¡Viva la hiperracionalidad instrumental!
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¡Viva la hiperracionalidad instrumental!

Jueves, 25 Septiembre 2025 00:10 Escrito por 
Agenda Sindical Agenda Sindical Carlos Carral

Copilot, la aplicación de IA de Microsoft, define la racionalidad instrumental como el “concepto filosófico y sociológico que se refiere a la forma de pensar y actuar enfocada en encontrar los medios más eficaces para alcanzar un fin específico, sin considerar necesariamente los valores éticos o morales implicados en ese proceso”. Este concepto no es nuevo y fue, para corrientes del pensamiento como la Escuela de Frankfurt, la base de la crítica al capitalismo, que se enfilaba desde hace 80 años a su etapa neoliberal.

Partiendo de la definición que compartimos, gracias a la racionalidad instrumental se ha logrado anular por completo el sentido crítico de la sociedad y, con ello, su desvinculación de la vida política, haciéndola rehén de discursos vacíos e inmediatistas y, con ello, de las promesas de cambio gestadas desde el inútil sistema de partidos, donde nos aferramos a la idea de que un tercero es la solución a los problemas que tenemos en común, como el desempleo, la corrupción y la delincuencia organizada, más que asumir nuestra responsabilidad en esta evidente descomposición en la que vivimos como humanidad.

Para la racionalidad instrumental, la moral y la ética no son algo importante; lo único valioso es lograr el resultado. Así, no tienen importancia los efectos de la acción del hombre sobre el mismo hombre; lo que importa es alcanzar el objetivo del sistema económico: producir cada vez más, reduciendo también al máximo posible los costos de producción, empezando por el abaratamiento de la mano de obra.

Gracias a esta visión, el pensamiento tecnológico ha avanzado durante los últimos 40 años; con ello, el moderno culto a las certificaciones de competencias laborales, lo que hoy importa es conocer el proceso y repetirlo todas las veces que lo llevemos a cabo, sin que sea importante cuestionar, mucho menos si lo hacemos acerca de la dilapidación de los recursos naturales, la negación de derechos laborales y la contaminación del único mundo que tenemos para vivir.

Aunque el sistema educativo ha seguido el modelo fordista en general, donde la capacitación para el empleo es fundamental, la diferencia entre la educación profesional y la técnica existía: la primera era más cercana al pensamiento crítico, mientras la segunda buscaba mano de obra rápida y capacitada para el trabajo. Pero el modelo ha encontrado cómo terminar con la primera; hoy, hasta quienes estudian una maestría y un doctorado lo hacen desde una visión técnica, al grado que la gran mayoría de estudios de posgrado se ofertan con una aclaración: “este programa no busca formar investigadores, está orientado a la profesionalización del alumno”, es decir, mientras menos crítica, mejor. La promesa: alcanzar un mejor salario si cuentas con título de grado mayor.

Siguiendo con el lamentable empeño de algunos por estupidizar cada vez más a la sociedad, la diputada por Morena Bertha Osorio Ferral ha propuesto la magnífica idea de que la titulación sea automática en el nivel superior, una titulación profesional por la que, para empezar, aparentemente ella no ha pasado, pues según los registros del gobierno federal, no cuenta con cédula profesional a su favor, a pesar de señalar en su currículum como legisladora que ha ejercido como docente en el pasado.

¿La legisladora conocerá la diferencia entre educación profesional y educación técnica? ¿Tendrá las herramientas para dimensionar la necesidad social de la educación profesional y la posibilidad de ahondar en la investigación sobre temas concretos a través de una maestría o un doctorado? Parece que no; como ocurre con la gran mayoría de políticos, pretende opinar sobre realidades que no conoce y ni siquiera imagina.

Aunque la titulación automática o por excelencia profesional es un mecanismo que existe en las escuelas particulares con niveles académicos cuestionables, sería muy lamentable que se abra esta posibilidad en la educación pública; permitirlo es fomentar la existencia de profesionistas disfuncionales en áreas de vital importancia como la medicina, la abogacía, la ingeniería civil y otras ramas del conocimiento, donde la vida y la seguridad de las personas dependen de estar en manos de un profesionista lo más preparado posible.

Lo que la legisladora no profesionista debería plantear, para lograr una inclusión al mercado laboral más rápida y disminuir la ansiedad de los jóvenes universitarios que no logran titularse pronto, debería ser una campaña permanente que motive a incursionar en la educación técnica, pues hay una verdad que no se puede ocultar: no todos nacimos para lo mismo y, si hay alumnos que no logran plantear un proyecto de investigación para su titulación, en la mayoría de los casos es porque no tienen esa capacidad, a lo que hay que sumar, probablemente, una formación universitaria deficiente. Así es que el camino no es por donde propone esta persona; con su fabulosa idea no se resuelve ni una ni otra.

Imaginemos la sociedad que tendremos en 20 o 30 años con la propuesta de la legisladora, imaginemos el nivel de los legisladores en ese mismo tiempo; partiendo del nivel tan jodido que se tiene con la clase política de hoy, a pesar de que creció en medio de una educación con un nivel educativo más estricto y crítico, no lo quiero ni pensar; de hecho, no me gustaría ni vivirlo.

La hiperracionalidad instrumental de la que hablamos implica que ya no haya ningún tipo de oposición a la actuación del ser humano dentro de la cadena de producción y prestación de servicios, más allá de lograr elevar la misma y la disminución de costos; como lo dijimos, crear un ejército de autómatas laborales, sociales, políticos, etc. Así es que el camino es el contrario; no hay que ser adivinos para concluirlo: para salir de esta crisis en la que vivimos, necesitamos una educación más rígida, estricta y que fomente la autoresponsabilidad, es decir, que saque con la exigencia lo mejor de cada uno.

ADDENDA

LA POSIBLE TRAMPA EN EL AMPARO DE LOS LÓPEZ BELTRÁN
Dicen los hijos de AMLO que ellos no tramitaron un amparo para saber si hay indagatorias u órdenes de aprehensión en su contra y, para probarlo, no ratificaron sus demandas, además de que manifestaron que dichos escritos no eran de su autoría; el asunto es que sí tuvieron un beneficio: los informes a diversas autoridades para que rindieran sus informes previos sí fueron girados por el Juzgado de Distrito donde fue radicada la demanda. Así es que, cuando menos de manera superficial, se enterarán si hay alguna diligencia en su contra.

Tal vez así estuvo planeado desde el principio; no tendríamos que sorprendernos de una maquinación así, al final, clase política.

LA REALIDAD Y LA REALIDAD IRREAL
¿Quién fue el octavo expulsado de la casa de los famosos? ¿Quién es el quinto integrante de la granja VIP? Estas fueron las publicaciones la noche del domingo en medios de comunicación y redes sociales.

Conocer la respuesta no nos ayuda en nada, más cuando seguimos viendo reportajes que hablan de que en los últimos seis meses un tercio de familias en el país tuvo problemas para satisfacer sus necesidades alimentarias más básicas, al grado de que para subsanarlas tuvieron que pedir prestado.

Aunque no lo creamos, poner atención en estas banalidades es, en parte, producto de la flexibilidad educativa en la que estamos inmersos y en la que nos quieren meter aún más, propuestas como la abordada en el tema central de esta entrega.

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Abogado postulante y miembro de la Escuela para la Formación Política y Sindical A.C.

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Carlos Carral

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