La seguridad pública en los tiempos de la 4T presenta dos caras fácilmente identificadas: una y otra. Aunque no se declare de esa forma, los hechos hablan por sí mismos. No es igual, y ni siquiera pudiera ser posible considerar que en esta materia se esté construyendo un segundo piso a una inexistente estrategia que presumió el expresidente Andrés López Obrador durante todo su gobierno.
Combatir las causas únicamente fue un lema de su permanente campaña. El evidente fracaso de los “abrazos y no balazos” deja sentir toda su crueldad al empoderar como nunca antes a las bandas criminales que, materialmente, se han adueñado de la mayor parte del territorio nacional.
La sociedad experimenta, con fundamento, un aterrador miedo para realizar sus actividades diarias y para transitar por las carreteras del país a cualquier hora; no se diga en aquellos lugares en los que el crimen organizado literalmente tiene como campos de batalla entidades como Sinaloa, Michoacán, Jalisco, Guerrero o Guanajuato, solo por mencionar algunas.
La mejor decisión del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo es haber colocado a un experimentado policía al frente de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana: Omar García Harfuch, quien, a diferencia de la anterior titular, sí sabe de lo que se trata el asunto.
En ocho meses ha demostrado que los “abrazos y no balazos” sirvieron para muchas cosas a López Obrador, pero no para mejorar las condiciones de seguridad de los ciudadanos. En ninguna parte de México puede advertirse que hubo mejora alguna, como tampoco en economía, educación o salud.
Sin embargo, el problema que más preocupa a la sociedad es la seguridad, que es el eje rector de la obligación del Estado. Sin ella, lo demás no se puede atender de manera aislada, porque todo confluye alrededor de ésta, ya sea de una o de otra forma, ya que impacta en el quehacer diario de los ciudadanos.
García Harfuch asume un gran compromiso, él lo sabe y hasta parece que es el único que sabe cuál es su labor en el gobierno federal; sin proponérselo, deja en ridículo el posicionamiento del anterior sexenio, que insistía casi todos los días que el combate al crimen se hacía con saliva. Las reuniones del gabinete de seguridad antes de comenzar la comedia mañanera de López nunca dieron los resultados anunciados, o siquiera, de que en verdad estaba enterado de todo lo que acontecía en México en esta materia. ¿Cuántas veces, al salir ante los medios de comunicación tras un evento relevante de violencia, señaló que no tenía la información?
Fueron muchas las ocasiones que se cuestionó por parte de la prensa e incluso por parte de la sociedad el motivo por el que López exigía la reunión que se llevaba a cabo antes de sus monólogos diarios; la pregunta era constante: ¿para qué se reúne el gabinete de seguridad?
Lo que sí es más que evidente es el hecho de que el apoyo que se ofreció con el Ejército, la Marina y la “Guardia Nacional” únicamente favorecía a las entidades consentidas en su gobierno. Un ejemplo claro siempre lo fue la Ciudad de México, gobernada por Claudia Sheinbaum, mostrando, sin importarle, gran diferencia con los demás; esto sirvió para encumbrarla.
No se puede dejar de observar que hay mejora con Harfuch, porque no es lo mismo que el reporte diario de homicidios esté por arriba de 80, a que se encuentre alrededor de los 60; sin embargo, esto no es suficiente, pero tampoco es como para despreciar la estadística, que en el fondo expone el trabajo titánico que ha tenido que hacer y que empieza a cambiar el panorama.
La labor emprendida, no obstante, no tiene contentos a muchos en el ámbito político, así como desde luego tampoco a los criminales. Los operativos aplicados en diferentes municipios, como ocurrió en el Estado de México, han evidenciado que esa relación condenable entre autoridad y delincuencia existe.
De esta forma, el descubrimiento de enormes laboratorios de droga sintética, de esa que tanto se negó su existencia, y la realización de detenciones de importantes capos, mismos que incluso fueron enviados en Fast Track a Estados Unidos, lo que de hecho se trata de una condición inédita, desenmascara los alcances de una política generada a partir del desgaste de la palabra para obtener la simpatía y apoyo del pueblo con el discurso de que se estaban atendiendo las causas.
El secretario de Seguridad se encuentra en medio del fuego; primero fue objeto de un atentado directo, ahora debe resolver el reciente en contra de Ximena Guzmán y José Muñoz, secretaria particular y asesor de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. De acuerdo con las investigaciones que él mismo ha hecho, el problema es mucho más profundo y grave de lo que pudiera reconocerse.
Lo ocurrido a Ximena y José promete destapar muchas cosas y muchos secretos. García Harfuch no es de los que les gusta guardarse cosas; si cuenta con material contundente, dirá lo que sucede, como lo hizo desde el hospital cuando fue atacado por la cédula del grupo criminal al que responsabilizó del ataque.
Es esa la gran diferencia de quien en efecto entiende la gravedad del problema en seguridad; su vida dedicada a combatir al crimen le abre la puerta para orientar correctamente, si así se le permite, la fuerza del Estado en contra de los criminales para buscar la paz que tanto anhela la sociedad. Habría que preguntarle a la anterior secretaria: ¿qué hizo ella en su paso por la dependencia?