Termina una presidencia tormentosa en el Senado de la República
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Termina una presidencia tormentosa en el Senado de la República

Miércoles, 09 Julio 2025 00:15 Escrito por 
Lo bueno, lo malo y lo serio Lo bueno, lo malo y lo serio Alfredo Albíter González

Ver y escuchar a quien afortunadamente pronto dejará la presidencia del Senado de la República se convierte en una fábula mal contada, en un pésimo chiste, en un concierto de sinsentidos imposibles de igualar.

Gerardo Fernández Noroña deja un cargo para el que nunca estuvo preparado. La exigencia al movimiento que lo tolera por serle útil para cuando de distractores se trata fue la que le permitió subirse al tabique demostrando su verdadera estatura política.

En su sufrida despedida, señaló que es un político de larga data, y que fue un honor y un privilegio haber ocupado tan importante cargo. Con su mensaje se colocó en la base que comparte con sus compañeros de movimiento: todo lo que hacen es histórico; no podía ser menos para el personaje.

Aunque, a decir verdad, la idea de histórico únicamente se perfila en un concepto de megalomanía que envuelve a varios de los que se consideran la crema y nata morenista, pues sienten que no los merece el suelo por el que caminan, mostrando una postura de adoración y culto a la personalidad que presenta su verdadero rostro.

Sin embargo, hablando de cosas serias, ¿cuál fue el aporte a la sociedad por parte del senador? Presumir que la hubo es faltar a la realidad y al respeto a la ciudadanía con descaro. No existe nada que haya promovido el congresista durante su presidencia que sea digno de mencionar.

¿Qué se recordará entonces de Fernández Noroña?

El continuo enfrentamiento con los diversos grupos políticos desató un profundo divisionismo y enfrentamientos difíciles de igualar. La grosera posición que como presidente adoptó nunca dejó en duda que priorizaba a los representantes de su partido o de los partidos afines a la coalición gobernante, cuando la fundamental labor del presidente debería ser institucional; fuera de ello, hubo incluso ocasiones en las que dejaba su lugar para pelear, no en un debate con argumentos, sino con gritos y sombrerazos, utilizando las frases hechas y conocidas que siempre emplea hasta el hartazgo.

En síntesis, las lágrimas que Fernández Noroña apenas contuvo desconcertaron; fue como toparse de frente con algo irreal. Indica que el sentimiento que expresó fue por dejar el puesto, que es lo que de verdad le duele; no tanto porque se haya conmovido ante la solicitud de una multitud que le ruega reelegirse o, peor aún, asumir una nueva encomienda importante.

¿Qué deja como experiencia su paso por la presidencia en la Cámara Alta? El recuerdo de su dirigencia encontrará su punto de partida en sus arranques, caprichos y rabietas, obligando a buscar en la historia algo parecido a su presencia, difícil de encontrar.

¿Qué trasciende entonces de su estadía? Nada. Parece ser que lo más probable es que senadores, demás legisladores, prensa y público en general se olviden pronto de su administración. No le alcanza como para que pudiera ser de otra forma.

No construyó acuerdos; no se desempeñó de acuerdo a la función que merece ese importante encargo; se enfrentó con legisladores de la oposición a quienes incluso llegó a cortar el audio del micrófono; se comportó, pues, como un porro voluntarioso que jamás entendió cómo comportarse correctamente.

El político que utilizó como vehículo de su ascenso personal al Partido del Trabajo y después desconocido por los militantes de éste, demostró una vez más que hace falta legislar para evitar que se elijan en el Congreso personas sin la preparación para servir a la comunidad. Además, que estén interesados en construir puentes de entendimiento y leyes. Leyes que son obligatorias para todos los mexicanos.

Al observar la postura de Noroña en su paso por la presidencia del Senado, es fácil entender el porqué de la situación que vive el país; es una muestra clara de lo que se obtiene con personajes que se ajustan al 90 % de lealtad y 10 de capacidad.

Como joya de su corona mal lograda, se proyecta la asistencia ante su presencia de un abogado que fue humillado en público; frente a cámaras y micrófonos nacionales como testigos, para difundirse profusamente la imagen de éste pidiéndole perdón; evidentemente gozó de ese espectáculo.

Noroña es el clásico ejemplo de la forma en la que se hacen las cosas en política en estos tiempos; deja en evidencia que los que ostentan el poder actualmente no escuchan propuesta alguna distinta a la que defienden, aunque no ofrezcan mayores argumentos, y jamás se atreven a la menor autocrítica.

No existe la gloria para quien se levanta por la mañana, se ve en el espejo y se envía flores, pensando que tal vez sea un personaje que está construyendo una historia que se contará a través del tiempo, con un ego que rebasa lo imaginable, dejando ver que la defensa a ultranza en favor de quien lo ha favorecido no encuentra límites para abandonarse en sus brazos.

Una de sus frases de mayor escándalo fue la que recitó a propósito de la solicitud de colectivos y oposición para dejar la presidencia en el Senado por sus desafortunadas declaraciones, por lo que dijo que, le pese a quien le pese, iba a estar en la presidencia del Senado hasta agosto. Como si el cargo fuera suyo, como si él pudiera decidir. Fernández no representó la solvencia de quien debería ser el nudo que une a los diferentes; siempre fue él y solo él.

Ya veremos en quién recae el cargo y cómo se desempeñará para olvidar pronto la pésima dirección que termina.

 

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio