estamos a la búsqueda de la esperanza; vivimos en la incertidumbre de un tiempo a esta parte.
Queremos mirar un futuro con luz en el calendario por venir. ¿Tú, Claudia, la presidenta, esperas el 1° de junio, y el 2030 y el resto de las elecciones para sembrar esperanzas en la sociedad mexicana, o sólo el tiempo de los proyectos de tu mentor y de Morena?
No dejemos de recordar a Santa Anna, a Juárez o a Díaz, y a partidos que practicaron el gatopardismo y la permanencia sin límites, como ahora Morena, perpetuado en el poder, según se advierte. Nuestra endeble democracia, que agoniza, ya no lo resiste. ¿A dónde y con quiénes vamos?
Si en estos días examináramos a un puñado de ciudadanos sobre la Reforma Electoral Judicial, qué puestos se juegan, quiénes y su currículum, habilidades y capacidades —las que suman seis boletas con múltiple información por elector o electora—, no podrían explicar nada.
Lo que llama la atención es que la presidenta Taddei, del INE, declara que la misma noche del 1° de junio tendrán resultados, a pesar de no contar con una organización de escrutadores, supervisores, observadores ni representantes de partidos.
En fin, que asistiremos con aplaudidores —los beneficiarios del pan y el circo— a la muerte del sistema democrático de nuestro país. “Atila frente a Roma”.